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El gimnasio del hombre multiorgásmico

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 Un médico de Medellín acaba de crear un gimnasio en el que se ejercitan los músculos del pene para frenar la eyaculación e, incluso, lograr más de un orgasmo por encuentro sexual.
Hace unos años, en la despedida de soltero de un amigo, pagamos un show privado conocido en el bar como “La nofrost”, en alusión a esas neveras que no dejan escarcha. El truco de la chica consistía en meterse una carga de cinco hielos en la vagina y luego dispararlos con las piernas abiertas contra los asistentes. El chiste consistía en que el homenajeado tenía que chuparse al menos uno de los hielos despedidos. ¿Cómo era capaz esa chica de hacer el truco?
La pregunta me quedó dando vueltas, y la respuesta llegó en un sitio que parecía un consultorio, con recepción, secretaria detrás de una barra, sofá y revistero. “Es un gimnasio, no un consultorio”, me informa el doctor Juan Luis Arcila. Me dice, además, que la gente no tiene que estar enferma para venir, solo tiene que sentir la necesidad de mejorar su desempeño sexual. “No atendemos pacientes, tenemos usuarios que quieren entrenar un músculo en particular: el piso pélvico”, dice.
¿Piso pélvico? Esto me suena a término New Age del calibre de “vamos a recibir la energía solar en cuatro patas, sacando el piso pélvico”. También me suena a plato de comida fusión con pinos comestibles y trozos de lomo de carnero bañados en salsa pélvica. Eso tiene que existir en la comida fusión. Sin embargo, todo se trata de una hamaca muscular que va desde el hueso púbico hasta el coxis, tanto en hombres como en mujeres. Es decir, el sitio donde nunca llega el sol y que tiene como función dar soporte a la próstata y la vesícula seminal en los hombres, al útero en las mujeres y la vejiga en ambos. Si no fuera por él, las vísceras se vendrían al piso.
“La salud y la belleza están de moda, pero en esa línea el gran olvidado es el bienestar sexual”, me dice el doctor. Me cuenta también que al envejecer o después de hacerse la operación de la próstata, este músculo se relaja en los hombres y provoca incontinencia urinaria y disfunción eréctil.
Sin embargo, tonificar el piso pélvico no solo sirve para prevenir o solucionar problemas. Con el ejercicio se logra aumentar el flujo sanguíneo al pene, orgasmos con más intensidad y duración y mayor ángulo de erección. A la terapia solo le falta un goniómetro, el aparato para medir ángulos y con el que el usuario podría calcular la mejoría de su disparo, como lo haría cualquier artillero. Visitando este gimnasio, y con el tiempo, quizá, se podría llegar a ser un hombre multiorgásmico, porque según el médico un orgasmo no es lo mismo que una eyaculación. Uno puede tener varios orgasmos sin derramar una gota de semen. Extraordinario. Las mujeres perdieron el terreno de la simulación y la mentira. Ahora usted también, cuando esté harto en la cama, podrá decir que acaba de venirse y no tener que mostrar la evidencia, pararse y largarse sin más. O por el contrario, si pretende quedar como un príncipe podrá decir al finalizar exhausto: “Amor, acabo de tener diez orgasmos contigo”. Con esa pequeña frase gana por partida doble: adula su potencial sexual y a la vez enamora, como las mujeres.
Según las técnicas de Wu Hsien, antiguo médico taoísta chino, un hombre debe entrenarse en el sexo con “una mujer que no sea demasiado atractiva y cuya puerta de jade no esté demasiado prieta”.
Dice, además, que con una mujer así el hombre aprenderá a dominarse a sí mismo en momentos de intensa pasión. Pero si usted no tiene una mujer fea a la mano, puede ejercitarse en este gimnasio. Como cualquier otro músculo, el piso pélvico es sujeto de mejorar tono y fuerza.
Esa rutina es la misma que se hace cuando, al orinar, se corta el chorro de un tajo y se vuelve a soltar. Contraer y relajar. De esa manera se tonifica el piso pélvico. Esta práctica fue creada en 1948 por el doctor Arnold Kegel para evitar y corregir la incontinencia urinaria y fecal. Y lo mejor, usted no tiene que hacerlos en un gimnasio sexual. Uno puede contraer y relajar en la oficina, en el bus, viendo tv. Pero el servicio que vende el gimnasio es la disciplina. Es decir, usted puede hacer barras en un parque público, pero como no le cobran la entrada entonces le importa un carajo si deja de ir. Bajo esa base está la efectividad de la tiquetera trimestral. Porque luego de pagarla, da rabia dejarla perder. Lo mismo pasa con el gimnasio de penes.
Ahora sí, entro al gimnasio. No hay pesas, ni compañeros que te lleven las repeticiones ni espejos para pararse de lado y verificar cómo va el ángulo de erección. Es, en cambio, una habitación blanca e iluminada por ojos de buey y la luz de un ventanal que va de lado a lado. En la mitad de la habitación hay una camilla y en su cabecera un pequeño equipo, parecido a un horno microondas con mangueras y perillas.
Durante la visita al gimnasio el usuario se quita la ropa de la cintura hacia abajo. En camisa, zapatos y pipí al aire, se acuesta en una camilla. A sus pies queda un monitor sostenido por una barra, donde el usuario puede ver la fuerza que hace en su piso pélvico al contraerlo y relajarlo. El pico de la fuerza en la gráfica debe subir y sostenerse en el tiempo. La idea es contraer y relajar el músculo, acostado en la camilla, teniendo un feedback en la pantalla, en tiempo real.
El sistema consta de seis niveles, cada uno de seis sesiones de media hora. Se llevan a cabo con una frecuencia de una a dos veces por semana, de acuerdo con la capacidad y el deseo de cada persona. Al terminar los niveles, se diseña un programa de sostenimiento para no perder el progreso obtenido. Con cada sesión de entrenamiento, viene la pereza y con ella la gimnasia pasiva: la electroestimulación. Es decir, el usuario ya no tiene que hacer el esfuerzo de pujar y relajar por voluntad propia, sino que un aparato lo ejercita usando impulsos eléctricos. Luego de esta terapia pasiva, con el músculo pélvico tensionado, y volviendo a hacer los ejercicios por mérito propio, aumentan los picos en la gráfica de la fuerza y el tiempo de un Kegel. En este punto, el usuario va por el buen camino y podrá medirse la dureza de la erección, el ángulo, incluso el disparo. Indicadores de gestión con los que se tendrá que certificar el gimnasio, en la promesa al cliente, con el Icontec.
En las mujeres se utiliza un dispositivo vaginal para medir la fuerza de los ejercicios. “¿Y en los hombres?”, pregunto. “Con ellos utilizo este dispositivo rectal, al que le pongo un condón…, incluso lo utilizo para la electroestimulación”, me dice. Al ver el dispositivo rectal pienso que, para mí, no se trata de otra cosa que de un dildo. “Dispositivo rectal”, repito mentalmente. Eso de volverse un hombre multiorgásmico no es nada fácil.
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Torre Médica centro comercial El tesoro.
Consultorio 1629. Medellín, Colombia.
Ilustración: Ivo
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