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Historias

Umberto Valverde y Cristina Varela: la memoria de la salsa

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Foto:

A principios del 2014, Cristina Varela llegó con su mamá a Zaperoco, uno de los bares de salsa más tradicionales de Cali. Ella acababa de aterrizar después de haber pasado un tiempo estudiando en San Francisco, y cuando recorrió la plazoleta que llevaba el nombre de su padre, en todo el centro de la ciudad, se sorprendió por no encontrar nada que hablara de su legado: nada menos que las canciones que se inmortalizaron en la voz y los instrumentos del Grupo Niche. Cuando entró al lugar, fue directo a hablar con Umberto Valverde y le preguntó: “¿Cómo hacemos para que en esa plazoleta se cuente la historia de mi papá?”.
Cristina Varela y Umberto Valverde
Valverde llevaba décadas contando de distintas maneras la historia de la salsa. “En el barrio Obrero, donde crecí, las opciones eran ser futbolista o ser delincuente”, dice. “Yo me dediqué al fútbol, pero se me atravesó la rumba y terminé escribiendo Bomba Camará antes de cumplir veinte años”. Los cuentos de ese libro, que se ganó el premio Casa de las Américas en 1969, lograron contar la salsa no como un género, sino como todo un movimiento cultural. Entonces se dedicó a escribir para reflexionar sobre la música y su obsesión lo llevó a conocer figuras inmensas, como Celia Cruz –escribió su biografía Celia Cruz: Reina rumba– y, obviamente, Jairo Varela, tal vez el referente salsero más importante en la capital del Valle. “Jairo es uno de los cuatro grandes compositores de la salsa”, dice Valverde. “Entonces hicimos un montaje con objetos y fotografías que ellos habían recuperado sobre Que todo el mundo te cante, la biografía de Varela que yo escribí”.
Lo que en el 2014 fue una sala de exposición sobre la vida de Varela, con los años se convirtió en un museo, que dirigido por Cristina Varela es hoy un espacio para construir la historia de la salsa. Además de los tesoros de Niche, tienen en su colección partituras originales, como la de Llorarás, de Óscar de León, y la de Mambo rock, de Alfredito Linares; instrumentos legendarios como las maracas de Caíto, uno de los cantantes de La Sonora Matancera, y vestidos épicos, como uno que usó Ismael Miranda en los conciertos de Fania y otro que perteneció a Celia Cruz. “Cada día que pasa dimensiono mucho más la figura de Jairo”, concluye Valverde. “Fue el gran visionario de la salsa, amaba la tecnología y los campos digitales, y aunque siempre se apegó al sonido de Nueva York, nunca dejó de usar los ritmos del Pacífico. Ese fue su sello, su esencia, su alma”.
El Museo de la Salsa Jairo Varela
REVISTA DONJUAN
EDICIÓN 145 - MARZO 2019
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