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Historias

El Picasso colombiano de los Panama Papers

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Entre los 1.245 colombianos enredados en los papeles de Panamá, se encuentra la familia Marulanda Ramírez, que adquirió y mercadeó un cuadro de Picasso a través de Mossack Fonseca. Su título es Tête de femme y fue pintado en octubre de 1939. ¿Cuál es la historia detrás de esta obra avaluada en doce millones de dólares? ¿El cuadro es auténtico? ¿Cómo entró al país y cuál es su paradero actual? ¿Se trata de otro caso de burbuja especulativa ajustado al modelo de una sociedad offshore? Un periodista de DONJUAN le siguió la pista al cuadro durante un año, llegó al fondo de la historia y se encontró con nombres como el del jefe de la mafia china, Gao Ping, y el del actor porno Nacho Vidal. 
En una lluviosa tarde de martes de 2016, voy caminando por la carrera Séptima de Bogotá, con los libros y carpetas de Dora Montero, que va a mi lado tratando de sostener el paraguas que nos cubre a los dos.
Dora Montero es periodista independiente, profesora de la Universidad Sergio Arboleda y miembro del Consejo de Redacción desde su fundación en 2008, sucursal del International Consortium of Investigative Journalists (ICIJ), la red mundial de reporteros que se dedican a revisar los once millones de documentos de los papeles de Panamá, donde aparecen 1.245 colombianos vinculados con Mossfon Trust, como se conoce a Mossack Fonseca en nuestro país, un prestigioso y poderoso bufete panameño con cincuenta sucursales en las principales capitales del mundo, especializados en las firmas offshore, diseñadas para mantener ocultas fortunas y propietarios, aprovechadas para evasiones tributarias.
Entre los colombianos relacionados en los papeles de Panamá se encuentra Cecilia Ramírez de Marulanda, que en enero de 2007 entregó en carácter de donación a Styland Foundation (una empresa offshore) un cuadro de Picasso que adquirió en España en 1996 a un coleccionista privado por medio millón de dólares.
Cecilia Ramírez de Marulanda nació en Bogotá en 1920 y ha vivido durante los últimos años en la hacienda Bellacruz (de diez mil hectáreas), una de las propiedades de la familia en el Cesar. Según sus familiares, sufrió una hemorragia cerebral en agosto de 2015 que la dejó semiparalizada. Cecilia se casó con Alberto Marulanda Grillo –liberal caldense– en 1944. Un año después nació el primero de sus hijos, Carlos Arturo, que hizo parte del llamado “kínder” de Gaviria (1990-1994) y fue embajador ante la Unión Europea y Bélgica durante el gobierno de Samper; luego nacieron Francisco Alberto, Gloria y María Cecilia, esta última esposa de Enrique Sarasola, un empresario madrileño muy cercano al expresidente del gobierno español Felipe González. Según el periódico El Tiempo del 17 de enero de 1996, Sarasola se vio involucrado en las irregularidades que rodearon el contrato para la construcción del metro de Medellín con seis compañías (tres españolas y tres alemanas) adjudicado en 1983. Enrique Sarasola murió en el 2013. Su hijo mayor Enrique (Kike) Sarasola es un hombre de sociedad, cuatro veces campeón de hípica, que declaró públicamente su homosexualidad en la revista Zero. Es dueño de la cadena de Hoteles Room Mate, se casó en Madrid en el 2006 con Carlos Marrero, su novio de toda la vida, matrimonio al que acudieron numerosas personalidades, como Felipe González, la duquesa de Alba, entre otros.
Tras la muerte de Alberto Marulanda se creó una sociedad familiar con el nombre de Inversiones Marulanda Ramírez Ltda.
El cuadro de Picasso que compró Cecilia Ramírez mide 46 por 33 centímetros y está fechado el 15 de octubre de 1939. Retrata a Dora Maar, una artista y fotógrafa francesa, amante del entonces sexagenario pintor malagueño durante los convulsionados años de la guerra y los primeros años de la ocupación alemana en Francia. El cuadro se llama Tête de femme (Cabeza de mujer) y está avaluado en doce millones de dólares. Entró al país sin hacer mucho ruido y salió de la misma manera en 2007, hasta que comenzó a sonar el alboroto de los papeles de Panamá.
Cecilia Ramírez no reportó a la autoridad tributaria colombiana la compra del cuadro de Picasso al coleccionista privado, así como su donación a Styland Foundation (se configuró una autodonación), con lo que la familia se ahorró el pago del impuesto de ganancia ocasional, que en el 2007 era del 33 %, unos cuatro millones de dólares.
Documento en el que Cecilia Ramírez de Marulanda se refiere a la entrega a Mossfon Trust Coporation del cuadro de Picasso; Tete de Femme, firmado y fechado 15.10.39, óleo sobre lienzo, 46 por 33 cm.
***
Conozco a Dora Montero desde hace un año. Es concienzuda, y ha tenido un interés más que circunstancial por el caso de los papeles de Panamá y sus once millones de documentos encriptados en 2,6 terabytes. Ella y su equipo de trabajo han desclasificado los ochocientos documentos relacionados con la familia Marulanda Ramírez entre los que aparecen las copias de Styland Foundation, en las que Cecilia Ramírez figura como la beneficiaria principal de la empresa junto con su nieto Fernando Sarasola, un cuestionado empresario español que ha sido investigado por la justicia tributaria española desde septiembre de 2013 por blanqueo de capitales y contrabando de mercancías, junto a otros ciudadanos españoles, israelíes y chinos, entre ellos el jefe de la mafia china, Gao Ping, y Nacho Vidal.
Según el ICIJ, la investigación de las autoridades españolas dejó al descubierto una compleja trama en la que miembros de la mafia de Gao Ping contactaban a personas de renombre en España, que a través de sus cuentas en paraísos fiscales hacían giros a cuentas en China y, a cambio de una comisión, les pagaban el dinero en efectivo en Europa.
Después vino la tarea del bufete de abogados panameño: Styland Foundation le donó el cuadro a Keystar Promotion Inc., una empresa de papel controlada por la familia Marulanda Sarasola, pues eran los únicos inversores. Tres años después, el 9 de abril de 2010, Keystar Promotion Inc. hizo un contrato con Sotheby’s Londres para la venta de la pintura. El contrato no fue firmado por Cecilia Ramírez o Fernando Sarasola, sino por dos prestanombres: José Jaime Meléndez y Jenny Martínez Dutari, dos empleados de Mossack Fonseca que fijaron un precio mínimo de venta por la obra de doce millones de dólares. En el recibo de depósito hay una nota al margen escrita por Antonia Serra –una especie de consejero general de la casa de subasta londinense– que parece sacada de un anexo notarial: “sin marco, algo sucio y en buenas condiciones”.
Le pedí a Dora Montero que me permitiera corroborar varios datos que había encontrado en la reportería previa a esta crónica en su base de datos, ella dijo que estaba de acuerdo, que no veía nada malo en ello y que, en realidad, disfrutaría poder conocer a fondo el caso del Picasso de la familia colombiana. “Nosotros hemos probado que hay una conexión entre el mercado del arte y los paraísos fiscales, una estrategia para huirles a las autoridades fiscales nacionales e internacionales”, dijo Montero.
Fue por esto por lo que caminamos juntos hace unos momentos, esta mañana, hasta su oficina en la Universidad Javeriana.
Comunicación que refiere al contrato de mandato de venta entre Keystar Promotion, Inc. y Sotheby´s dirigido al Mossack Fonseca.
En uno de los correos electrónicos desclasificados, los empleados de Mossack Fonseca mencionan que la señora Ramírez compró el cuadro de Picasso “para tenerlo como inversión y parte de su patrimonio para el futuro (sic)”. En el mismo correo se confirma que la compra se efectuó entre personas conocidas, sin papeles ni contrato en ese tiempo (1996-1998) y, además, un coleccionista europeo contrató a un investigador privado para ubicar una segunda versión de un cuadro de Picasso que adquirió en Christie’s en 1997, obra que al parecer se trataba del mismo cuadro que compró Cecilia Ramírez. Luego Mossack Fonseca creó una cuenta en Bahamas a nombre de Cecilia Ramírez para que Sotheby’s consignara el dinero por la venta del cuadro.
Esta operación se vio inmersa en el escándalo mediático originado por un centenar de familias campesinas que iniciaron una huelga de hambre en la sede del Incora en Bogotá en 1997, que aseguraban haber sido desplazadas de sus terrenos en el Cesar por la familia Marulanda Ramírez, por lo cual el bufete pedía a la casa de subastas Sotheby’s Londres hacer caso omiso a la noticia y dar celeridad a la consignación del dinero.
La familia Marulanda Ramírez ha sido investigada por vínculos con el paramilitarismo y la adquisición fraudulenta de tierras en el Cesar. Según el portal Verdad Abierta, la Unidad de Justicia y Paz, que investiga los crímenes cometidos por paramilitares en el sur del Cesar, solicitó investigar a los hermanos Carlos Arturo y Francisco Alberto Marulanda Ramírez por su presunta responsabilidad en el desplazamiento de ciento veinte familias de campesinos que fueron expulsados de la hacienda Bellacruz en 1996. Después de las investigaciones, Carlos Arturo fue capturado en España en 1998 y extraditado a Colombia cuatro años después para responder por el caso de la Bellacruz, pero recobró la libertad el 1 de noviembre de ese mismo año. Francisco Alberto había sido condenado en julio de 2003 a dieciocho años de prisión por estos hechos, pero en segunda instancia fue absuelto por el Tribunal Superior de Magdalena.
En 2008, La Dolce Vista Estate compró a los Marulanda sus empresas MR Inversiones Ltda. y Frigorífico La Gloria S.A., que tenían propiedad sobre la antigua Bellacruz. Un año después, los compradores rebautizaron el predio como Hacienda La Gloria y desarrollaron allí un proyecto de palma africana mientras el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural –Incoder– adelantaba el proceso de recuperación de baldíos sobre esas tierras: en mayo de este año, la Corte Constitucional falló a favor de los campesinos desplazados de la Bellacruz.
La versión de los hechos que sugieren los documentos desclasificados, tal vez por ser la más maliciosa, consiste en que Cecilia Ramírez, María Cecilia Marulanda y su hijo, Fernando Sarasola, asumieron la representación legal de las propiedades y empresas de la familia después de los hechos de la Bellacruz, por lo que decidieron sacar todo su capital hacia Panamá y, por esa razón, Sarasola es el miembro de la familia que aparece en la mayoría de las transacciones hechas a través de la Mossack Fonseca desde 1999, “en los correos y documentos desclasificados queda claro que él es quien maneja todo”, señala un artículo del Consejo de Redacción que Dora Montero leyó en voz alta desde la pantalla de su computador.
La donación del cuadro de Picasso hacía parte de la herencia de la familia Marulanda Ramírez que fue llevada a Panamá a través de Mossack Fonseca. La relación de la familia con Mossfon Trust inició en 1999, cuando tomaron el control de la compañía Reading Horses, con sede en Alofi, Niue, una pequeña isla en medio del océano Pacífico y Estado libre asociado a Nueva Zelanda. Durante dieciocho años, la familia recibió la asesoría de Mossack Fonseca para crear empresas y fundaciones en Panamá a las que fue a dar gran parte de su patrimonio, estimado en cuarenta millones de dólares.
Recibo de depósito de Sotheby´s dirigido a Keystar Promotion, Inc. en el que se hace referencia al estado del cuadro.
***
Guillermo Vanegas y yo tomamos café en el Juan Valdez del Centro Internacional de Bogotá. Quizás somos los únicos del sector que no llevamos camisetas amarillas y que no tenemos los ojos puestos en la pantalla que transmite el partido de fútbol, sino en unas hojas de papel que imprimí dos días antes y en las que aparece, entre otras imágenes, dos Cabeza de mujer que Picasso pintó en aquel octubre de 1939, que confundieron a los empleados de Mossack Fonseca, a varios periodistas de ICIJ, y me abrieron el camino para establecer cuál obra estuvo en manos de la familia Marulanda Ramírez.
Después de las primeras revisiones, él me aclara que dentro de la gran obra de Picasso, la Tête de femme es una obra secundaria, derivativa. “Un museo no se mataría por tener una de estas cabezas de mujer”, dijo, y agrega: “Pero usted sabe que cuando las acciones bajan en Wall Street, los inversores se refugian en las obras de arte, sobre todo en Picasso”. En tiempos de incertidumbre o de crisis económica global se buscan alternativas para proteger el capital, una de ellas es el arte. Vanegas, investigador y docente de artes plásticas, me ayuda a desenredar el nudo de la historia del cuadro.
Al comienzo de mi reportería encontré varias notas publicadas erradas que mencionaban que la mujer representada en el cuadro en cuestión era Marie-Thérèse Walter (amante y musa de Picasso, y madre de su hija Maya). Luego de intercambiar información con Dora Montero encontré que no solo mencionaron a Marie-Thérèse en algunos correos electrónicos por los empleados de Mossack Fonseca, sino que dijeron que el fondo del cuadro es amarillo y la retratada es una rubia (lo que no tiene nada que ver con el cuadro de la familia Marulanda).
Como me alcanzaron a confundir, seguí rastreando los datos que me llevarían a verificar la autenticidad y la historia del cuadro en cuestión, tras consultar dos documentos desclasificados (el contrato de mandato de venta –un contrato mediante el cual una persona confía la gestión de uno o más negocios a otra– firmado por Sotheby’s y Keystar Inc., y la formalización del cuadro que hizo Cecilia Ramírez con Mossfon Trust el 23 de enero de 2007) confirmé que las medidas de la Cabeza de mujer son 46 x 33 centímetros y está firmado y fechado el 15 de octubre de 1939.
Luego de establecer los datos de la obra, contacté a la Fundación Picasso (Museo Casa Natal, en el Ayuntamiento de Málaga). Dos días después de solicitar la información, Carlos Ferrer Barrera, coordinador del centro de documentación de la fundación, me contactó para informarme que había encontrado dos obras tituladas Cabeza de mujer (Tête de femme), pintadas por Picasso en octubre de 1939.
En octubre de aquel año, mientras Francia se movilizaba a regañadientes para la guerra, Picasso cuidaba los detalles de la gran retrospectiva de cuarenta años de arte que se iba a inaugurar en Nueva York, en el Museo de Arte Moderno, en el mes de noviembre. “Como parte de la correspondiente publicidad, pasó un día posando en el estudio de la calle Grands-Augustins, en Lipp’s y en el café de Flore para Brassaï (Gyula Halász), que lo fotografió para la revista Time”, cuenta Arianna Huffington en su biografía Picasso: creador y destructor. En aquel año, una guerra entre las potencias europeas parecía inminente, el primer episodio de la tensión bélica fue la guerra civil española (1936-1939) que finalizó con el triunfo de los sublevados encabezados por Francisco Franco. Picasso representó el sufrimiento de la guerra y su atormentada situación sentimental de aquella época con el Guernica, su obra más conocida y universal. Picasso se conmocionó con las noticias del bombardeo de la ciudad vasca por parte de la Luftwaffe alemana, el 26 de abril de 1937. Una semana después del bombardeo recibió el encargo de Josep Renau, a petición del Gobierno de la Segunda República Española, para exponer en el pabellón español durante la Exposición Internacional de 1937 en París, con el fin de atraer la atención del público hacia la causa republicana en plena guerra civil. Picasso pintó el cuadro entre mayo y junio de 1937. Dora Maar registró todo el proceso creativo del gigantesco tríptico, documentó la metamorfosis de la obra desde su primer estadio hasta su ejecución final.
Esta obra se encuentra en el National Gallery of Art en Washington D.C. corresponde al retrato de Dora Maar. (Óleo sobre lienzo - 1941). Picasso seguía casado con la rusa Olga Khokhlova, madre de su hijo Paulo, y compartía casa con la sueca Marie-Thérèse Walter, madre de Maya. Cuando Pablo Picasso y Dora Maar se conocieron, ella tenía 29 años y él 55.
Además, en octubre de 1939, Picasso recibió la invitación de la Embajada de los Estados Unidos para trasladarse a América, pero rehusó la invitación. Una ruptura drástica con su modo de vivir, sus mujeres, sus casas y sus costumbres era impensable. Una tensa tranquilidad fue la atmósfera en la que pintó la obra que llegó a manos de la familia Marulanda sesenta años después.
Continúo con la historia del cuadro. La primera Tête de femme es la imagen de Marie-Thérèse que mencioné arriba y que confundieron algunos con la de Dora Maar. Está fechada el 9 de abril de 1939, mide 41,3 por 24,1 centímetros; en el catálogo razonado Online Picasso Project, aparece que fue subastada en 1992 en Sotheby’s Nueva York por 350.000 dólares y permanece en la colección de Helly Nahmad en Londres. Observando la obra en mi estudio, me sorprendió el daltonismo involuntario de los empleados de Mossack Fonseca: el fondo del cuadro no es amarillo sino azul, y sobresale el blanco y los tonos pálidos de la rubia retratada.
El segundo cuadro retrata a Dora Maar, aparece en el catálogo razonado Online Project Picasso del profesor Enrique Mallén y en el catálogo Zervos (un compendio de consulta en el que se documentó toda la obra de Picasso en treinta y tres volúmenes, con 16.000 reproducciones de dibujos y pinturas, fue realizado por Christian Zervos, un crítico de arte greco-francés que dedicó toda su vida al pintor malagueño), y coincide con los datos que aparecen en el contrato de mandato de venta y el recibo de depósito de Sotheby’s y Keystar Inc., fechados en abril de 2010. Es el retrato transfigurado de una mujer elegante, lleva sombrero y un vestido violeta. Picasso atormentaba a Dora Maar al mismo tiempo que se enorgullecía de su inteligencia, su talento y su fortaleza. “Aunque había sido feliz junto a Picasso, la imagen de Dora pronto se desvanecería en su representación, congelada para siempre, en las diversas fases de la Mujer llorando”, cuenta Gijs van Hensbergen en su libro Guernica, la historia de un ícono del siglo XX. En veintiséis ocasiones Picasso volvió a la representación de la mujer desesperada; la última, en octubre de 1939. “La aflicción, la guerra y las mujeres de Picasso se habían ido fundiendo poco a poco en una sola cosa”, agrega Van Hensbergen. En una carta que Picasso le escribía a su segunda esposa Françoise Gilot, en marzo de 1942, le explicaba el motivo de esta especie de mater dolorosa:
El artista no es tan libre como de alguna forma aparenta. Lo mismo sucede con los retratos que he hecho de Dora Maar. No podía hacer un retrato de su risa. Para mí, ella es la mujer llorosa. Durante años la he pintado de formas atormentadas, no con sadismo, ni tampoco con placer, sino únicamente obedeciendo a una visión que se imponía en mí. Era una realidad profunda, no superficial”. En cuanto a su procedencia hay indicios que marcan el camino: la obra estuvo en la Galería Theo de Madrid y se exhibió en el año 2000, con motivo de la Exposición Picasso, que revisó toda la obra del malagueño de las colecciones españolas. La información que ofrece el catálogo razonado –que puede no estar actualizada–, es que perteneció a una colección privada en Madrid. A partir de allí encontré notas de prensa sobre la obra que no se relacionan con los papeles de Panamá. Tampoco parece que la obra hubiera sido finalmente subastada, puesto que no hay registro en bases de datos como Artprice, aunque en los archivos de subastas de Sotheby’s existen piezas que coinciden con los datos de la obra.
Además, la obra no aparece como robada en la base de datos de la Interpol, si la familia obtuvo un certificado de autenticidad o de procedencia cuando adquirió la obra al coleccionista español a finales de los años noventa, está por confirmarse, aunque no hay motivos para pensar que no se trata de una obra original, si los documentos firmados entre Sotheby’s Londres y Keystar Inc. son legales y válidos para tener un grado de certeza de la procedencia de la obra, tal como le digo a Guillermo Vanegas. Sin embargo, él me advierte que en los papeles de Panamá las casas de subasta son una especie de corredoras de riesgo, funcionan como una notaría porque están en la mitad del proceso y cobran por su capital de reputación que incide en el mercado.
Contrato de mandato de venta entre Keystar Promotion, Inc. y Sotheby´s.
Por otro lado, en el contrato de mandato de venta se habla de una “venta privada”, por lo que es normal que no haya datos sobre esa transacción o se manejen con mucha reserva por parte de las casas de subasta. Incluso existe otra posibilidad, como se trata de un contrato de mandato de venta, no de venta en sí, puede ser que esta no se haya realizado. En varias ocasiones contacté a la casa de subastas Sotheby’s Londres, después de confirmar la información del cuadro en el catálogo razonado Zervos, pero recibí información escueta y general, que no ayudó mucho a clarificar un poco más si la obra es auténtica o no.
Una versión posible de la procedencia de la obra es de un investigador amigo mío, quien me pidió mantener su nombre en reserva. Él afirma que quizás la familia compró el cuadro a través de un marchante que se hizo amigo del círculo de Enrique Sarasola padre, a mediados de los años noventa, al que habría enviado medio millón de dólares para hacer la compra con un coleccionista privado español, dinero que fue transferido desde una de las empresas offshore con la ayuda de un prestanombres, que pudo haber sido un agente de la firma de abogados. Sarasola envió la obra en barco a través del puerto de Cartagena, para que luego su suegra, Cecilia Ramírez, la colgara en una de las propiedades de la familia.
Para Dora Montero, en cambio, el cuadro no salió del país. “Lo único que tenemos acá son papeles (cartas, certificados, contratos), pero nada en concreto. Yo creo que el cuadro permanece en una de las haciendas de la familia en el Cesar”, dijo. A pesar de las especulaciones hay un indicio importante: los coleccionistas o asesores de colecciones privadas han utilizado sociedades offshore para proteger obras con una procedencia oscura o enredada.
Desde las primeras indagaciones que hice para esta historia, traté de hablar con algún miembro de la familia Marulanda y los Sarasola en España, a través de correos electrónicos y contactos en Madrid. Me respondieron que el cuadro no ha sido ni es de su propiedad. Sugirieron que revisara la prensa de España para corroborar su respuesta. En los archivos de noticias de El País, El Mundo y El Confidencial (medio que cubrió los papeles de Panamá en España) aparece tan solo un artículo sobre el tema: “Papeles de Panamá: El rastro de la millonaria fortuna de la familia de Gigi y Kike Sarasola”, un recuento de la relación de la familia con Mossack Fonseca. Además, un mensaje de Yeyo Ballesteros, jefe de comunicaciones de Room Mate Hotels, la cadena de hoteles de Kike Sarasola, indica que Kike (nieto de Cecilia Ramírez) no tiene ningún tipo de relación con su familia en Colombia. Lo cierto es que la familia se negó a aportar cualquier dato que permitiera clarificar un poco la procedencia del cuadro.
La única certeza al final de mi reportería provino de Dora Montero, quien me aseguró que la Fiscalía y la DIAN ya iniciaron investigaciones de oficio a la familia Marulanda Ramírez por evasión de impuestos. ¿Algún miembro de la familia podría ser castigado con la cárcel? Técnicamente no se puede decir que evadir impuestos en Colombia se castigue con cárcel. La pena privativa de la libertad es recaudar un tributo o contribución y no consignarlo al Estado. Una cosa es quedarse (robarse) lo que se recauda, y otra muy distinta, evadir impuestos, dice el portal Web de la DIAN.
En los papeles de Panamá se relacionan obras de Pierre Bonnard, Marc Chagall, Van Gogh, Modigliani, Picasso, Renoir, entre otros.
Dora Maar, fotógrafa, artista y activista francesa. En veintiséis ocasiones Picasso la representó en sus lienzos como la mujer desesperada, el último en octubre de 1939, cuando finalizó su relación. Picasso nunca la retrató sonriendo.
De acuerdo con ICIJ y Süddeutsche Zeitung la desaparecida obra de Amedeo Modigliani Hombre sentado con bastón, de cuyo paradero no se tuvo noticia durante cincuenta años, fue una de las sorpresas reveladas por los papeles de Panamá. Después que los nazis confiscaron al coleccionista judío Oscar Stettiner el Modigliani y el resto de su colección, se nombró a un administrador temporal que subastó la obra para el beneficio de los alemanes. Después de la liberación de París (agosto de 1944), un oficial del ejército estadounidense compró el cuadro por 25.000 francos en octubre de 1944, de acuerdo con documentos presentados por la familia Stettiner ante el Consejo Superior de la Magistratura de Francia en 1996, después de contratar a un investigador privado, quien concluyó que la familia Nahmad (coleccionistas de origen libanés) adquirió la obra en una subasta pública de Christie’s en 1996. La familia Nahmad siempre sostuvo que no poseía la obra, pero documentos desclasificados revelaron que esta controla a la compañía International Art Center, que sí posee la obra. “David Nahmad es el propietario único de la empresa desde 2014, aunque la familia la controla desde mediados de los años noventa”, afirma un reportaje del ICIJ.
De este modo, el vínculo entre coleccionistas y Mossack Fonseca se ayuda de un mercado poco regulado donde el anonimato es frecuente para proteger o encubrir todo tipo de comportamientos cuestionables. En las transacciones del bufete panameño, las obras de arte quedan desprovistas de su valor cultural, estético y social para ser utilizadas (transadas) como meros bienes que conducen a una burbuja especulativa determinada por el “valor techo” de la obra. “Aunque la obra buena no siempre es la más costosa”, dice Guillermo Vanegas, resulta significativo que Marina Ruiz Picasso, nieta mayor del pintor, figure con propiedades en tres sociedades offshore y como accionista en otras.
Ahora, es importante señalar que existen múltiples motivos para utilizar sociedades offshore. Y, como resulta lógico, la posesión de una empresa de este tipo no se considera, en sí misma, punible. Todo depende de lo que se haga con ella. Pero lo cierto es que, en la mayoría de los casos de los papeles de Panamá, “tras una sociedad anónima alguien oculta algo. Al fisco, a la exmujer, al antiguo socio o a la opinión pública”, comentan Frederik Obermaier y Bastian Obermayer en el libro Panama Papers, de Planeta Editores.
Dos puntos finales. El primero: hay datos importantes de precio entre una obra plenamente identificada de Pablo Picasso y una de pequeño formato, derivativa. En abril de 2015 se subastó en Christie’s Nueva York el cuadro Les Femmes d’Alger (versión “O”), obra de 1955 inspirada en una serie de Eugène Delacroix con un título similar, en 179 millones de dólares. Hace tres meses (agosto de 2016), en la sede londinense de la misma casa de subastas se vendió una obra titulada Tête d’homme (firmada e inscrita el 12 de julio de 1958), en 22.133 euros (unas 16.250 libras esterlinas). La obra fue un regalo de Picasso a Roger Brown en 1958, y desde allí por descendencia está en una colección particular.
Segundo, una pregunta clave: ¿quién podría hacer una correcta y confiable atribución de la obra de Picasso que pertenece a Cecilia Ramírez? El año anterior escribí junto a Halim Badawi, arquitecto y crítico de arte, un artículo para Arcadia sobre dos cuadros de Pedro Pablo Rubens que fueron propiedad de Luis Hernando Gómez Bustamante, alias Rasguño, y que hoy están bajo custodia de la SAE (Sociedad de Activos Especiales) y el Museo Nacional. Allí mencionábamos que hay tres posibilidades. En primera instancia, los grandes museos europeos y estadounidenses (por ejemplo, el Museo Picasso de Barcelona, el Reina Sofía o el MoMA) cuentan con equipos que podrían certificar, aunque no lo hagan por el Código de Ética Profesional que les rige, que les impide hacer este tipo de operaciones para evitar conflictos de intereses. La segunda opción son las casas de subastas, que tienen sus peritos e investigan la procedencia, consultan expertos y revisan la literatura especializada, siendo una opción confiable. La tercera opción son los investigadores consumados, los eruditos que han dedicado su vida a investigar a Picasso y que cuentan con artículos, libros, curadurías en esta materia específica. Existe el Online Picasso Project Sam Houston State University que coordina el profesor Enrique Millán, encargado de avalar obras y realizar el catálogo del pintor. También está el Picasso Administration, proyecto que viene desarrollando el hijo menor del pintor Claude Picasso, dirigido a identificar, dentro de su extensa colección, las obras atribuibles a Picasso, empleando herramientas históricas, comerciales y visuales. Pero las atribuciones más confiables no responden al dictamen de una persona, sino al consenso de una comunidad de especialistas acreditados internacionalmente, con los argumentos y la credibilidad suficiente para legitimar las obras.
Desde que Samuel Baker fundó Sotheby´s en Londres en 1744, sus sedes han sido dos: el Strand y 34 – 35 New Bond Street. Desde el corazón de Londres Mayfair district, las subastas de Sotheby´s ofrecen diversos objetos: arte del Impresionismo, Arte Moderno, Contemporáneo, viejas obras maestras, arte europeo e islámico del siglo XIX, arte decorativo, entre otros. Este es el momento en el que en febrero de este año se subastó la Tête de Femme de 1935 por 18.9 millones de libras esterlinas.
***
El arte históricamente ha servido para lavar dinero. Hay rumores sobre cuadros de Picasso –y otros artistas colombianos y extranjeros– que pertenecieron a Pablo Escobar y su esposa Victoria Eugenia Henao, colección de la que el país se enteró tras el atentado al edificio Mónaco, en enero de 1988. Una semana antes, en un allanamiento de la policía en La Granja la María, en la loma del Escobero, Envigado, se halló “una casa que por dentro parecía más un museo que una vivienda. Por lo menos 150 óleos, acuarelas y carboncillos. Entre estos la Monalisa de David Manzur, Boteros, dos Guayasamín, un Picasso y un Miró”, registró El Tiempo. El paradero de estas obras es desconocido, en la guerra de Escobar con los Pepes se perdió el rastro de los cuadros, entre estos, un Dalí titulado Dancing. The Seven Lively Arts (Baile. Las siete artes animadas).
Halim Badawi escribía en la revista Arcadia que coleccionar es un proyecto intelectual y político. “Un coleccionista no es necesariamente quien gasta mucho dinero en la adquisición de obras, quien solo adquiere firmas reconocidas, quien compra arte estrictamente para decorar su casa o quien lo hace como inversión de riesgo, por afán especulativo o por acumulación patológica”, dice. De las tres responsabilidades de un coleccionista (la custodia y conservación de los objetos; la responsabilidad con la sociedad para la cual esos objetos tiene significación, y la responsabilidad consigo mismo), las dos últimas son pertinentes y aplicables en el caso del Picasso de la familia Marulanda.
En las investigaciones sobre las colecciones privadas de arte que conformaron los capos del narcotráfico en nuestro país, se puede inferir que a ellos no les interesaba generar conocimiento o estudiar la obra de un artista, de una escuela o de una época; en algunos casos, eran acumuladores patológicos (Justo Pastor Perafán llegó a poseer un centenar de obras en sus propiedades –por ejemplo, en el Chinauta Resort fueron incautadas alrededor de 150 obras de artistas reconocidos como de embaucadores incautos–). Los capos utilizaban las obras, entre otros fines, como táctica para ingresar capitales al país sin necesidad de reportar los millones de dólares en efectivo de sus negocios. Algo similar ocurre con el cuadro de la familia Marulanda Ramírez: la obra no fue reportada (ni ingreso ni salida) para ocultar el patrimonio familiar y evadir el pago de impuestos con la ayuda del bufete panameño y sus sociedades offshore, y con ello hacerle el quite a su custodia y conservación, y sobre todo, para soslayar la responsabilidad de poseer una obra de Picasso en nuestro país, para la historia de nuestro arte y para ellos mismos como parte de una sociedad que le da valor a la obra del pintor español.
En este contexto, Picasso, más allá del espejo del momento en que vivió, o del gran cronista del siglo XX que puede ser, es el artista más famoso, mejor vendido y quizás el más rico desde el Renacimiento hasta su llegada. Es un valor de inversión extraordinario: para las casas de subasta, coleccionistas, museos, marchantes o especuladores como el bufete Mossack Fonseca y sus empresas offshore. Todos y cada uno confían en que Pablo Picasso los haga rico.
Si quiere saber más del autor, sígalo en Twitter como @Sal_Fercho
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