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Historias

Entrevista con Juan Pablo Montoya

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Foto:

Revista Don Juan
El equipo Penske llegó confiado al circuito de Road Atlanta, en Georgia. Era suficiente terminar en el octavo lugar de las 10 horas del Petit Le Mans para que Juan Pablo Montoya y Dane Cameron reclamaran el campeonato del IMSA, que recorre las pistas de Estados Unidos con carros para competencias de larga duración e incluye varias carreras con más de seis horas. Sin embargo, aunque en las prácticas el carro se comportaba perfectamente y el equipo estaba preparado para llevarse el triunfo, había una buena cantidad de presión: “Si usted mira el récord nuestro en carreras de más de seis horas va a ver que nunca terminamos: en el 2018, en Daytona, nos varamos; en Sebring, también, y en el Petit Le Mans yo me estrellé y terminamos como décimos”, dice Juan Pablo Montoya. “Este año, en Daytona, nos volvimos a varar y en Sebring perdimos ocho vueltas. Eso estaba en la cabeza de todo el mundo y aunque no tenía por qué haber problemas, todo podía pasar. Fue chistoso porque cuando me monté al carro me dijeron: ‘Le llevamos diez minutos de ventaja al octavo, cuando vaya a pasar a alguien piénselo dos veces’. Yo me la tomé muy suave, pero muchas veces cuando uno trata de evitar situaciones difíciles, crea más problemas”.
Montoya en el 2019. Foto: Cortesía IMSA
Al final, coronaron: no tomaron riesgos, protegieron su posición, terminaron en el quinto lugar y consiguieron el campeonato.
A sus 44 años, Montoya continúa vigente en el circuito del automovilismo. Todavía están en la memoria su título con la CART, que le enseñó a Colombia a ver carreras de carros; las dos victorias que tuvo en las 500 Millas de Indianápolis y sus carreras en la Fórmula 1, en especial cuando ganó en circuitos legendarios como Mónaco o Monza. Después de su retiro de la Fórmula 1, en el 2006, regresó a Estados Unidos. Allí, corrió durante varios años en el campeonato NASCAR, ganó en tres ocasiones las 24 Horas de Daytona, volvió a los monoplazas durante dos temporadas en la IndyCar y, el año pasado, empezó a correr en prototipos con el Team Penske; este año, él y su compañero, Dane Cameron, ganaron tres carreras y fueron campeones. Además, cuando no tiene compromisos con el equipo, sigue pensando en los carros: le dedica su tiempo a formar pilotos durante sus primeros pasos en campeonatos de kartismo en el Team Montoya –uno de sus alumnos fue su hijo, Sebastián, que el próximo año comenzará a correr en monoplazas en campeonatos europeos – y el año pasado corrió las legendarias 24 Horas de Le Mans, en donde terminó tercero en su categoría.
¿Qué ha cambiado en usted como piloto desde que regresó a Estados Unidos?
No ha cambiado mucho. Tengo más experiencia, pero el trabajo con los ingenieros y con el equipo es igual. Solo que uno cada vez aprende más técnicamente, entiende más los carros y las cosas que uno hace en pista. Uno tiene mucha más cancha.
¿Qué diferencias hay entre un carro de NASCAR, un fórmula y un prototipo, como en los que corrió esta temporada?
Sobre todo la diferencia es el peso: en NASCAR el carro es muy grande y pesado, con un centro de gravedad altísimo, pero las llantas son muy chiquitas y no tienen nada de grip. En cambio un fórmula tiene el centro de gravedad muy bajito y el prototipo es igual, aunque es un poquito más pesado. Es chistoso porque al tener las llantas cubiertas, los prototipos tienen menos resistencia al viento y son más rápidos en las rectas, pero obviamente no tienen tanta potencia porque la idea es que puedan durar 24 horas.
El Acura ARX-05 DPi de Montoya y Cameron durante la carrera de Petit Le Mans, en octubre de 2019. Foto: Cortesía IMSA.
¿Qué es lo que más le gusta del carro que corre actualmente para el IMSA y las carreras de resistencia?Primero, que tiene buena potencia, más de 700 caballos. Y que el nivel de grip es impresionante: en las curvas rápidas podemos hacer más de 4G, es decir, 4,1 o 4,2 de pico y sostener 3,8 o 3,9. Eso es mucha fuerza y es impresionante: hay que tener buena resistencia porque para el cuello eso es muy duro. Pero de resto, físicamente, no es tan grave: para el timón, como en la mayoría de carros modernos, tenemos asistencia y eso ayuda un poco. De todas maneras, en las curvas rápidas el sistema se satura un poco y se apaga a veces. Eso asusta un poquito, pero uno se acostumbra.
Usted dejó la Fórmula 1 cuando todavía era pura gasolina. ¿Le dan curiosidad los nuevos carros con propulsión híbrida?
Dicen que esos carros producen 900 caballos, que es más o menos lo que había cuando yo manejé. Hace unos años yo corrí en un prototipo Porsche híbrido [de los que corren en Le Mans] con 1.300 caballos, entonces la relación entre peso y potencia es parecida: para mí fue muy chévere, sobre todo la aceleración inicial; pero cuando se acaba la aceleración en la recta se pierde mucha potencia. Igual, no es que sea malo, además para allá es para donde van todos los carros.
Usted ha ganado tres veces las 24 horas de Daytona y corrió en Le Mans. ¿Cómo es la preparación para una carrera de larga duración?
Es complicado. Lo básico es que mucho antes de la carrera hay que empezar a hidratarse. Para mí, todo es difícil porque yo me levanto muy temprano, entonces es una jornada que dura mucho más de un día: la carrera empieza a las 2 de la tarde y yo estoy despierto desde las seis de la mañana. Ya cuando empieza la carrera lo que hago es que cada vez que me bajo del carro voy a comer, me hacen masaje, me baño, me preparo para la siguiente salida –con la ropa y todo, listo– y me echo en la cama con la luz apagada. Cuando me llaman, pregunto: “Qué ha pasado, cómo vamos” y ya, uno se monta y sigue.
Juan Pablo Montoya en su primera temporada en la Fórmula 1 con el equipo Williams. Foto: (CC BY-SA 2.0) Neil Thompson
Dígame los tres mejores sobrepasos de su carrera.
El que le hice a Schumacher en Brasil en el 2001. Otro que me gustó mucho fue a Trulli, en Imola 2001, por fuera en la primera curva. Esos son los dos que siempre se me vienen a la cabeza. El otro chévere fue en el 2000, en la CART, cuando gané en Michigan peleando con Andretti lado a lado por un jurgo de vueltas. De resto no sé, son pasadas y ya.
Usted tiene un proyecto en karts, el Team Montoya, donde prácticamente le enseñó todas las bases a su hijo Sebastián.
Pero el Team Montoya no es solo para Sebastián, sino para el que quiera correr y que yo le enseñe. Con Sebastián hemos ganado mucho, la última semana ganó en Homestead una carrera local, pero prácticamente él ya acabó con karts: hará unas carreras más de hobby, pero él ya va por más. También estamos trabajando con pilotos jóvenes, por ejemplo Salím Hanna, que hace muchas carreras conmigo, y también tenemos varios pilotos mexicanos y dos chinos. Uno trata de ayudar, las puertas están abiertas para que yo les enseñe. Hay gente a la que le gusta y hay gente a la que no, es decisión de cada uno.
Ya se ganó Indianápolis y Mónaco, le faltan las 24 Horas de Le Mans para la triple corona. Y aunque ha dicho que eso no lo trasnocha, ¿no le gustaría seguir intentando Le Mans?
Es que la parte de hacer historia en las carreras nunca ha sido un interés mío; lo mío es ganar carreras por pasión y ya. Nunca lo he hecho por los títulos ni por ser famoso, es realmente algo personal por ganar. Corrí Le Mans el año pasado, fue muy chévere y quedamos terceros en la categoría, pero toca mirar a ver qué pasa. Si en el futuro sale la oportunidad para ganar Le Mans sería chévere, pero en este momento si uno no está en el Toyota, ni vaya.
En su Instagram sube muchas fotos de aeromodelismo. ¿Desde cuándo tiene esa afición?
Empecé en el 2001 o 2002. En una navidad, [mi esposa] Connie me regaló el primer modelo, que era para aprender y entrenar. ¿Cuántos tengo? Uff, no sé... Regalo muchos de los modelos chiquitos que uso. Hoy lo que más me gusta es volar jets grandes, pero tuve una época de helicópteros y tengo muchos que no uso. Me gustaría sacarlos algún día, pero no lo he hecho. La verdad me falta tiempo para hacer todo lo que quiero. Pero a mí ese plan me encanta: hay muchos modelos de icopor que han mejorado mucho y facilitan mucho el hobby, pero también tengo unos jets de más de tres metros de largo y volar eso es un paseo de un día completo.
JOSÉ AGUSTÍN JARAMILLO
REVISTA DONJUAN
EDICIÓN 152 - OCTUBRE 2019
Revista Don Juan
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