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Historias

Psicópatas colombianos: los siete peores asesinos en serie.

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Los asesinos en serie son la peor anomalía de la especie humana: seres sin conciencia que matan por placer, que violan, torturan y extraen órganos para llevar a la realidad sus fantasías de poder. Subespecie cuyo proyecto personal es hacer todo el daño posible a los demás. A diferencia de lo que nos ha mostrado el cine o la televisión, sus ojos no brillan de manera especial, ni los delata nada extraño en su aspecto. Puedes estrecharles la mano y creer que detrás de sus sonrisas habita un ser humano como tú, pero estás equivocado: ellos sólo esperan la oportunidad para cazarte.
La pérdida de la autoestima, el rechazo emocional, o el simple tedio, pueden ser los detonantes de su proyecto homicida. Son sujetos narcisos y egocéntricos, que sólo por medio del asesinato y la tortura se sienten todopoderosos; el terror experimentado por sus víctimas los excita y es la forma de reafirmar su lugar en el mundo. Se complacen con actos de canibalismo, necrofilia, y toda forma de sadismo sexual inimaginable. Son psicópatas incapaces de sentir remordimiento o piedad;  no presentan alucinaciones (como los psicóticos), y pasan inadvertidos la mayor parte del tiempo.
No experimentan ansiedad ni miedo alguno, lo cual les otorga ventaja a la hora de atrapar y someter a las víctimas. Algunos, como el estadounidense Jeffrey Dahmer, conservan los cadáveres e incluso fabrican objetos con los restos de los cadáveres; otros, como Charles Ng y Leonard Lake, prefieren mantener a sus víctimas cautivas para torturarlas por largo tiempo, convencidos de ser sus dueños. Otros coleccionan "trofeos", recuerdos de las víctimas, que pueden ir desde documentos o prendas de vestir hasta partes de los cuerpos.
Si bien desde el punto de vista psiquiátrico técnicamente no se catalogan como "locos", por supuesto su personalidad funciona diferente y no experimentan empatía alguna (los demás son para ellos simples "cosas"). Se cree que pueden presentar trastornos bioquímicos, así que sus neurotranmisores funcionan mal y sólo por medio de experiencias extremas sienten placer. También se reconoce que algunos han recibido golpes que lesionaron el funcionamiento de sus cerebros (en el hipotálamo y el lóbulo temporal, principalmente) y por lo tanto no controlan la agresividad y no pueden asimilar las normas sociales; también se habla de factores genéticos de predisposición a la violencia, y por supuesto se reconoce el impacto negativo de una infancia traumática como génesis de su odio.
El origen del apetito homicida de los asesinos en serie aún es un misterio; no hay consenso sobre si nacen o se hacen; es probable que exista una predisposición biológica que sumada a situaciones biográficas configure la fórmula para crear un monstruo humano; pero de igual manera algunos investigadores afirman que la práctica continua de actos sádicos y violentos por parte de un sujeto que no ha sufrido trauma alguno, también puede lesionar su cerebro y volverlo adicto a la crueldad y consecuentemente, con el tiempo, convertirlo en un asesino en serie.
¿Se trata de seres sometidos por un cerebro en malfuncionamiento?, ¿son personas que decidieron tomar el camino del mal? Lo único cierto es que habitan en todas partes del mundo y que emergen en cualquier tipo de sociedad. La mayoría son sistemáticos, astutos, y lo único que los detiene, una vez han matado por primera vez, es el tedio consecuente después de haber llevado al límite sus rituales homicidas.
Se pueden clasificar en lujuriosos, que matan por satisfacción sexual (Ted Bundy asesinó a más de veinte jóvenes motivado por el placer de agredir y violar); misioneros, justifican sus actos convencidos de hacerle un favor a la sociedad (Harold Shipman, médico homicida de más de 200 personas, afirmó que sólo buscaba liberar a sus pacientes del sufrimiento); lucrativos, extraen provecho económico de los crímenes (Henry Landru asesinó a varias esposas para heredar sus fortunas).
La edad promedio del inicio del asesino en serie se calcula entre los 25 y 35 años, no obstante se han reportado casos de niños con comportamientos similares a los asesinos adultos (Jessey Pomeroy, de doce años, torturó y asesinó a dos menores y torturó a otros tantos). Son pocos los casos de mujeres asesinas en serie; uno de los más impactantes fue  el de la noruega Belle Gunnes, que envenenó a más de cuarenta personas.
Resulta frecuente que cuando surge la alianza con un hombre cuya fantasía es matar, emerge el sadismo femenino en su máxima potencia. Así ocurrió en el caso del inglés Ian Brady quien convenció a una joven puritana, Myra Hindley, de ser su cómplice en cinco asesinatos; una vez ella aceptó participar, resultó ser más despiadada que su compañero.
Sin duda el asesinato serial es un fenómeno más propio de Estados Unidos y Europa, sin embargo algunos de los peores casos han ocurrido en territorio colombiano. Mientras que el estadounidense Gary Ridgway, con 50 víctimas, se trata probablemente del mayor asesino en serie de ese país, algunos de los asesinos locales lamentablemente registran en su carrera delictiva más de cien homicidios.
En Colombia muchos asesinatos registrados mediáticamente, donde la violencia sexual se considera evidente y el móvil no resulta claro para las autoridades (y además no logran resolverse), pueden haber sido obra de tales psicópatas sin que nos enteremos de su presencia. Es muy común reconocer en las páginas rojas la aparición de violadores en serie.
A continuación presentamos una siniestra galería de homicidas colombianos, que claramente se clasifican como asesinos en serie. La motivación primordial para cometer sus horrendos crímenes fue la búsqueda perversa de placer; no necesitaron de ningún otro pretexto más que su secreto deseo de invasión suprema de una vida humana. Ya que se trata de una galería del crimen múltiple, incluimos al final un caso de asesino frenético, muy diferente de los seriales, pero que comparte con éstos el escandaloso número de víctimas cobradas.
Encaremos al mal en su forma más aterradora.
01.
NEPOMUCENO MATALLANA
(1891-1960)
Tuvo una génesis traumática: recién nacido fue rescatado de un río por una joven que hizo las veces de mamá; años después, la mujer enfermó de lepra. Nepomuceno, desde entonces, negó que ella fuera su madre. En su juventud, en el departamento de Boyacá, estuvo involucrado con cuadrillas responsables de varias masacres.
Cerca de los cuarenta años, se reinventó en un viaje a Bogotá: aprendió de memoria códigos civiles y falsificó diplomas para dejar emerger el rostro del abogado. Su modus operandi consistía en enredar a sus clientes en litigios o en involucrarlos en algún negocio; una vez éstos le firmaban documentos de autorización legal, procedía a matarlos y a desaparecer sus cuerpos.
El socio criminal de Matallana confesó haber disparado contra uno de los clientes del "doctor Mata". Las autoridades relacionaron casos anteriores (más de treinta) donde las desapariciones y testamentos heredados a Matallana se repetían. A pesar de las pruebas, sostuvo que era inocente. Murió en prisión por fallo cardiaco.
02.
DANIEL CAMARGO BARBOSA
(1931-1994)
Llamado en los medios periodísticos "El sádico del Charquito" (vereda de Soacha). Barbosa fingía ser un vendedor ambulante; era su fachada para cazar. Primero fue violador en serie en compañía de su novia; la mujer le ayudaba a conseguir víctimas con el absurdo objetivo de restituirle la virginidad que no había guardado para él.
Fue encarcelado por estos delitos; una vez libre, en 1975, volvió a atacar a una joven, pero esta vez la mató. Fue condenado a 25 años en la entonces prisión de la isla Gorgona. Allí, durante diez años, se dedicó a leer a los clásicos de la literatura. En 1982, en medio de un descuido de las autoridades, escapó en una balsa y milagrosamente llegó a la costa suramericana. Estuvo en Brasil y luego llegó a Ecuador, donde violó y asesinó a unas setenta jóvenes (en promedio menores de 13 años).
En 1986 fue arrestado justo después de matar a una niña de nueve años; fue sentenciado a 16 años de cárcel. Fue asesinado en 1994 por otro recluso. Desde entonces, decirles a los niños colombianos que los monstruos no existen es mentirles.
03.
PEDRO ALONSO LOPEZ
(1949 - )
Su motivación homicida era reconocer el terror en los ojos de sus víctimas mientras las estrangulaba (más de 300 jóvenes entre los 8 y los 13 años). De niño, este tolimense fue abusado sexualmente; en la adolescencia encontró en el robo una forma de vida. En una de sus entradas a prisión, fue violado por cuatro hombres; pocos días después asesinó a sus atacantes.
Una vez en libertad, en 1978, deambuló por Perú, Bolivia y Ecuador. A finales de la década asesinó a más de 200 niñas. Fue detenido en Perú, estuvo a punto de ser linchado y enterrado vivo, pero un misionero intercedió en su favor. Salió libre y reinició su carrera homicida en Ecuador, donde mató a cerca de cien jóvenes.
En el momento en que intentaba raptar a una niña en una plaza de mercado, fue atrapado por los vendedores y posteriormente arrestado. Después de trece años en prisión, de nuevo la sombra del mal lo protegió y salió libre. Desde 1993 desapareció; se ha convertido en leyenda urbana.
04.
LUIS ALFREDO GARAVITO
(1957 - )
En su juventud, Garavito hizo un pacto con el diablo para ser invisible y nunca ser atrapado. Durante cerca de diez años, por desgracia, el pacto funcionó y le permitió deambular para asesinar a más de 190 niños. Ante las cámaras, después de ser capturado en 1999 por agentes de la Fiscalía, lloró frenéticamente. Ese acto cínico demostró la capacidad de engaño de un psicópata.
Por casi todo el territorio nacional (Quindío, Cauca, Meta, Boyacá, Cundinamarca, etc.), usando la fachada de vendedor o de mendigo, se mezclaba entre los pobladores hasta que identificaba a un niño al cual engañar y conducir a su trampa final. Oculto en alguna zona aislada (cañaduzales), amarraba a su víctima y la torturaba antes de matarla. Como acto final mutilaba el cuerpo de sus víctimas.
Ahora dice haberse convertido y ser un devoto religioso; en una entrevista para la televisión quiso usar de nuevo las cámaras para el engaño. Esperemos que la Justicia sea más fuerte que los pactos con Satanás e impida que la Bestia vuelva a la libertad.
05.
MANUEL OCTAVIO BERMUDEZ
(1961 - )
Violó y asesinó a 21 niños entre 9 y 14 años. Varias poblaciones del Valle del Cauca fueron su territorio de muerte. Usando una fachada de vendedor de helados, prometía a los niños pagarles por acompañarlo a cortar caña. Después de amenazarlos con un cuchillo, los amarraba y les inyectaba en las piernas una sustancia para paralizarlos.
Entre 1999 y el 2003, frente al hallazgo de 17 cadáveres, un grupo especializado de la Dijín, el Instituto de Medicina Legal y el CTI se encargó del caso. Una mujer, residente en Pradera, denunció la desaparición de su hijo; un vendedor de helados le informó haberlo visto en compañía de otro colega.
La mujer avisó a las autoridades las cuales desplegaron brigadas y pronto capturaron al sospechoso. En el allanamiento a su vivienda encontraron un reloj propiedad de su última víctima.
Al ser confrontado, Bermúdez confesó con frialdad. En el 2004 fue condenado a 56 años de prisión, pero debido a su confesión la condena se redujo a 26 años y ocho meses.
06.
JOHN JAIRO MORENO TORRES
(1979 - 1998)
Su apodo se debía a una quemadura en una pierna. Lideraba una banda criminal que a finales de los años noventa dominó la escena criminal de los barrios Fontibón y Kennedy. Disfrutaba matando, con machete, navaja o pistola, a todo el que se interpusiera en su camino o lo traicionara.
Se conoce un caso en donde le disparó a un joven por tan sólo haberle mirado fijamente. Se presume que fue culpable de varios casos de violación. Su ambición era tener el control de todas las bandas criminales y de venta de drogas de la zona. Asesinó a un expendedor de bazuco e incineró su cuerpo, el cual ordenó fuera despedazado.
En 1998 fue capturado y procesado por cuatro homicidios (se cree que fueron cerca de veinte); fue condenado a prisión en la Cárcel Modelo. Después de un motín de fuga fue trasladado a una estación de la Sijín. Una vez la cárcel retorno a la normalidad, fue ingresado de nuevo al penal. Dos horas después fue brutalmente asesinado por un grupo de prisioneros.
07.
CAMPO ELIAS DELGADO
(1934 - 1986)
El FBI acuñó el término asesino relámpago, para definir un crimen que contempla varios asesinatos en dos o más lugares sin un gran intervalo de tiempo. Tal fue el caso de este veterano de Vietnam, obseso del libro El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde, que afectado por el suicidio de su padre, y educado por una madre impositiva, alimentó desde muy joven una siniestra personalidad.
De acuerdo con el criminalista Edwin Olaya, en la noche del 3 de diciembre de 1986 Delgado apuñaló a su madre. Al día siguiente, armado con un revólver calibre 32 y un cuchillo, visitó a una joven (alumna suya de inglés) y la asesinó junto con su madre. Regresó a su apartamento en Chapinero y prendió fuego al cadáver de su progenitora. Mientras abandonaba el edificio, golpeó a la puerta de algunos vecinos y disparó a seis personas más.
En la noche, ingresó en el restaurante Pozzetto. Allí amenazó a los comensales y los obligó a acostarse en el suelo. Luego procedió a dispararles; asesinó a 19 personas. Según el testimonio de una sobreviviente, dos valientes hombres intentaron desarmarlo pero murieron en el intento. La policía intervino y hubo una confrontación final.
No hay consenso sobre si Campo Elías murió por disparos de las autoridades o se suicidó. Lo único cierto es la estela de dolor dejada por su cruzada homicida, que fue una absurda forma de destruir a quien más odiaba: él mismo.
Por: Miguel Mendoza Luna
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