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Historias

La fábrica de velocistas

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Foto:

Revista Don Juan
Usain Bolt ha batido todos los récords, hasta el de ser el jamaiquino más famoso, destronando a Bob Marley. Pero el éxito de Bolt es la historia de un país que aparte de reggae, ron, rastas y marihuana, produce los mejores velocistas del planeta.
¿Cómo una pequeña isla en el Caribe puede producir tantos campeones olímpicos en los 100 y 200 metros y 400 metros por relevos? Desde los Olímpicos en Ciudad de México de 1968 algún corredor jamaiquino ha estado en el podio, el hombre más rápido del planeta es de allí y no se cansa de batir sus propios récords. ¿Cuál es el secreto? Algunos, como la tía de Bolt, dicen que es el ñame jamaiquino, otros dicen que es la filosofía detrás de cómo se enseña a correr a los velocistas. La única forma de comprobarlo era yendo a Jamaica.
En Jamaica solo hay un deporte capaz de convocar tanta gente a las calles como el atletismo: el críquet. Pero mientras que en el críquet el país nunca ha ganado una Copa Mundial, en atletismo, tan solo en los Juegos Olímpicos de Londres, el podio de la prueba de los 200 metros lo ocuparon por completo los corredores jamaiquinos. Por eso no es sorpresa que todos los niños quieran ser velocistas y que todas las marcas busquen a Bolt o Shelly-Ann para que sean la imagen de sus productos.
Solo con poner un pie fuera del aeropuerto de Kingston uno entiende que en Jamaica el atletismo es el deporte favorito. Las calles están llenas de pancartas con las caras de Shelly Ann Fraser-Pryce (medallista de oro en los 100 m en Pekín y Londres) y la mayoría de los anuncios publicitarios tienen como modelos a Usain Bolt, Yohan Blake y Asafa Powell. “Aquí los niños no quieren ser Messi, aquí quieren ser Bolt”, me dice Steve Davis, mi compañero durante el vuelo a Jamaica. Davis es el entrenador de la selección sub-19 de voleibol jamaiquina y me confiesa que para él esto es un problema, convencer a los jóvenes que opten por practicar otras disciplinas, que no sean atletismo o el críquet, no es fácil. Le digo que voy a los National Trials, la competencia en la que se deciden los cupos olímpicos en atletismo.
–Los trials están bien, lo único malo es que todos sabemos quién va a ganar.
–¿Pero la gente sí está pendiente de esta competición?
–Sí, sí, ver a los mejores siempre llama la atención. Pero aquí con lo que enloquecemos es con los High School Championships. La próxima vez deberías venir a eso más bien.
No le creí, pensé que estaba exagerando, pero ahí estaba la primera pista para entender el éxito de los velocistas jamaiquinos. La pasión que despierta el atletismo, en especial las pruebas de los 100 y los 200 metros, solo es comparable con lo que puede sentir un argentino o un británico por el fútbol. Pero que un campeonato de niños de colegio haga que la gente llene los 35.000 asientos del National Stadium, el principal centro deportivo de Jamaica, sonaba poco creíble.
***
Dedicarse al deporte siempre es una válvula de escape para las personas en los países subdesarrollados y Jamaica no es la excepción. Con un desempleo del 14 % y unos altos índices de violencia por culpa del narcotráfico, ser deportista es uno de los medios para salir adelante. “Las personas de bajos recursos son las que más se benefician de las políticas que hay en torno al atletismo”, me dice Ludlow Watts, miembro de la junta directiva de la Federación de Atletismo de Jamaica (JAAA, por sus siglas en inglés), mientras caminamos por la pista atlética del National Stadium. Son las diez de la mañana y es el segundo día de competiciones de los National Trials. En las tribunas hay unas 100 personas, que probablemente están viendo a un familiar o a algún conocido que está compitiendo en las pruebas de lanzamiento de jabalina que se disputan en ese momento. “Ser buen deportista asegura una beca en alguna de las mejores universidades, también asegura la posibilidad de entrar a algún club de atletismo y tener a los mejores entrenadores como maestros. Sin embargo, esto no es solo a nivel universitario, si eres bueno a los 10, 11, 12 años los colegios se pelearan porque estudies allí. Después, hasta las compañías también competirán por patrocinarlos”. Este es el discurso políticamente correcto, pero Watts también es consciente de que muchos lo hacen por la fama y el dinero: “Estas dos cosas son importantes para cualquier persona, no solo para los atletas. Y bueno, también van a tener las mejores mujeres del mundo y viceversa”.
Si en Jamaica funciona algo, es su política deportiva, me dice Watts. El “reclutamiento” de los futuros velocistas empieza desde los seis años. En todos los colegios se exige un programa de educación física y los mismos centros educativos invierten los pocos recursos que les llegan en mejorar sus instalaciones deportivas. El prestigio que pueda tener un colegio depende más de la calidad de sus atletas que de su calidad académica; esto no quiere decir que descuiden lo segundo, solo que los trofeos en atletismo pesan más.
Aunque la carrera de los 100 m dura menos de 12 segundos, los atletas, entre su preparación y su rutina de calentamiento, pueden emplear más de 20 minutos antes de poner sus pies sobre la línea de partida. Todos llegan solos y guardan sus artículos personales en cajas plásticas que los organizadores llevan, en un carro de golf, al otro lado de la pista. Al final, los participantes vuelven a ponerse sus sudaderas, agarran sus maletas y salen caminando del estadio como un aficionado cualquiera.
Desde las seis de la tarde, cuando el sol empezó a bajar, las tribunas comenzaron a llenarse. Más tarde son las semifinales de los 100m, la prueba preferida del público. En la lista de los competidores están los nombres de las grandes estrellas, Campell-Brown, Fraser-Pryce, Elaine Thompson, Bolt, Blake, Wier y Asafa. Si no fuera por la restricción de los Olímpicos en que por prueba solo pueden competir tres atletas del mismo país, la final de los 100 m sería casi toda con jamaiquinos. Son tantos los corredores que alcanzan la marca olímpica para clasificar, que la misma JAAA tiene que hacer este campeonato para que vayan los mejores.
Cada atleta tiene su hinchada y para mi sorpresa, Usain Bolt no es el preferido del público. En su autobiografía Faster than Lighting: My Story, Bolt cuenta que desde que empezó a competir el favorito de la gente siempre fue Asafa Powell: “Al principio no me explicaba por qué lo apoyaban más a él, ya lo había vencido en todas las carreras. Pero no había nada qué hacer, él era el preferido de la gente”. Ese día lo pude comprobar, el ruido que se hizo cuando dijeron su nombre fue ensordecedor. Sin embargo, Usain es el preferido entre los niños. Cuando sonó el disparo un atleta salió en falso, Yohan Blake [la nuevo promesa entre los velocistas]. Los jueces lo eliminaron, de la tribuna salió un aficionado directo a golpear al juez que le había mostrado la tarjeta roja. Policía, empujones, gritos, chiflidos. Nada que envidiarle a un partido de la Copa Libertadores. Después de la carrera, cuando me encontré de nuevo con Watts le pregunté si eso solía pasar: “No, pero tienes que entender, la gente quiere ver a los mejores representando a su país. Lo mismo pasaría en Argentina si le sacan roja a Messi”.
La noche no terminaría ahí, en el estadio se hizo un silencio cuando los oficiales y los medios de comunicación anunciaron que Bolt se retiraba, se había lesionado. Lo que preocupaba a los aficionados no era que no compitiera más en los trials, era su posible ausencia en Río. Si Bolt estuviese compitiendo por EE. UU. esto lo habría dejado por fuera de los Olímpicos, por suerte las reglas de los jamaiquinos son más “relajadas”.
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Una de las plantas de producción de la “fábrica de velocistas” es la Universidad Tecnológica de Jamaica (Utech) y su departamento de Deportes, que funciona como laboratorio y centro de ensamblaje. Uno de sus encargados es Anthony Davis, director del departamento. Él mismo fue uno de los atletas que salió de este centro. “Desde los años sesenta empezamos a implementar un programa específico para entrenar velocistas. Antes, nuestros atletas se tenían que ir del país para mejorar su técnica. Luego se construyeron los centros de entrenamiento: uno aquí en Utech y el otro en la Universidad de las Indias Orientales”. De estos dos centros nacen los dos clubes más importantes de atletismo, el MVP Sports Club y el Racers Track & Field Club (Bolt estuvo en los dos).
Desde la pequeña oficina de Davis se puede ver la pista donde entrenan los atletas: “Mucha gente dice que uno de nuestros secretos es que todo el entrenamiento de nuestros velocistas se hace en una pista de césped, pero ese sería un secreto muy mal guardado”. Para Davis, una parte fundamental del éxito es que sus técnicas y la filosofía se adaptan a la cultura de los jamaiquinos, no fue un modelo importado e impuesto a las malas. “Lo único que les repetimos a nuestros velocistas es que corran relajados. Haz la siguiente prueba, pon tu mano rígida y muévela, después haz lo mismo, pero con la mano relajada”. Vale la pena que usted mismo haga la prueba, los resultados son evidentes.
Uno de los entrenadores de Utech y el MVP Sports Club, Paul Francis, asegura que a cualquier persona se le puede enseñar a ser un gran velocista, solo tiene que tener el cuerpo adecuado. Pero para él, lo principal son los campeonatos que se hacen en Jamaica: “Aquí tenemos campeonatos para niños desde los seis años, hasta los profesionales. Esto permite que nadie se quede por fuera si tiene algo de talento. Nada asegura que el campeón de los seis años sea la próxima Shelly-Ann, pero por lo menos sabemos que gracias a las competencias no se nos escapará ningún talento”. Algo que pudo pasar con Bolt, si no hubiese sido por su profesora de educación física, Lorna Thompson, él se habría dedicado al críquet. Esa es la próxima escala, el colegio donde “el rayo jamaiquino” descubrió todo su potencial.
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A tres horas de Kingston está la región de Trelawny, una región rural con un paisaje muy caribeño: tierras rojas y árboles pequeños. Aquí nacieron varios de los grandes velocistas jamaiquinos entre ellos Veronica Campell-Brown (ganadora de medallas olímpicas desde los juegos de Atenas en el 2004), Warren Wier (medalla de bronce en Londres) y la gran leyenda, Usain Bolt. Cerca de Falmouth, la capital de esta región, y de los resorts de Ocho Ríos, se encuentra el William Knibb Memorial High School. Aquí llegó Bolt, reclutado por sus nacientes capacidades físicas. Lorna Jackson, su profesora de español, recuerda que él no era un alumno ejemplar, ni el más disciplinado, ni siquiera en sus entrenamientos: “En una de sus visitas, les dijo a los estudiantes que no fueran como él, que aprendieran español. Les dijo que se arrepentía de no haber puesto atención en clase porque una vez que estuvo en unas competiciones en Brasil les quiso hablar a unas chicas sudamericanas y no sabía qué decirles”. Pero también fue muy afortunado, dice Jackson, refiriéndose a Bolt, que en su época como estudiante tuvo como profesor a un ex corredor olímpico, Pablo McNeil: “Solo él fue capaz de quitarle de la cabeza la idea de dedicarse al críquet”.
Jackson, que ahora es la vicerrectora del colegio, dice medio en broma, medio en serio, que aquí todos creen que el éxito de Usain se debe al ñame que cultivan en esa zona: “El mismo Bolt se ríe de esto, dice que ese rumor seguro lo empezó su tía Lilly, que vende ñame”. Aunque suene ilógico, mucha gente de esta parte de Jamaica así lo cree y si miráramos los datos tendrían la razón. La pista, que en realidad es un potrero al que le dicen pista, donde corrió desde los 12 hasta los 17 años, está llena de escritorios arrumados, rejas oxidadas y un tablero negro para llevar los marcadores de críquet y los tiempos de los atletas. El panorama no es muy diferente en el resto del país. Lo primero que queda claro es que el éxito de los jamaiquinos no depende del dinero.
De vuelta a Kingston, me entero de que Bolt se fue a Alemania a esperar a que Hans-Wilhelm Müller-Wohlfahrt, el médico que lo ha atendido durante toda su carrera profesional, lo vea. Aunque Bolt anunció que pensaba retirarse en el 2017, el éxito de la fábrica de atletas jamaiquina no se detendrá. Los tiempos de los corredores juveniles como Julian Forte o Jevaughn Minzie empiezan a estar por denajo de los 10 segundos en la prueba de los 100 m. Hasta el mismo Yohan Blake, que ya mostró sus capacidades en los Olímpicos de Londres: “El futuro es prometedor –dice Paul Francis–, pero la competencia cada día es más complicada. Los norteamericanos siguen respirándonos de cerca”. En Río será el próximo examen de los jamaiquinos, donde no solo Bolt se juega el convertirse en una leyenda, sino que la hegemonía de Jamaica vuelve a estar en juego.
*Agradecimientos al Ministerio de Turismo de Jamaica.
Si quiere saber más del autor, sígalo en Twitter como @felipeg269
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