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Historias

El ministro de Ambiente habló con DONJUAN

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Cuando Ricardo Lozano era director del Ideam, recibía constantemente dos tipos de llamadas excepcionales: la de los directores de programas radiales que necesitaban el reporte del clima y los aguaceros; y la de las novias que estaban a punto de casarse: “Me llamaban para averiguar la mejor fecha para la ceremonia, y yo las atendía, a todas. Eso sí, para dar esta información tenía que meterme en la percepción que ellas tenían sobre la naturaleza porque debía hablar de la nube de la persona, no de la mía. Es un ejercicio demandante y complejo”, cuenta el bumangués de 52 años que hoy es ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
Le apasiona conectarse con la gente, hablar, escuchar atento, opinar y ayudar, por eso les dijo a sus papás que quería ser periodista. Sin embargo, en una familia de ingenieros como la suya, entender una vocación distinta era difícil, así que terminó matriculado en Geología en la Universidad Industrial de Santander. Al fin y al cabo, como él dice, “el eje articulador de la tierra es la gente”. Después se especializó en medios en el Ceper de la Universidad de los Andes y, gracias a esta especialización, entró por primera vez al Ministerio de Ambiente. Eran los años noventa, y aunque aplicó a las vacantes que se ofrecían para periodistas, fue contratado como geólogo. Después se convirtió en director del Centro Nacional del Agua de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi), fue consultor experto del Fondo de Adaptación y del Programa Mundial de Alimentos, director de la fundación People & Earth Institute, director general del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) y, desde el 2018, es el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia.
No se olvida de la parte de su infancia y adolescencia que pasó en Floridablanca, Santander, en medio de vacas, gallinas, abejas, caballos y peces. Tarareaba “La cuchilla”, de Las Hermanitas Calle, con sus amigos del pueblo, se levantaba a las cuatro de la mañana a ordeñar y a las seis debía estar listo, junto con sus cuatro hermanos, para ir al colegio a pie. Dice que su papá les enseñó a respetar al campesino y a honrarlo. Fue testigo de las dificultades que se padecen en el campo de su departamento, donde los cultivos están en montañas empinadas y la gente se enfrenta a todo tipo de obstáculos para llevar los productos a la ciudad. “Eso forma carácter”.
Hoy, en su departamento, se hace uno de los debates medioambientales más importantes del país: la explotación minera en inmediaciones del Páramo de Santurbán, un sitio que conoce bien: “No sabemos quienes son nuestros hermanos paramunos. Son personas más resilientes que cualquiera de nosotros, se levantan todos los días ante la inclemencia de la naturaleza y son felices. Me ha impactado mucho conocerlos”. Pero él, por haber trabajado en la Andi, se declaró impedido.
¿Qué ha sido lo más difícil de la delimitación de Santurbán?
Sintonizarnos con la información. Había mucha confusión sobre lo que se podía o no hacer en la zona, pero la gente ha participado activamente en todos los ejercicios de consulta. Años atrás, cuando se prohibieron ciertas actividades en los páramos, la gente pensó que tenía que irse de ahí inmediatamente, abandonarlo todo, pero fíjese que precisamente son ellos los que han estado cuidando el páramo. Ese es el nuevo mensaje en el que estamos insistiendo: es la gente, el campesino, que además es propietario de su tierra, el que va a trabajar con nosotros. Tenemos que llegar a una concertación con ellos porque el proceso de delimitación no es un ejercicio que consiste en trazar una línea y ya. No. Es un proceso de reconversión para que haya actividades de bajo impacto en la tierra, y los campesinos se están comprometiendo con esta transición. Hemos hecho más de 40 consultas con municipios, más de 50 reuniones con todos los involucrados. Ahora entramos en un proceso de concertación para traducir la información que tenemos, explicarle a la gente qué significa este proceso, cuál es el alcance, cuáles son sus derechos y sus deberes.
¿Qué piensa del impacto que va a tener el proyecto de minería que se está planeando allá?
Antes de ser ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, cuando me desempeñé como director del Centro Nacional del Agua de la Andi, asistí a varias reuniones en las que se dieron asesorías y recomendaciones para el proyecto en cuanto a prevención de riesgos, mitigación de impacto y manejo ambiental y sostenible de los recursos naturales y sociales. Como consecuencia de eso, el Consejo de Ministros aceptó el impedimento que manifesté para emitir cualquier concepto sobre este tema.
¿Qué es lo más impresionante de Santander?
Caminar por las montañas y bañarse en las quebradas. Si me pregunta un sitio específico le diría que la quebrada Las Gachas, en el municipio de Guadalupe. Es un sitio especial para disfrutar la geografía y las formaciones rocosas. Es mágico, pero tenemos que apuntarle no solo al disfrute de estos paisajes, sino también a la protección de la naturaleza. Eso es lo que estamos haciendo con el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo.
¿Usted es vegano, vegetariano, carnívoro, dónde se ubica?
Yo como de todo. Me adapto fácil. Un día puedo ser vegetariano, pero si al otro día me ofrecen carne en algún sitio, también me la como, no tengo problema. Eso sí, tengo mi plato favorito que son las papas a la francesa. Mi mamá me llevaba a comerlas después de ir al odontólogo. Por eso me busco un buen plato de papas cuando quiero estar feliz o cuando algo me sale bien.
Ya ha ido dos veces al Parque Nacional Natural de selva húmeda tropical más grande del planeta, el Chiribiquete. ¿Qué siente una persona cuando aterriza en ese lugar?
Se siente mucho silencio. Un silencio especial. Eso es lo que predomina y lo que más me gusta. Es mágico. Apenas uno se baja del helicóptero siente ganas de arrodillarse porque ahí no se escucha nada. Este lugar es un templo.
Hace poco asesinaron a un guardia en la Sierra del Cocuy. ¿Qué hay que hacer para que no sigan matando a los guardaparques?
Esa es otra de nuestras prioridades, este es el Ministerio de la vida. Y nosotros vinimos a visibilizar lo que hacemos para conservar la vida. Hay que visibilizarlos a ellos porque han estado muy solos y son muy pocos. Ellos son los defensores de la vida y por eso vamos a aumentar la planta de guardaparques muy pronto. Hay que tener claro que poner en riesgo la vida de quienes guardan nuestros parques es poner en riesgo la seguridad nacional. El acompañamiento de las autoridades de control en nuestras actividades es permanente y vamos a incrementar la seguridad para ellos en esas áreas.
Respecto al fracking, usted ha dicho que la tarea del Ministerio es orientar el desarrollo económico y social del país sobre la senda de la sostenibilidad y que vigilará que la conservación y la protección se den en cualquier proceso. Pero no ha dicho si está de acuerdo o no con esta práctica. ¿Cuál es su opinión?
Primero hay que aclarar que hoy no se hace fracking en Colombia. Están suspendidas las actividades por el Consejo de Estado, haciéndole caso al principio de precaución que invita a que se investigue bien, a que se levante la información, a traducirla y a conocer los riesgos, las vulnerabilidades, las amenazas y las tecnologías empleadas en esta actividad. Los paneles expertos están haciendo esas recomendaciones.
Y explíqueme cómo está funcionado el proyecto “Sembrar nos Une”. Según la cifra que dio el Presidente en el Foro Económico Mundial, en Davos (Suiza), sembrar 180 millones de árboles en dos años luce como una labor titánica…
La meta es tener 300.000 nuevas hectáreas restauradas de suelo. Para esa restauración se puede necesitar mucho más que 600 árboles por hectárea, eso da los 180 millones de árboles que se han mencionado. Nosotros lo que estamos haciendo es restaurar los territorios degradados a partir de la recuperación de la función que esos territorios tienen para el ecosistema, para el agua o para la productividad. La campaña de “Sembrar nos Une” tiene que ver con la articulación de todo el sistema nacional ambiental en torno a esta labor de restauración. El 21 y 22 de marzo vamos a tener una gran sembratón en todo el país, vamos por los 5 millones de árboles solo ese día. Y le cuento una anécdota del Foro Económico Mundial en Davos: allá conocí a Jane Goodall, una de las ambientalistas más importantes del mundo. Ella me dijo que estaba muy feliz porque por fin el planeta estaba entendiendo que alrededor de la siembra de árboles podíamos unirnos todos. Es muy importante que nos unamos en torno a la siembra de árboles porque son el símbolo de la vida para todos.
¿Cuál de todas las especies amenazadas en Colombia le preocupa más?
Me preocupan todas las especies en general y las amenazas a las que hoy día están expuestas. Pero además de las especies de fauna y flora me preocupan las comunidades más vulnerables, los pueblos étnicos, los campesinos y la gente que no tiene todas las garantías para reducir esa exposición a las amenazas.
¿Cuál es el problema ambiental más grande del país?
Podría enumerar varios, como la deforestación. Pero más que eso el problema principal es el desconocimiento, la falta de información de los colombianos para tomar decisiones correctas frente a los problemas ambientales. Por ejemplo, con el cambio climático: tenemos que investigar mucho más frente a lo que está sucediendo con la pérdida de nuestros glaciares, que se está acelerando mucho. Estamos perdiendo entre el 3 por ciento y el 6 por ciento del glaciar cada año y con el paso del tiempo va a ser peor. Por eso hay que invertirles al conocimiento, a la información, a los datos; esa es la principal preocupación que tenemos hoy. A medida que investiguemos más, vamos a tomar mejores decisiones para la conservación. Es una deuda grande que tenemos los científicos: hay que devolverle a Colombia la formación y el conocimiento que hemos recibido. Se lo tenemos que devolver para que la gente tome decisiones efectivas.
MÓNICA DIAGO
FOTOS: PABLO SALGADO
REVISTA DONJUAN
EDICIÓN 156 - FEBRERO 2020
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