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¿Cómo convencer a su pareja de participar en sus planes favoritos?

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Foto:

 Hay tareas que son para gigantes, sobre todo cuando hay otra persona de por medio. Con más razón si esa otra persona es su mujer. ¿Cómo convencerla de que lo acompañe en actividades que aparentemente no son muy femeninas e incluso, de que les saque gusto y se aficione a ellas? Para ello, tenga en cuenta el consejo de un verdadero gigante de la historia: Nelson Mandela. El líder sudafricano dijo que “si de verdad quiere cambiar la mentalidad de la gente, recurra a su corazón”. ¿Qué tiene que ver Mandela con que a su novia o su esposa le empiece a inquietar ver fútbol con usted? Muchísimo. Si no ha visto la película Invictus, de Clint Eastwood, o no ha leído el libro El factor humano, de George Carlin, aquí va un pequeño resumen.
Mandela se propuso unificar al pueblo sudafricano por medio del rugby, el deporte de los blancos en la época del apartheid. Por el camino, logró cambiar el himno nacional, evitó derramamientos de sangre, se volvió un experto en el deporte, entusiasmó a la población negra para que apoyara a un equipo mayoritariamente blanco e hizo que los blancos aceptaran a un negro en el equipo. El resultado final fue ver a Sudáfrica como campeona mundial de rugby tras varios años de veto para participar en competencias internacionales por causa de sus políticas racistas.
Ahí está la lección. Mandela logró todo eso con más seducción que con discursos. Y esta proeza no sucedió entre gente que se amaba, como suponemos que lo hacen usted y su mujer, sino entre millones de personas que aún tenían muchas heridas abiertas y que hasta poco tiempo atrás se odiaban a muerte. Cierto, usted no es Mandela –ni siquiera él mismo pudo mantener a flote su matrimonio–, pero usted tiene la ventaja de que no debe seducir a millones, sino a una sola persona.
No pretendemos escribir un manual para entender a las mujeres. Si pudiéramos hacerlo, seríamos millonarios y cobraríamos por esta revista una cifra con varios ceros más a la derecha. Pero sí vamos a darle algunas claves para que ella comparta con usted, así que no nos pida milagros en otras áreas de su vida de pareja. Todo de lo que hablaremos aquí es cuestión de hábito, así que cuanto antes empiece, mejor. No espere a estar casado, con dos niños y una hipoteca encima para arrancar. Todo es más fácil durante las primeras etapas de la relación, cuando a ella le parece fantástico todo lo que usted hace y a usted le sobra la paciencia para entusiasmarla con algo nuevo.
Por la razón que sea, quizá a ella no le interese ni un poquito alguna de sus aficiones. Si fracasa después de algunos intentos razonables y bien pensados por lograr que ella pruebe algo nuevo, admita que perdió, y que a la larga no pasa nada. Al fin de cuentas, así como es importante que los dos compartan, también resulta sano que cada
uno tenga ciertos gustos y espacios en los que no interviene el otro. Pero también es posible que ella termine compartiendo sus gustos y actividades, por lo cual, como un gesto de mínima caballerosidad y equidad, usted debería seguirle la cuerda con algo que a ella le entusiasme. Esto, además, le servirá de argumento para que ella lo apoye y hasta lo acompañe en sus cosas. Si ella se sienta a ver varios partidos de fútbol con usted, pero usted no es capaz de acompañarla a uno que otro baby shower, después no pida que lo comprendan.
VER FÚTBOL:
Conviértala en su porrista. Si usted no sólo disfruta el fútbol en televisión, sino que de verdad lo practica, quizá sea más fácil entusiasmarla. ¿Por qué? Justamente por eso, por el entusiasmo. Invítela a verlo jugar de vez en cuando al partido de fútbol 5 que usted arma con sus amigos. Seguramente en su corazón de porrista colegial –real o frustrada– habrá suficiente fuerza para aplaudirlo cuando salga a la cancha.
Aproveche las fiebres. Si a su mujer no le interesa mucho el fútbol, pero el patriotismo sí le mueve el corazón, sáqueles provecho a los partidos de la Selección Colombia para mantener en alto el entusiasmo. La fiebre futbolística del año pasado durante el mundial fue un buen momento para matricular gente. Todo el mundo amó a James en Brasil, y durante sus primeras fechas en el Real Madrid nadie lo perdió de vista. Ese es el típico momento para decirle a ella “tenemos
que ver el primer partido de James con el Madrid”, sin importar contra quién sea. Luego, “tenemos que ver este. Imagínate, es el primero contra el Barcelona. Se va a medir con Messi”. A partir de ahí, como dicen las botellas de champú, enjuague y repita.
Identifique quién le gusta. Si a su mujer le entra una pequeña traga por algún jugador, no se la interrumpa, por mal jugador que sea o así no sea del equipo de sus amores. Esa es una fracción de su boleto para que ella se anime a ver otro partido con usted. Háblele de él, sea usted el Celestino entre el “tronco” y su amada.
No olvide el fútbol femenino. Es cierto que sus figuras no son tan famosas como las masculinas, pero ahí hay mucho talento, buenos juegos y varias jugadoras a las que a usted mismo le encantará ver –no se haga el que no sabe quiénes son Hope Solo ni Amanda Morgan–. Es cierto que hay menos cubrimiento mediático para sus eventos, pero al menos los mundiales sí tienen transmisiones decentes. Si ella se identifica con un grupo de mujeres capaces de enseñarle uno que otro truco a varios cracks, usted va por buen camino.
El camino del estómago. A las mujeres les encanta ser anfitrionas, así que si hay algún partido de importancia, dígale que inviten a sus amigas con sus esposos o sus novios a verlo en casa. Por un lado, ella no sentirá la casa invadida por hombres y por otro habrá una experiencia comunal cargada de emoción. La graduación. Si definitivamente se enamoró del fútbol, invítela al estadio. Asegúrese de que sea un partido bueno, y llévela a una buena localidad. Compre boletas de occidental –por ningún motivo a norte o sur– y, si la cosa va en serio, una camiseta original del equipo.
Para la primera salida a pescar con su pareja, tenga en cuenta algo: no importa el tamaño, usted DEBE SACAR AUNQUE SEA UN PEZ.
IR A PESCAR:
Adiós al fundamentalismo. Los pescadores suelen ser más rígidos que Hitler: dicen que no se puede hablar ni hacer ruidos, vestir ropa colorida, dicen que el mejor clima para pescar la trucha es bajo la lluvia y viajan con poca comida porque, claro está, ellos van a pescar, no a hacer un pícnic. Aunque el tema de ser sigiloso y no hacer ruido se aplica a algunas especies –la pesca de la carpa, por ejemplo, es para ninjas–, lleve a su pareja a pescar de forma relajada, es decir, en modo trolling: prenda su lancha y vaya despacio con los señuelos en el agua, como si estuvieran de paseo en una góndola por Venecia. Allí ella podrá hablar todo lo que quiera, usar ropa colorida, comer toneladas de comida e, incluso, poner música, porque los peces, a más de cinco metros de profundidad, ni se enterarán del alboroto.
El tamaño no importa. Los pescadores suelen decir que en la pesca “no importa sacar un pez, lo importante es estar pescando”. Y con esa idea, regresan felices de sus viajes sin haber tenido una sola captura. Por eso, para la primera salida a pescar con su pareja, tenga en cuenta algo: no importa el tamaño, usted DEBE SACAR AUNQUE SEA UN PEZ. Vaya al río o laguna que mejor conozca, no improvise los señuelos, use el que le haya dado más resultados, que, en casi todos los climas, ríos y lagunas, es posible que se trate de una cuchara marca Mepps –si no la tiene, cómprela urgente–.
Ojo: el tamaño sí importa. Ya dijimos que el tamaño no importa y que lo importante es pescar a como dé lugar. Sin embargo, tenga cuidado de que el primer pez de su novia sea enorme. Usted ya sabe: los peces grandes están cada día más escasos, y si ella saca un pez enorme en su primer viaje de pesca, se desilusionará cuando en futuros viajes saqué larvas y alevinos del tamaño de una uña.
Lo más importante: pesque y suelte. La pesca es un encuentro con la muerte todo el tiempo. Y hoy en día todas las mujeres son animalistas. Por eso, aquí puede haber un gran obstáculo para llevar a su novia de pesca, y para evitarlo, adopte la filosofía del pesque y suelte. Tenga a la mano tijeras, tenazas y una nasa para tocar al pez lo menos posible. Cuando lo tenga en la mano, ponga al animal a mirar hacia arriba, porque eso hace que deje de pelear y se desoriente.
Procure que esté el menor tiempo posible fuera del agua. Sáquele el anzuelo con mucho cuidado y velocidad y, con cariño, arrúllelo dentro del agua para que el agua vuelva a pasar por sus branquias hasta que recupere las fuerzas y nade por cuenta propia. Si el anzuelo dañó uno de los ojos, no es tan grave: lo importante es que ese pez pase sus genes a generaciones futuras. Pero si el anzuelo afectó las branquias, lo mejor es sacrificarlo. Y cocinarlo de forma correcta para hacerle el honor como se debe. No vaya a hacer caldos con un buen filete de atún, o rostizar una trucha.
JUGAR GOLF:
Antes de empezar. A diferencia del fútbol, que tiene un dinamismo que resulta suficiente para disfrutar por televisión o en el estadio, el golf es mejor practicarlo que verlo. No es que carezca de emoción, sino que, la verdad –disculparán los golfistas–, ver golf es casi como ver pescar, un poco aburrido a menos de que uno sea el que tiene la caña –disculparán los pescadores–.
Adelante con la moda. Si algo tiene el golf es que es uno de los deportes donde la gente se puede vestir mejor. Invite a su mujer de compras para que lo ayude a escoger un pantalón o una camiseta polo, y tal vez ese cinturón que complementará su atuendo. Si ella lo ayuda a escoger la pinta, seguramente querrá vérsela puesta.
Recuerde el punto inicial. Lo logró. Ella lo va a acompañar al campo de golf, así sea por verle la pinta en acción. Pero de poco sirve si solo la lleva a verlo jugar. El entusiasmo puede desvanecérsele después de algunos minutos y de nada habrá servido la tarde de compras. Por eso, la primera salida con ella ni siquiera debería ser al campo, sino a un campo de práctica con un instructor.
Recuerde el segundo punto. Si a ella le quedó gustando, es el momento de llevarla de compras. Páguele una pinta para la próxima vez que practique. ¿De compras por cuenta suya? Si se resiste a eso es porque no tiene sangre en las venas. De regreso al campo. Con pinta nueva y un renovado interés por eso que hace su amorcito, vuelvan a jugar, bien sea en el campo de verdad o en el de práctica –según el nivel– y sígala llevando.
BEBER CON LOS AMIGOS:
Pórtese bien. Si ella tiene que lidiarle malos tragos en las reuniones familiares, si el alcohol lo pone violento o llorón, va a ser difícil que le entusiasme mucho acompañarlo a beber con sus amigos. A las mujeres no les disgusta el alcohol, sino lidiar con patanes, sobre todo si el patán es usted. Recuerde las reglas básicas para beber (mucho las hemos mencionado en estas páginas): no consuma alcohol sin haber comido, intercale un vaso de agua entre cada trago, beba con moderación –más o menos un trago por hora– y pida un taxi o un conductor. No es tan difícil.
Ubicación, ubicación, ubicación. Tal vez a usted la tienda del barrio le traiga lindos recuerdos de sus días universitarios, con una mesa llena de botellas de cerveza a manera de instalación artística. Pero ese no es el mejor ambiente para una mujer. Póngase de acuerdo con sus amigos para ir a un sitio decente, sin orinales a la vista y sin videorrockolas. Si hay cocteles, mejor. A las mujeres les encantan.
Solidaridad de género. Al igual que con el fútbol, una noche de parejas puede servir para que no se sienta sola entre un montón detipos. Además, va a tener quién la acompañe al baño.
Hágalo en casa. Las ventajas son muchas. Para empezar, está en un ambiente controlado y ella se sentirá más cómoda y segura. Por otra parte, es muy posible que comparta algunos tragos con sus amigos y si se aburre o se cansa, simplemente se vaya a dormir. Todos ganan.
VER PORNO:
Encienda la llama. No es un imposible, pero tampoco va a ser tan fácil como invitarla a ver un partido de la Selección Colombia. Para empezar, no lo haga en frío. Aproveche un momento durante las relaciones sexuales para proponérselo o para invitarla a hacerlo la próxima vez. La razón es sencilla: resulta más fácil que una persona acepte una idea cuando está emocionada, y pocas cosas producen tanta emoción como el sexo, así que, por lo menos, ya tiene un pie en la puerta.
Sentido común. Digamos que ella aceptó. La primera vez debe ser especial e incluso delicada. Si su idea de ver porno en pareja consiste en poner, sin mucha ceremonia, Anal Destroyer 5 o cualquier cosa con un título similar, quizá aterrorice a su mujer antes de empezar. Existe porno dirigido por mujeres que, sin dejar de ser explícito, resulta más romántico, delicado y hasta artístico. Erika Lust, Petra Joy, Andrew Blake o Anna Span son nombres reconocidos en el porno femenino y pueden resultar muy útiles para la ocasión.
No sea sabihondo. Si con el fútbol o el golf usted se puede poner didáctico, es mejor que esa faceta la guarde con el porno. Si se pone a explicarle cómo Sasha Grey y Tori Black ayudaron a romper el imperio de las rubias tetonas y operadas, o resuelve dejar clara su posición sobre el porno setentero, con seguridad su mujer no va a pensar que usted es un gran tipo. Incluso, se sentirá mal porque usted sabe lo que Faye Reagan prefiere en la cama, mientras que no tiene ni idea de qué quiere su pareja en la suya.
Realidad y ficción. El porno es ficción. De la misma manera que usted sabe que las acrobacias de Rápido y Furioso son realizadas por profesionales en un ambiente ficticio, en el porno los que aparecen también son profesionales y el lenguaje que se usa es más visual que táctil. Puede ensayar con su pareja lo que ven en la pantalla, pero no necesariamente esas son las posiciones más cómodas o placenteras. El porno puede ser un estimulante o un complemento, pero nunca un sustituto para saber qué le gusta realmente a su mujer. Aprenda qué le gusta y se verá bien recompensado.
Si su idea de ver porno en pareja consiste en poner, sin mucha ceremonia, Anal Destroyer 5 o cualquier cosa con un título similar, quizá aterrorice a su mujer antes de empezar.
IR A UN RALLY:
A ella le gusta la gasolina… A las mujeres les encantan los carros. Tal vez a muchas de ellas no les atraiga la mecánica, pero los carros les fascinan. Y, a la larga, eso es un rally, carros en acción en algún lugar exótico. Aquí no importa la mecánica, sino esas máquinas poderosas comandadas por hombres aguerridos en medio de nuevos paisajes. Recuerde que a las mujeres las criaron con cuentos de hadas sobre caballeros en briosos corceles. Usted y su carro son un dúo ganador.
Rehabilitar. Al igual que con el fútbol, todo se facilita si su pasión por el automovilismo va en serio. Si usted tiene un carro que va a modificar para que corra, invite a su mujer para que lo ayude. Recurra al gusto femenino por Extreme Makeover y hágale ver que ese carro necesita ayuda para ser mejor. La misma lógica que dicta que a muchas mujeres les gusta “rehabilitar gamín” con sus parejas, es la que le ayudará para que lo acompañe en convertir un carrito de segunda en una nave ganadora. Marcelo Ocampo, corredor de rally, dice que “compré el carro y ella [–Nayibe Raad, su esposa–] vio la transformación. Lo tomó como un sueño propio, se montó en este cuento y poco a poco le fue gustando”. Ahora ella corre con él.
Mi mujer es mi copiloto. Si tiene la suerte de Ocampo, llegó la hora de trabajar juntos. No son pocas las parejas que lo han logrado y lo mejor es que si ella se convierte en su copiloto, su trabajo resulta fundamental. Marta Tejada corre con su esposo, Sebastián Echavarría, y confirma lo que muchos sabemos, que las mujeres son buenas administradoras y organizadoras, y si son copilotos, su labor consiste en levantar la ruta, es decir, hacer un reconocimiento previo con el piloto para numerar las curvas y asignarles un grado para que el que maneja sepa cómo tomarla y a qué velocidad. También se encargan de reclamaciones ante los comisarios de las carreras en caso de que haya problemas. Cierto que esto también lo hacen los hombres, pero a quien usted quiere al lado es a alguien que tenga cromosomas XX y no XY.
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