En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información aquí

¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Historias

Miedos y terrores de un eyaculador precoz

IMAGEN-10173711-2

IMAGEN-10173711-2

Foto:

DÍA 1
Después de horas de inútil navegación por las telarañas de internet, es oficial: si quieres investigar acerca de los miedos de los hombres terminas leyendo disertaciones escritas por mujeres. El oráculo Google lo tiene clarísimo, como respuesta a mis consultas me propone solo blogs y revistas femeninas. Curiosamente, noventa por ciento de los artículos hablan de miedos sexuales.
Y luego ellas nos acusan de que solo pensamos en eso. Incluso se atreven a enumerar nuestros miedos en orden de importancia: 1) miedo a que falle la erección; 2) miedo a tenerlo pequeño; 3) miedo a la eyaculación precoz; 4) miedo a las comparaciones; 5) miedo al orgasmo fingido.
Llamo a mi amigo Roberto para contarle que estoy escribiendo un artículo sobre los miedos de los hombres y para preguntarle qué opina sobre el escandaloso hecho de que sean las mujeres quienes monopolizan la teorización de esta materia. Me detiene a mitad de mi divagación cagándose de risa: "Hablas como la de Sex and the city". Recuerdo de inmediato el nombre de la protagonista de la serie, Carrie Bradshaw, la periodista fashion que escribía sobre los dramas existenciales de las solteras de Nueva York.
Qué hijo de puta, le digo, no seas cabrón, vas a bloquearme, mientras lo escucho carcajearse al otro lado de la línea. Es obvio por qué son las mujeres quienes escriben sobre estos temas.
DÍA 2
Me siento a escribir y mientras busco la manera de iniciar el artículo me doy cuenta de que sí, es verdad, Roberto tiene razón: soy como Carrie Bradshaw, no más que en pijama y con una camiseta gastadísima de un equipo de fútbol que hace sesenta años no es campeón. Resignándome a que sea la musa de este artículo, me pongo a ver fotos de Sarah Jessica Parker y descubro que su nariz es fascinante.
Me encantaría chuparle la nariz. Veinte minutos de links más tarde estoy en una web porno de celebrities. ¡Basta de superficialidades!, hay que elevar el nivel de análisis, así que voy al lugar donde debería originarse cualquier reflexión, el diccionario de la RAE. Muy bien, empecemos por el principio: Miedo. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.
De acuerdo, veamos, entonces existe el riesgo de que 1) lo tenga pequeño, 2) no se me pare, 3) eyacule en tres segundos, 4) los ojos de mi pareja salgan de su órbita en su sobreactuada ficción de orgasmo y, por si fuera poco, 5) ella concluya que su anterior novio lo tenía más grande, más duro, aguantaba más y le producía orgasmos verdaderos. Dicho riesgo, menos mal, puede ser solo imaginario.
DÍA 3
Leo en diagonal un curioso artículo sobre cómo los psicólogos pueden hacer terapia a sus familiares. Tiene una introducción muy buena sobre el miedo. Dice que cuando se temen las propias acciones el miedo es melancólico y que cuando se temen acciones de otras personas el miedo es paranoico. Me encanta esta definición: el miedo a fallar en la cama es un miedo melancólico. La melancolía del mal sexo: tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada.
En cambio, los miedos a tenerlo pequeño, a las comparaciones y al orgasmo fingido son miedos paranoicos. Pierdo el tiempo fantaseando con un personaje para un cuento, quizá para una novela: un pobre tipo que tiene paranoia de tenerlo pequeño y se pasa el día entero buscando situaciones para mirarles el pene a otros, en baños públicos, duchas de clubes deportivos, playas nudistas, etcétera. Cada vez que descubre que lo tiene más grande se pone eufórico y ejecuta grandes hazañas filantrópicas. Cuando pasa lo contrario se dedica a organizar holocaustos.
DÍA 4
Hace más de diez años, me parece que fue en 1998, trabajé haciendo investigaciones de mercado para Zeta Max y Viagra, los primeros medicamentos contra la disfunción eréctil. Con ayuda de urólogos entrevistamos a cien varones que padecían esta enfermedad. Para mi sorpresa, la situación en general se mantuvo en los cauces de la normalidad técnica.
Quiero decir, que no hubo dramas ni situaciones embarazosas. Aprendí una paradoja interesante: que la palabra enfermedad a veces te salva de las garras de tus propios demonios. Conociendo el buen trabajo de los urólogos nunca ha dejado de sorprenderme que la publicidad de estos medicamentos, o de centros médicos especializados en problemas sexuales, me provoque un desasosiego y una angustia castrantes.
En términos generales, la estrategia publicitaria es la gastada y siempre efectiva del antes y el después. Antes: la pareja en el lecho ignorándose de espaldas, ella consumida por la ansiedad sexual insatisfecha y él fulminado por la impotencia. Después: carcajadas y almohadazos y fresas con nata en la cama, la mujer en una plenitud insólita para provenir de un simple coito (hace falta un orgasmo nuclear para generar esas sonrisas).
Y cuidado, que puede ser más indignante: después: dos viejos abrazados, tan apuestos que quisieras envejecer nomás para ser como ellos, mirando una puesta de sol con la típica expresión beatífica de misión cumplida.
Como toda buena publicidad, estos anuncios no solo se dirigen a su público objetivo natural, que serían las parejas con problemas sexuales, sino que también buscan alimentar en toda la sociedad el miedo al fracaso sexual: pretenden expandir el mercado incorporando nuevos clientes. No nos olvidemos de que en el estado de resultados de estas corporaciones, tu trauma suma.
DÍA 5
Le escribo un e-mail a roberto donde le explico, de manera tajante, por qué las mujeres son superiores. Es fácil: porque inventaron el dolor de cabeza. He llegado a esta conclusión después de analizar, fríamente, las razones no médicas por las que un hombre falla en la cama. Aceptémoslo: en la abrumadora mayoría de esos casos ya sabíamos lo que iba a pasar.
¡Qué podíamos esperar después de siete whiskys, de cuatro horas de fútbol sala o de habernos masturbado media hora antes pensando en la nariz de Sarah Jessica Parker!  La solución era sencilla, no intentarlo. Porque una vez acontecido lo no-acontecido, la melancolía y la paranoia comenzarán a arañarnos por dentro y a tejer el complejo.
Las mujeres elevaron el dolor de cabeza a la categoría de lugar común, de refugio universalmente aceptado e incuestionable. Lo más impresionante de este recurso es que no pone en duda la feminidad de la mujer que lo utiliza, ya que si lo emplea hábilmente nunca se le acusará de ser frígida. Los hombres en cambio estamos indefensos.
Cualquier explicación que le demos a una mujer para interrumpir sus insinuaciones nos dejará mal parados -nunca mejor dicho-. Hemos exagerado tanto en nuestra condición de machos infalibles que una mujer a la que nos neguemos pensará tres o cuatro cosas inspiradas en las telenovelas o en las enseñanzas de Carrie Bradshaw: 1) que somos homosexuales (si es la primera vez); 2) que nos estamos acostando con otra (si es nuestra pareja estable); 3) que la mujer en cuestión no nos gusta (aplica para cualquier situación); 4) la peor: que nuestra pareja ha dejado de gustarnos (especial para esposas).
Nos urge una campaña para rebajar la percepción de las mujeres sobre nuestro machismo.
¡Cuántos traumas y miedos y fobias evitaríamos si encontráramos nuestro dolor de cabeza!
DÍA 6
Paso el día perplejo, escuchando una y otra vez ese himno a la impotencia llamado Volcán apagado. Lo cantaba José José en los años ochenta y yo solía tararearlo de niño, sin comprender nada. Mucho tiempo después, una madrugada en un bar de chicas de moral vaporosa, volví a escuchar la canción y su significado se me reveló en un fogonazo terrorífico: "Yo que fui tormenta, yo que fui tornado, yo que fui volcán, soy un volcán apagado"... ¿Cómo es posible que esa letra esquivara la censura machista?
Desde mi punto de vista deberíamos ajusticiar a José José con carácter retroactivo a 1980, como mínimo.
DÍA 7
Después de una bellísima conversación etílica con Roberto, que no puedo reproducir por razones de censura, llegamos a una solución perfecta basada en las diferencias anatómicas entre los machos y las hembras: usar el escroto como excusa. Sería un pretexto perfecto porque una mujer nunca podría comprobarlo.
¿Qué les parecería poder deslizar la siguiente frase en el momento oportuno, antes de que la situación nos lleve al desastre inminente de la no-erección o la eyaculación precoz?: "Lástima que tengo el escroto retraído, me comenzó al mediodía". O: "Se me contrajo el escroto, a ver cómo amanezco mañana". O incluso en plan positivo y motivacional: "Ya verás cuando el escroto se me ensanche, ¡prepárate!".
Propongo desplegar una gran campaña publicitaria en alianza con los urólogos y las blogueras más famosas. No nos espantemos, nuestras mejores aliadas serán nuestras actuales enemigas: las columnistas de las revistas femeninas.
DÍA 8
he estado viendo trozos de episodios de Sex and the city. Parece el manual de los lugares comunes sobre los males de los hombres. En un capítulo, Samantha, la come hombres, se liga a un tipo que tiene el pene minúsculo: ¿ya estás dentro?, le pregunta todo el tiempo. En otro capítulo, el marido de Miranda, la abogada frustra hombres, pasa por una etapa de impotencia.
Todas fingen orgasmos en algún capítulo y defienden su carácter inevitable. Todas comparan sus experiencias sexuales con diferentes hombres. Y de pronto lo entiendo: ¡la serie es un producto del lobby feminista para tomar el control del mundo! La estrategia es grosera, de tan obvia: crear una serie para mujeres cuyo público objetivo en realidad son los hombres.
Hacernos sentir como intrusos cuando la vemos, como espías asomándonos a un mundo prohibido, y hacer crecer nuestros miedos, nuestras frustraciones, propiciar nuestros fracasos. ¡Alto! ¿Y qué es lo que ha estado haciendo Cosmopolitan todos estos años? ¿Y Vogue? ¿Y las telenovelas?
Llamo a Roberto enfebrecido por el descubrimiento. Piénsalo un poquito, le insisto, no te rías, ponte a pensarlo y verás que tengo razón. Por fin se digna a darme su veredicto: "Pareces John Nash". ¿Eh?, respondo. "Sí, ya sabes, el personaje chiflado de Russell Crowe en A beautiful mind".
Por Juan Pablo Villalobos
Fotografía: Sebastián Jaramillo
OTROS TEMAS:
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO