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Historias

En las entrañas de La W

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Un oyente de La W puede esperar hasta dos horas sólo para hablar 30 segundos y decir una de las frases más populares del país: "Julito no me cuelgue". La W tiene en total un equipo de 34 personas. En Bogotá hay cuatro periodistas nacionales y dos internacionales, un editor general, un editor internacional, un productor ejecutivo, dos operadores de audio, una persona que recibe las llamadas de los oyentes y cuatro personas en la mesa de trabajo, incluyendo, por supuesto, a Julio. En el resto del país hay tres periodistas: uno en Medellín, uno en Cali y otro en Manizales.
Y en el resto del mundo hay cuatro en Miami, uno en Nueva York, uno en Washington, cinco en Madrid, uno en Londres, uno en París, uno en Caracas y uno en Jerusalén. Se reciben alrededor de 200 llamadas diarias, de las cuales sólo 100 pasan al aire. Se hacen más de 150 llamadas por programa y entre números internacionales, fijos y celulares. Las cuentas de tlefono son astronómicas. Los periodistas se comunican entre ellos por Messenger y blackberry, llevan lonchera al trabajo, sufren de gastritis, ven todos los noticieros, leen todos los periódicos y revistas de Colombia y el mundo, y para tomar café deben echarle una moneda de cien pesos a una máquina.
Las voces de Sánchez Cristo, Alberto Casas, Félix de Bedout y sus colaboradores llegan cada mañana a más de quinientas mil personas en Colombia. Esas voces también llegan a la Florida, Nueva York, New Jersey, Connecticut y California, en Estados Unidos, a Panamá, Ecuador, México y España, con más de 270.000 oyentes, ocupa el lugar número doce entre todas las emisoras del mundo, según el ranking de Wonder Radio. La W la sintonizan desde choferes de bus, taxistas, empleadas domésticas, estudiantes e inmigrantes colombianos y latinos, hasta ministros y embajadores. Su audiencia se mueve en todos los estratos y para los oyentes, el solo hecho de poder hablar con "Julito", así sea durante diez segundos, ya es toda una ganancia.
La emisora nació hace siete años, cuando Caracol Estéreo, una emisora de música, se convirtió, en 2003, en La W Radio, combinando música y noticias. Desde el principio ha estado dirigida por Julio Sánchez Cristo y ha contado con la participación de Alberto Casas Santamaría. Su nombre es un homenaje a la XEW de México, propiedad de Emilio Azcárraga, famosa por llevar a sus estudios a personajes como Agustín Lara o Cantinflas y por unas palabras que quedaron para la posteridad: "Amigos, ésta es la XEW, la voz de América Latina desde México". Este formato y esta filosofía para hacer radio fue lo que llevó a Julio Sánchez a crear algo similar en Colombia.
Los antecedentes del nacimiento de La W pueden ubicarse en la época en que Julio empezó a hacer radio junto a Yamid Amat en 6am -9am y en un programa los sábados llamado Sábado Nuestro. De ahí salió para la frecuencia FM y se inventó el formato de la línea abierta con Viva FM que en su momento fue todo un hit. Luego creó La FM de RCN y esa fue la antesala de lo que es hoy La W, que ya lleva siete años al aire.
El cerebro de todo lo que pasa es él: decide los invitados, las entrevistas que se harán, el orden del programa y la música que se va a oír durante la mañana. Julio está pendiente de todos los detalles para que el programa marche. Todo debe ser como a él le gusta, tal y como él dice.
Julio tiene tres celulares, uno en Colombia, uno en España y uno en Estados Unidos, por esas tres líneas recibe toda la información a través de sus fuentes. A Julio lo llama todo el mundo: desde el Fiscal General de la Nación hasta el general Naranjo. Tiene una intensa vida social y por eso conoce tanta gente. Sus amigos más cercanos son Alberto Casas, a quien hace siete años le propuso embarcarse en este proyecto llamado La W; Roberto Pombo, director de El Tiempo y Fernán Martínez, mánager de Juanes. Con ellos almuerza, por ejemplo, en Harry's Bar o en Pajares Salinas, dos de sus lugares favoritos en Bogotá. Y como Julio es mal jugador de tenis, prefiere no medírsele a Alberto, que es un gran apasionado por ese deporte y no lo hace tan mal.
Julio siente fascinación por la vida urbana, le seduce la calle y conocer lugares nuevos, salta de Nueva York a Miami, de Miami a Madrid, de Madrid a Londres y de Londres otra vez a Bogotá. Nunca se sabe dónde está, aunque los oyentes siempre lo sienten cerca. Es un hombre muy misterioso y nadie sabe cuándo llega, dónde está, ni cuándo se va. Para Alberto Casas, Julio, sin duda, es la persona que se inventó la radio internacional en Colombia, "para él, el mundo no tiene fronteras y esta ha sido su visión desde siempre".
Al recordar los inicios de La W, Casas cuenta que un día, después de su experiencia diplomática, Julio lo llamó para proponerle que hicieran un programa de radio diferente. "Nuestra relación viene desde Panorama. Ahí nos interesamos en un manejo periodístico distinto en donde lo que para otros es frívolo, para nosotros es importante". Pero la clave también está en el humor. Como en un buen matrimonio, Julio tiene un humor increíble que se complementa con los apuntes de Casas. "Tratamos de hacer el programa con alegría, con humor, hablando de cosas que para nosotros tienen mucha importancia como la moda, el cine, la música. Nos burlamos de nosotros mismos, tenemos prohibido ponderarnos y eso ayuda a una autocrítica respetable", afirma Alberto al respecto.
Pero así como puede tener un humor maravilloso, Julio también tiene fama de exigente, explosivo e impulsivo. Grita como poseso cuando las cosas no se hacen a su medida. Pero sus colaboradores y la gente que ha trabajado en La W, le atribuyen una buena dosis de nobleza. Cuida y consiente mucho a su gente y es muy generoso. Al aire y fuera de micrófonos. Pero también, quienes han trabajado de cerca con él, saben que se cansa de la misma gente y detesta los chismes y las intrigas.
Tiene fama de coqueto y amoroso. Todo un seductor. No solo su voz, sino sus pausas y su encanto personal. Las mujeres lo adoran y tiene fila de fans que nunca lo han visto de cerca. Muy a pesar de estas fans, sus grandes amores son sus dos hijas y Letty, su esposa.
Camila Zuluaga, que lleva casi un año y es una de las más nuevas del equipo, afirma que el secreto de La W es Julio. "Te hace sentir igual que él, no hay que hacerle reverencias, te da confianza, te hace sentir cómodo, en La W todos brillan por sí solos y esa es la magia de Julio: dejarnos brillar". Camila, a quien Julio llamó un día para que le colaborara en el programa, estudió Ciencia Política y es la encargada de investigar las denuncias que hacen los oyentes. Aunque está en la mesa de trabajo, ella sigue haciendo reportería y casi siempre Julio o Alberto le encomiendan temas especiales.
Félix de Bedout, tampoco duda en atribuirle el éxito del programa a Julio y a su sello y estilo inconfundibles. "Julio tiene un trabajo identificable y eso la gente lo ha reconocido. Para mí Julio es la persona que más sabe de radio en Colombia y ha logrado crear su estilo. Cuando la gente oye La W, sabe qué va a escuchar. La gente sabe a lo que va".
Félix es, a juicio de muchos, la voz que acusa, una especie de inquisidor. Es el ingrediente que hace que la balanza siempre esté en movimiento. Hincha furibundo del Atlético Nacional, Félix -con su acento paisa, que a pesar de tantos años en Bogotá, todavía conserva- es un excelente comentarista de temas deportivos, y sobre todo, un experto en sacar de casillas a sus entrevistados más polémicos. Julio se mantiene en permanente contacto con sus colaboradores. Los llama durante todo el programa y el resto del día.  Se comunica con ellos incluso hasta más allá de la media noche; hace solicitudes especiales para el programa del día siguiente entre las seis de la tarde y las ocho de la noche; se sabe los nombres de todos, sabe qué fuente cubren, en dónde están, si están enfermos. Es incansable.
Quienes lo conocen bien, afirman que es un melómano impresionante. Sabe de todo tipo de música y de todas las épocas. Es un experto en la música de los años cincuenta, sesenta y setenta. Le encantan la música negra, la salsa y la noche. Adora entrevistar al personaje atípico: a aquel que inspiró tal película, al fundador de tal disquera, al creador de la música de tal producción o al primer bajista de tal artista famoso.
Dicen que Julio oye todo lo que le manda la gente, que tiene gran curiosidad por conocer nuevos talentos y que toda la música en La W viene de su colección personal, la lleva él y se pone enteramente bajo su criterio. Tiene una memoria prodigiosa y esa es otra de las claves de su éxito: se acuerda de programas de televisión de hace veinte años, nunca olvida un nombre ni una cara, ni un episodio.
Todos los días, cuando falta un cuarto para las cinco, se abre el ascensor en el octavo piso del edificio de Caracol Radio, y de él van bajando, con cara de sueño, periodistas, productores y por supuesto, los conductores de La W. Para todos lo peor es la madrugada. Excepto para Julio, a quien realmente este aspecto lo tiene sin cuidado. Esté en el lugar que esté, a las cinco en punto de la mañana -hora colombiana- Julio inicia su programa, a veces con un poema, a veces con una canción, a veces simplemente con la noticia más importante del momento. 
Julio, Félix y Alberto, las estrellas de la mesa de trabajo, llegan impecables. Alberto, pase lo que pase, siempre está de corbata. Ha sido varias veces nombrado como uno de los hombres mejor vestidos del país, y al parecer, ese título no se lo quita ni siquiera la madrugada. En su maletín carga la Constitución Política de Colombia, el libro que esté leyendo y un sándwich de jamón y queso para aguantar la jornada. Julio, en cambio, tiene un estilo totalmente opuesto al estilo clásico y refinado de Alberto.
Es famoso por sus pintas estrafalarias: es muy audaz para vestirse y además le gusta ser diferente; es una estrella y por eso se da el lujo de ponerse un saco de terciopelo rojo y unos zapatos de charol, así Alberto le diga al aire que si se puso las cortinas de la sala para ir a trabajar. Julio no se toma un solo café en toda la mañana. Pueden pasar horas sentado al aire y ni siquiera se levanta al baño. Mientras escucha a los entrevistados, lee todas las revistas y periódicos que puede. Hace varias cosas a la vez: mientras lee el periódico, revisa el correo, mira una revista y está oyendo al personaje con el que está hablando. Multitask total, como los niños de ahora.
Sobre la mesa de trabajo están regados los periódicos del día, desde El Tiempo y El Espectador hasta los periódicos económicos y los regionales. También se consultan todas las revistas, desde Semana hasta Vanity Fair o Vogue. Félix es más relajado y pausado. Algunas veces llega de saco y corbata. Otras, de jeans. Con ojeras, pero bien puesto. Casi siempre está serio. Pero disfruta de las bromas y los chistes que hacen Alberto y Julio permanentemente. Su sentido del humor es muy agudo y audaz. Negro. Es uno de los periodistas más reconocidos y premiados del país y no le tiene miedo a sus contradictores ni a la sombra de vivir amenazado.
Como todos los demás, él también lleva su lonchera, un pequeño maletín en forma de carro, de donde salen galletas, frutas o sándwiches. Todos llevan un cargamento de monedas de cien pesos para la máquina del tinto. Cada uno de los periodistas de la mesa salta de la página web de The New York Times a la de The Washington Post o a la de Le Monde. Todos tienen blackberry para comunicarse con los periodistas que están por fuera y con el resto del equipo. No hay un libreto. El programa se hace en vivo y en directo y se va desarrollando a lo largo de la mañana. El tema del día lo definen, alrededor de las ocho de la mañana, entre Julio y Alberto, con sugerencias de Félix; desde ese momento se disparan las llamadas de los oyentes.
Todos están enterados de la movida política de Colombia, todos ven los noticieros del día y leen sobre asuntos que van desde la política hasta los deportes, la moda o el mundo del espectáculo. Cuando alguien no sabe de lo que se está hablando, simplemente no opina y se queda en silencio, y en caso de que le pregunten sobre el tema, admite que no sabe, pero evita al máximo la improvisación "porque eso es algo que el oyente sabe y castiga", afirma Casas. 
Hay siete sillas, seis micrófonos, un calendario, un televisor sintonizado en Fox News y otro en CNN, un reloj que marca las horas, los minutos y los segundos y vasos de agua o vasos de cartón con tinto. Hay, además, una ventana que da a algún lugar cerca de la Séptima con 67. Y todos tienen vista directa al operador de audio. El operador de audio se llama Mario Alcalá y sin él sencillamente no habría programa. Este hombre tiene el control de los canales por donde entran Julio -esté onde esté-, Félix, Alberto y Camila, los oyentes, las llamadas de los entrevistados y por donde entra la señal de Miami, Washington, París, Madrid, Nueva York, Cali o Medellín.
Mario es el que se comunica internamente con Julio, Félix, Alberto y Camila y recibe y transmite absolutamente todas las instrucciones de Julio. Mario les va contando, no sólo a los de la mesa de trabajo, sino a todo el equipo, cómo va el programa, qué sigue, qué falta, quién va a entrar, quién habla, a quién hay que llamar o a qué hora va el corte de comerciales. Siempre tiene que hundir el botón correcto, sin equivocarse, sin alterarse, sin gritar.
La W puede tener entre 100 y 120 cuñas por programa. Es la emisora radial con la pauta comercial más costosa del país. Treinta segundos en La W valen 1'895.000 pesos y un patrocinio en la voz de Julio cuesta 2'752.000 pesos. El tema es tan importante que hay un operador de audio encargado exclusivamente de verificar que todos los comerciales rueden de acuerdo con un libreto que recibe del área comercial de Caracol Radio. Más allá del costo de una cuña en la emisora, el poder de La W es un poder político y resulta indudable que lo que se diga ahí mueve la opinión pública.
Para Fidel Cano, director de El Espectador, este fenómeno se explica porque La W "además de tener una fuerza de opinión muy grande entre sus oyentes, llega a una clase poderosa y si uno quiere llegar a esa gente, tiene que hablar en La W. Pienso que mueven la opinión porque es el mayor interlocutor que tiene el poder en Colombia".
Para que todo funcione en La W, no sólo está el equipo de la mesa de trabajo o los operadores de audio, hay también un equipo en "backstage" para que todo marche sin traumatismos. La W tiene un productor ejecutivo -Juan Camilo Atuesta- encargado de todos los aspectos logísticos y administrativos; un editor general -Yamit Palacio- que coordina el equipo que trabaja en Bogotá y define, con Julio, el orden de lo que va al aire. Yamit es el encargado de recibir las solicitudes de Julio y delegar los temas a cada periodista según su fuente, coordina el equipo de periodistas en Colombia y elabora un plan con los temas que se van a tratar y las entrevistas.
Andrés Torres es el editor internacional, coordina a los periodistas que están en el resto del mundo. Desde que llega, a las cinco de la mañana, se conecta al Messenger para comunicarse con cada uno de ellos y ayudarlos a solucionar dudas. Ellos le consultan todo tipo de cosas, incluso hasta cómo se pronuncia algún nombre. Julio se apoya en Andrés en la definición de qué noticias y entrevistas internacionales van al aire. Este es uno de los temas más sensibles de La W. Julio está consciente y repite todo el tiempo que en todas partes del mundo existen los teléfonos, que no hay barreras y por lo tanto, no hay imposibles.
Andrés es -además- el encargado de las traducciones. Y Julio no se queda atrás en ese ámbito (es capaz de hacer una entrevista en portugués sin hablar una palabra), chapucea el italiano y después de mucho tiempo de leer y no hablar en inglés, como en un chiste, ahora no duda en hacer entrevistas y en darle la bienvenida a sus invitados, good morning, mr. Pero el orden normal de las cosas es que cada vez que hay algún personaje internacional al aire, Andrés entra en la cabina, se pone los audífonos, oye lo que van hablando, anota en papelitos frases en español y en inglés y a veces da la impresión de que está haciendo millones de cosas al mismo tiempo mientras oye y traduce.
Habla italiano, inglés y español, y junto a Julio César Escovar y a Natalia Bonnett, productores internacionales en Bogotá y a los corresponsales en el resto del mundo, consigue entrevistas con personajes de la talla de Bill Clinton, Sting, Claus Ogerman -productor y arreglista de Frank Sinatra-, Roger Waters, Liza Minelli, Tarantino, Ben Affleck, Tom Jones, Bill Wyman, Hal David, Joss Stone o los integrantes de agrupaciones como Depeche Mode o Coldplay.
Cuentan que para encontrar a los personajes que consiguen, la cacería puede durar meses. "La clave es hacer un seguimiento minucioso del personaje, leer toda la prensa especializada, saber exactamente en qué lugar del mundo está, llamar a todos los hoteles, a los representantes, a los mánagers", dice Julio César, uno de los periodistas encargados del tema.
Cuando el personaje pasa al teléfono, los productores deben convencerlo de dar la entrevista con argumentos como "lo estamos llamando desde Colombia y su entrevista será escuchada en América Latina, Centroamérica, Estados Unidos y Europa", hasta que se anima y decide hablar al aire. También han tenido chascos, cuando llamaron a Phil Collins a un hotel, lo pusieron al aire y en la segunda pregunta se dieron cuenta de que no era el verdadero Phil Collins, y les ha pasado lo mismo dos o tres veces.
Todos los periodistas tienen a su disposición, además del Blackberry, una línea telefónica desde donde salen llamadas a cualquier destino. Todos los teléfonos tienen conexión con el operador de audio, que pasa las llamadas al aire. Cada uno maneja entre tres o cuatro fuentes y la relación siempre es de doble vía: ellos las consultan y las fuentes los llaman cuando algo ocurre. Tienen además acceso a todas las agencias de prensa para enterarse de los acontecimientos mundiales y leen los periódicos internacionales para saber de qué se habla en el resto del mundo.
Los que están en la calle cuentan además con el apoyo permanente de la unidad móvil de Caracol Radio. Cuando termina el programa, casi siempre a la una de la tarde, algunos periodistas deben quedarse para hacer otros programas; otros van a sus casas y hacen una siesta, para regresar a las cuatro de la tarde a adelantar el programa del día siguiente. Julio, Alberto y Félix, en cambio, no regresan sino el otro día. Una vez termina el programa, un chofer designado por Caracol los recoge y se los lleva.
Luego, al final de la tarde, Julio regresa con las tareas, los editores toman nota, los periodistas las hacen. Más tarde llega el noticiero de las siete, luego el de las diez y luego llega el resto de la noche, el misterio de la noche, como canta Vives en esa canción para la que Julio prestó su voz.
Cuando la luz se apaga en La W Radio probablemente sea medianoche en el corazón de Colombia, la una de la mañana en Miami, las seis en Madrid y las siete en Londres. Y nadie sabe qué tiene la noche. Pero La W se lo cuenta en la mañana siguiente.
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