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Historias

Los reveses de Santiago Giraldo

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Todavía no ha derrotado a un top 10, pero su potente derecha, sus golpes al fondo de la cancha y su incansable competitividad, lo han convertido en el mejor jugador colombiano de todos los tiempos. O por lo menos en el de mejor ranking: el año pasado estuvo en el puesto 39 de la ATP, pero Giraldo va por más, puede llegar a ser 20 del mundo y romper su mala racha en los Grand Slam; pero más allá del tenis sueña con convertirse –en contra de todo lo que piensa la gente– en un gran político.
Por Andrés Botero – Retratos Pablo Salgado
Pietrasanta está enclavada en un lugar no muy lejos de Pereira. No es un corregimiento ni un municipio de Risaralda. Es el hogar de Santiago Giraldo, el mejor jugador colombiano en el escalafón de la ATP en la historia: 39 del mundo en julio del año pasado. Es un lugar en donde se entremezclan un sinnúmero de personalidades de una familia que ha vivido y sentido el tenis. Un minitour es suficiente para conocer parte de su historia. Miel y Limón, dos pastores collie, no saben si correr hacia su amo o continuar con sus narices entre mis pantalones.
En el piso de abajo hay un acuario natural que tiene como presencia principal la Virgen de Guadalupe. “Voy a misa cuando estoy en Pereira y en algún aeropuerto aprovecho las capillas para rezar”. En la cocina, Chelsea, Araceli y Luz, o “Lucecita”, como le dice el “niño” Santiago, preparan el almuerzo: lentejas, arroz, ensalada, carne, unos platanitos maduros sofritos en mantequilla, la debilidad del menor de los Giraldo Salazar y como buena mesa paisa, una jarra de leche con bocadillos o arequipe para endulzar lo que resta del día.
“De los pocos meses que pasa Santiago en su casa, los plátanos maduros al horno y bañados con crema de leche, así como los calentados con arepas que hace su papá Eduardo no pueden faltar. ‘Santi’ es un muchacho responsable y cumplido, pero también acelerado, impaciente y ansioso”, dice su mamá. En la otra ala de la casa está una habitación gigante, un estudio pequeño donde Eduardo, su papá, calma su pasión musical con la guitarra y un órgano en el que interpreta tangos y boleros.
En el segundo piso se halla la habitación de sus padres, un estar cómodo y con buena ventilación y la habitación que –hoy por hoy– Giraldo solo usa durante mes y medio en el año. Antes tenía un apartamento en Bogotá, pero se cansó de la ciudad, “me gustaba Bogotá, porque podía usar abrigos, zapatos de buenas marcas. Me gusta comprar ropa en el exterior; me gusta vestirme bien, pero el tráfico de Bogotá me espantó”.
En un rincón están apiñadas las credenciales de todos –o casi todos– los torneos a los que ha asistido –entre ellos todos los Grand Slam– y una exuberante colección con los sombreros que ha usado en las cabalgatas que organiza para su cumpleaños, sin embargo, lo más notable de la habitación es un cuadro sin firma: “El cuadro de los sueños”, su obra maestra.
Hace tres años, Santiago se hacía varias preguntas sin respuestas inmediatas: ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?, y ¿para qué? Se armó de papel y lápiz y el resultado fue un bosquejo que hoy luce enmarcado y que lo ayuda a regir su camino y su destino. “La obra” es un pedazo de cartulina enmarcada lleno de flechas y con toda la apariencia de un organigrama empresarial, en un círculo central está la frase “lo que yo quiero ser” y alrededor una veintena de flechas con las cosas que tiene que conservar y cultivar para alcanzar su meta: familia, amigos, negocios…
“Desde muy niño fui un viejito. Siempre iba pensando en cosas que no correspondían a la edad que tenía si me comparaba con mis primos y con mis amigos. Era muy estricto y eso no era sano. Sufría con muchas cosas. Hoy por hoy sigo siendo estricto con mi manera de actuar, ser muy positivo, ser muy correcto, tener cuidado conmigo mismo. Perfeccionista con los métodos de entrenamiento, los detalles de las cosas. Soy ordenado porque uno no puede salirse del camino si tiene que competir con tanta gente tan buena”.
Aunque profesionalmente los títulos le han sido esquivos, espera pronto romper con esa mala fortuna. En el ATP 250 de Santiago de Chile, en 2011, estuvo muy cerca, pero un descuido, de esos imperdonables en el tenis, le permitió al veterano español Tommy Robredo quedarse con el triunfo, algo que ni él esperaba, dice Santiago, quien marcó ese año como su mejor inicio de temporada.
Santiago es el hermano menor de Daniel y de Carmiña, otra tenista de lujo: fue jugadora del equipo Colsánitas, representó muchas veces al país en torneos suramericanos y la Copa Federación y fue parte de una era dorada del tenis femenino con Fabiola Zuluaga, Catalina Castaño, Mariana Mesa, Tatiana López, Juliana García, Cecilia Hincapié, entre muchas otras. Es el modelo de hermana perfecta: consentidora, pero a la vez estricta y fuerte con lo que respecta a la vida de su hermano. El propio Santiago es padrino de Rafaela, la hija de Carmiña, pero confiesa que se muere con la misma intensidad por Mía y Mariano, los hijos de su hermano Daniel.
Santiago no solo ha sido tenista: practicó natación, golf, voleibol y algo de baloncesto, no tanto, me aclara, porque tenía miedo de que se le torcieran los dedos. También es aficionado a la equitación y no descarta la idea de tener “una tierrita y algunos caballos”. Su mamá, por su lado, quería que fuera más “completito” y se esforzó para que a sus 12 años también bailara bien. Lo puso en clases, pero no le gustó porque en lugar de recibir clases con una bailarina caleña, le tocó con un profesor y solo volvió a azotar baldosa cuando tuvo entre sus brazos a una profesora.
Y entre tantas actividades, también aprendió a tocar el piano. Como estudiante, a pesar de que siempre fue el ejemplo para sus compañeros y el alumno ideal para sus maestros en el colegio Calazans de Pereira, nunca entendió por qué a su edad (seis años) tenía que levantarse tan temprano –a las 5:00 a. m.–, y llegar bien entrada la tarde –4:00 p. m.– a su casa. Su karma terminó cuando viajó a Medellín a unirse por primera vez al equipo Colsánitas durante todo un año.
“Tuve la oportunidad de ser uno de sus primeros entrenadores. Desde niño se le veía la pasión. Estuve con él en un Suramericano y en el Mundial Sub-14 años. El equipo lo integraban, además, Robert Farah y Jonathan Otero. Giraldo se atacaba a llorar cuando perdía un punto y en muchas ocasiones era por exigirse más”, me dijo Miguel Tobón, extenista y hoy entrenador.
Más tarde fijó su residencia en Bogotá y sus estudios empezaron a ser una subdivisión del tenis. “Los curas españoles eran muy estrictos. Pensándolo bien, el día que tenga un hijo lo pondré en un colegio mixto, nunca en uno masculino o en uno femenino”, me dice. En este momento, pensar en una carrera es imposible, pero Giraldo no renuncia a la idea de sacar adelante una carrera en ciencias políticas o en derecho, o las dos, porque cree que tiene futuro en la política.
– Me retiraré del tenis, si Dios quiere, con 34 años. Y no sé si seguiré, o no, ligado al tenis, me gustaría ser capitán del equipo de Copa Davis, asesor de la Federación o estar ligado con el deporte: tal vez desde la dirección de Coldeportes o desde la presidencia del COC –Comité Olímpico Colombiano–. La política me suena. Ser alcalde de Pereira se me ha pasado por la cabeza, o ser senador. Todo me lo he imaginado, no le veo nada descabellado.
“Lucecita”, una de las empleadas, le dice que llegó su profesor de inglés. Santiago dice que habla italiano, portugués y catalán, pero todavía le falta un poco para hablar un inglés perfecto. En ese idioma, haciendo de tripas corazón, se acercó a Michael Phelps en los Juegos Olímpicos de Londres. “Nunca en la vida le había pedido una foto a un deportista. Estaba en la esquina después de un buffet donde no había nadie en la Villa Olímpica. Si hubiera habido más gente no hubiera sido capaz. Me atreví y me contestó: ‘Después de comer’. Me dio rabia. Yo también era deportista, no había nadie y no tenía que hacer nada, solo posar un segundo”.
El final de 2012 fue lo más cercano a una pesadilla. En el Seguros Bolívar Open de Cali, en septiembre, Giraldo tuvo una apendicitis en pleno torneo, no le prestó atención al dolor y más adelante tuvo que salir de la cancha con una peritonitis. Fue intervenido en la clínica Sebastián de Belalcázar y su novia, la diseñadora de modas Camila Vásquez, se encargó de animarlo durante toda la recuperación.
“La conocí a los 17 años y duramos tres de novios. A los 20 nos dimos cuenta de que éramos muy jóvenes para una relación tan seria. Ella se fue al exterior y yo seguí con mi tenis. Coincidimos hace algo más de un año: hablamos y volvimos. Ella reside actualmente en Nueva York donde está terminando un minimáster”. Los días más críticos, Camila entró, y con la ayuda de Elsa, la mamá de “Santi”, le adornó toda la habitación con bombas y carteles.
Su presencia fue vital para la recuperación inicial del tenista. Junto a ella, también lo acompañaron sus amigos y compañeros del equipo Colsánitas, Robert Farah y Juan Sebastián Cabal. El otro amigo que no dejó de preguntar por él fue su amigo, rival y socio Alejandro Falla. “Somos muy amigos porque no nos parecemos en nada. Él es muy calmado, tranquilo, muy diferente de mí. Somos rivales directos, pero nos la llevamos súper, es un gran personaje, al punto que tengo dos negocios de bienes raíces con él”.
En el trance de la enfermedad lloró varias veces porque estaba en el mejor momento de su carrera y –además– realmente su vida estuvo en peligro: tuvieron que intervenirlo dos veces de extrema urgencia. Pero se recuperó y llegó con fuerzas al día más especial del año: el 27 de noviembre, el día de su cumpleaños y el de su novia; su día de cabalgata.
– No me emborracho, me gusta el vodka, la ginebra, la champaña, la cerveza y el vino, pero trato de tomarme un solo trago, mientras hay reguetón, música electrónica, salsa o merengue, no hay problema y cuando estoy feliz empiezo a pedir rancheras.
“Santiago tiene mucho por mejorar. El saque, sobre todo: el segundo tiene que ser más potente. Además tiene que aprender a cerrar los puntos en la malla y controlar su temperamento, que si bien es una de sus mejores armas, cuando pierde los cabales todo se le viene abajo. Más allá de eso, creo que tiene el juego para estar dentro de los treinta mejores del mundo”, dijo Mauricio Hadad, extenista colombiano y quien fue 78 del mundo.
 Pese a romper con el récord que ostentaba Iván Molina, como el jugador mejor clasificado en la historia del escalafón de la ATP (40), las estadísticas frente a los cuatro mejores del ránking son negativas. Nunca ha logrado una victoria en diez encuentros en los que los ha enfrentado –uno contra Federer, cinco frente a Nadal, y de a dos ante Djokovic y Murray respectivamente–. “Siempre he sido un soñador: un niño de metas, un joven de metas y ahora ya de adulto decidí seguir alcanzando metas.
Y una de esas metas era ser el mejor de su país, que a pesar de no tener una tradición tenística, tenía unos referentes importantes ya que es un número que no es fácil de batir. Ser 40 del mundo son palabras interesantes. Uno de los objetivos más lindos que cumplí fue pasar esa barrera y saber que puedo llegar mucho más arriba y ser el uno de Colombia. Es un aliciente, un motivador para seguir trabajando y seguir dando lo mejor como tenista, como persona y como ejemplo para abrir un camino y una brecha más importante del tenis”.
Para el 2013 la tarea pendiente es la Copa Davis, la cual iniciarán en abril frente al ganador entre Uruguay y República Dominicana. Si logran el triunfo pasarán al repechaje al grupo mundial, donde están los 16 mejores equipos del mundo.
“En torneo me preocupo en dormir muy bien. Mínimo nueve horas diarias. Me despierto entre las 8:30 y las 9:00 a. m. Desayuno con calma. Si es día de partido hago calentamiento, luego almuerzo, dependiendo de la hora en la que juegue. Me preparo, todo debe estar dentro de la bolsa porque me gusta tenerlo todo controlado. Tiendo a bajar mucho de peso, pero no necesito dietista porque soy muy juicioso con mi comida. Conservo un peso ligero que puedo controlar con suplementos. Desayuno fruta, huevo, champiñones, tostadas; nunca me he tomado un café en mi vida. Como cinco veces al día (fruta, granola, barra). Almuerzo arroz o pasta o papa. Una ensalada. La verdad es que como absolutamente de todo”, dijo.
Ya empieza una nueva temporada, acaba de salir en primera ronda de Australia, pero el año apenas comienza; nuevos partidos, nuevos lugares. “Aprovecho mucho las estadías en los lugares a los que viajo. Me encanta salir, conocer, tomar fotos, ir a lo más propio de cada uno. Trato de comer todos los días en restaurantes diferentes y pruebo de todas las comidas. Hasta hace poco tenía que viajar con cuatro pasaportes, porque tenía visas en cada uno. Cada 14 meses saco un pasaporte nuevo y ya tengo unas 700.000 millas”.
Giraldo sumó más millas en el Abierto de Australia, pero no pasó la primera ronda; tal vez, por las secuelas de la peritonitis y la ansiedad de estar otra vez en competencia, todavía no se encuentra al ciento por ciento pero el año apenas comienza y él sabe que todavía puede superar sus marcas, igualar a Mauricio Hadad como el único colombiano en ganar un torneo ATP, llegar más lejos en un Grand Slam y, entre otras cosas, llevar a Colombia al grupo mundial de la Copa Davis. El año 2013 puede ser su punto de quiebre.
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