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La ciencia del balón de fútbol

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 La noción más elemental de un balón no ha cambiado mucho a lo largo de los siglos: es un objeto esférico; eso es todo lo que necesitamos saber.
Sin embargo, sin necesidad de cambiar esa fórmula básica, es posible que la ciencia y la tecnología modifiquen el balón –usualmente para bien, pero a veces para mal– de maneras radicales. Solo hay que ver el balón de fútbol más popular de todos los tiempos para encontrar un claro ejemplo: el Telstar de Adidas, ese balón de parches poligonales blancos y negros que se vende en cual-quier juguetería de aquí hasta Siberia. Cuando fue introducido, para el mundial de México 1970, tenía un diseño con doble propósito: por un lado, sus treinta y dos paneles lo hacían un poco más esférico y estable que los balones hechos con tiras rectangulares, por lo que era más consistente en sus movimientos; por el otro, buscaba que el balón fuera mucho más fácil de seguir en los televisores del mundo, particularmente en los que todavía funcionaban en escala de grises, una decisión que dejó en el olvido a los legendarios balones rojos –o cafés– que se perdían con facilidad en la pantalla. El año pasado, el Telstar 18, el balón oficial de Rusia 2018, le rindió un homenaje a este clásico.
No todos los balones que han pasado por los grandes eventos del fútbol han sido tan revolucionarios como el Telstar, pero en algunas ocasiones han traído cambios significativos, capaces de mejorar el deporte. Por ejemplo, desde que en el mundial Alemania 2006 se presentó el Teamgeist, los balones empezaron a adoptar cada vez menos paneles, que tenían formas redondeadas y caprichosas. El objetivo era darle una forma más esférica a la bola y hacer que sus comportamientos fueran más precisos y predecibles: es simple aerodinámica, pues al mezclar la fuerza del impacto con la velocidad del spin se puede determinar la trayectoria del balón con precisión científica. Ha habido modelos notables, como el Brazuca –de Brasil 2014–, mientras que otros como el Jabulani –utilizado en Suráfrica 2010– fueron experimentos fallidos: en ese caso, la superficie era tan lisa que volvía inestable el balón cuando viajaba a más de 48 km/h. Finalmente, el paso del caucho al poliuretano (un polímero, como el de las suelas de los zapatos) en la cubierta de los balones, los hizo más resistentes y ligeros.
A un nivel más técnico (y tecnológico), hay varios factores que se tienen en cuenta para evaluar el desempeño de un balón: resistencia, durabilidad y comportamiento, por ejemplo. La FIFA tiene un estándar internacional que deben cumplir los balones que enfrenten las duras pruebas de su laboratorio. Solo estos modelos pueden ser usados en torneos y juegos oficiales. “Un balón de fútbol debería comportarse de igual forma cada vez que es pateado”, afirma la FIFA, “sea en el minuto noventa del partido o en el primer toque. De lo contrario, sería injusto para los jugadores y frustrante para los fanáticos”.
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