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Historias

El hombre que ha vivido de la historia y escándalos de Pambelé

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La vida de Pambelé es una telenovela eterna, una tragedia griega y una historia extraña mezcla de puños, escándalos y tratamientos psiquiátricos que durante varias décadas han sido alimento de los medios de comunicación en Colombia, pero sólo un hombre, que dice ser la salvación absoluta de la literatura universal, ha tomado en serio eso de vivir de la historia del viejo "Pambe".
El 2 de diciembre de 2008 Antonio Cervantes Reyes sufrió una recaída y por poco pierde la vida. Miguel Gómez, un autor costeño que ha escrito dos libros sobre él, me llamó para darme detalles de su estado de salud.
-Tiene el cerebro tan comprimido como una uva pasa -dijo, entre preocupado y emocionado por la primicia.
-¿Qué tan grave está?
-Le acabo de tomar una foto con mi celular, yo creo que de ésta no se salva. Cuando le dije que me gustaría verla me respondió que no, que esa foto costaba mucho dinero y que la tenía para la venta.
Miguel Salvador Gómez Osorio es un tipo alto, acuerpado y con una calvicie que poco a poco le ha ido ganando terreno a su cabeza. Casi siempre está de saco y corbata, aunque el poncho y el sombrero vueltiao formen parte de su ajuar cada vez que requiere exposición mediática. Nació en Majagual, Sucre, en 1957. Es el quinto de siete hermanos de los cuales el más visible es Francisco Gómez, que fue investigado penalmente por peculado y ahora es precandidato a la gobernación de Sucre.
Cada vez que Miguel Gómez habla lo hace con el fuerte influjo de su acento costeño y siempre termina hablando de su obra literaria. "En 1976, en Bogotá, empezó mi carrera alcohólica", me dijo en una ocasión, "en 1986 dejé de tomar, en 1988 comencé a vender enciclopedias, conocí a Pambelé en 1990 y empecé a escribir en 2005. Ese año Gabriel García Márquez dejó de escribir y aparece Miguel Gómez para darle un renacimiento a la literatura, que estaba moribunda". 
Gómez -que nunca terminó la carrera de economía por sus excesos etílicos- es un iluminado. Según él, el 21 de agosto de 2005 le sucedió algo que explica el presente de Pambelé como impulsador: "Una fuerza extraña me pidió que escribiera un poema, y desde ese día no he parado de escribir". Él dice que recibió un don porque nunca -hasta ese momento- había sido capaz de redactar ni una carta. Hasta ahora ha publicado tres libros: un poemario llamado Supermán negro y el funeral del Papa, y las novelas Confesiones de la Centella negra y Calvario.
Confesiones narra cómo Gómez conoció a Pambelé mientras trabajaba como gerente comercial de una distribuidora de libros en Bogotá. Según la historia, Gómez vivía arrinconado y apaleado por la competencia, que utilizaba a Martín Emilio "Cochise" Rodríguez como imagen publicitaria. Para contrarrestarlo buscó a Pambelé y lo contrató como relacionista público y desde ese momento empezó a vivir un sinfín de aventuras dignas del Gordo y el Flaco. Una noche en Cali, por ejemplo, Pambelé decidió salir en busca de prostitutas para pasar la noche y los tragos, cuando encontró a una que le gustaba, descubrió en medio de su borrachera que se trataba de un travesti y le dio uno de sus legendarios puñetazos, pero el travesti no estaba solo y una horda de colegas salió en su defensa.
La policía tuvo que intervenir para que Pambelé no finalizara sus días linchado y con la cara llena de arañazos. Calvario guarda otro compendio de escándalos. En uno de los pasajes del libro, Pambelé entra en un restaurante de Manizales antes de la final que jugaron el Once Caldas y el Junior en 2003. No lo dejaron entrar y en medio de su furia levantó una mesa y la tiró a la calle, sacó un aguacate que tenía en uno de sus bolsillos para acompañar el almuerzo, lo peló y embadurnó los muebles y las paredes del restaurante para finalmente tirarle la cáscara y la pepa a la cara de la dueña.
José Antonio Cervantes, el menor de los hijos de Kid Pambelé, opina lo peor de Gómez: "Mi papá es una moneda de oro, él se aprovecha de su imagen para vender libros". Lo mismo piensa José Luis Cervantes, otro hijo de Pambelé: "Nunca hemos estado de acuerdo con que nuestro padre esté con Gómez y que utilice su nombre para cosas que no benefician a la familia". Y una de ellas es contar detalladamente las bataholas públicas de su papá.
Cuando Kid Pambelé está sobrio es otra persona. Es Antonio Cervantes Reyes, el hombre carismático de San Basilio de Palenque que todos quieren. Aunque la piel oscura del bueno de Antonio está violentamente madurada por los golpes que ha recibido de la vida, su mirada se torna apacible cuando se viste de pantalón, saco y camisa. No utiliza corbata porque es difícil que lo haga alguien que llevó su pecho descubierto en los cuadriláteros. Cuando está callado se aísla en un rincón, se mete las manos en los bolsillos y mueve la mandíbula como si mascara tabaco. Pero cuando le piden una foto su rostro se enciende, su cuerpo adopta la posición del combate y sus manos se descubren como si estuvieran arropadas por unos guantes de boxeo.
En Colombia se conocen de sobra sus problemas de adicción, pero se ignora que también sufre de la enfermedad de Parkinson y de trastorno bipolar, que hace que su ánimo oscile entre la depresión y la euforia. Como si fuera poco, el 2 de diciembre de 2008, cuando Pambelé fue internado de urgencia en la clínica La Inmaculada de Bogotá, el diagnóstico de la epicrisis fue tan alarmante como contundente: reducción de volumen en la masa cerebral, lesiones corticales exteriores e interiores en un cerebro en permanente deterioro y complicaciones renales. Ahora usa pañales para su incontinencia urinaria. En los últimos cuatro años fue internado 29 veces en sitios como los Hogares Crea de Barranquilla (de allí se escapó), las clínicas El Bosque y San Pablo de Cartagena (el lugar donde ha sido atendido más veces) y la Fundación La Luz de Bogotá (donde estuvo durante largos períodos de tiempo).
A pesar de la buena voluntad de quienes lo atendían y de sus leves mejorías, Pambelé, por una u otra razón, terminaba afuera con la ayuda de Gómez. Y cada vez que bebe o consume drogas se convierte en otra persona. Es Kid Pambelé, el boxeador incendiario que aún cree que es campeón mundial de la categoría welter junior. Entonces se embala, se zambulle en una bacanal desenfrenada y explosiva y no se detiene hasta tocar fondo. Ese es su álter ego, el espíritu de un ganador que nunca supo manejar la fama, y que ahora se debate entre la realidad y la fantasía, como si fuese la versión criolla de Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
Cuando no está rehabilitándose se le puede ver en las calles de Cartagena o en el apartamento de Miguel Gómez, al extremo norte de Bogotá. Allí se hospeda mientras haya una agenda por cumplir. Gómez se encarga de concretar las citas por teléfono, suplantando la voz de Pambelé, porque su habilidad para imitarlo es sorprendente. La rutina nunca cambia: de lunes a viernes se levantan a las 7:30 de la mañana, toman café y salen a vender libros. A las citas llegan a pie, y en bus cuando el pico y placa no le permite a Gómez manejar su Fiat Tempra. Siempre que llegan a su destino y antes de entrar en una oficina, Gómez deja rezagado a Pambelé. José Antonio tiene una explicación para esta costumbre: "A él le da vergüenza que lo vean caminando con mi papá a su lado".
Adentro y ante auditorios repletos, Gómez saluda al público y le da la palabra a un Pambelé supuestamente rehabilitado: "Buenos días, mi nombre es Antonio Cervantes Reyes, Kid Pambelé, y vengo para decirles que el trago y las drogas son malas. Yo, gracias a Dios, ya me recuperé y por eso les digo que compren los libros para ayudarme". Entonces Gómez vuelve a hablar, resaltando la importancia de su obra para la prevención del consumo. Cada libro vale 30.000 pesos y según él, 10.000 son para el editor del libro (Andina Ediciones, aunque Gómez también aceptó serlo), 10.000 son para la familia de Pambelé (porque según él "la plata es como kriptonita para Pambe") y los 10.000 restantes son para su billetera.
En otras visitas, Gómez ha cambiado el precio y la forma de repartir el dinero recaudado. Los dos libros los vende por 50.000 pesos. En ese esquema de precios 30% es para el editor, el otro 30% es directamente para Pambelé (ya no para su familia), otro porcentaje igual es para él y el 10%  para gastos administrativos, o sea para transporte y alimentación, aunque el mismo Pambelé desmiente lo último: "Cada quien paga su almuerzo".
Los resultados en ventas son asombrosos. Según Miguel Gómez, del primero se vendieron los 3.000 ejemplares impresos, del segundo se han vendido poco más de 15.000 en dos años y del tercero, 2.000. De acuerdo con sus cuentas, las ganancias mal contadas serían de 600'000.000 de pesos. Nada mal para un escritor independiente.
En una visita que duró 30 minutos, por ejemplo, y que ocurrió en 2009 en el Archivo General de la Nación, Gómez y Pambelé vendieron 18 libros. En media hora de rebusque ganaron 540.000 pesos. Meses después, en una de las sedes administrativas de Colsubsidio de Bogotá se agotaron los 25 volúmenes que llevaron en menos de 20 minutos: 750.000 pesos.
Eso sin contar los ejemplares que vende en el interior del país, en lugares engalanados para recibir al mítico púgil y a su pintoresco biógrafo, en Medellín, Ibagué, Neiva, Tunja, Villavicencio y Sincelejo, su biografía se ha vendido como pan caliente. El secreto es simple: "Quiéralo o no, hay ese criterio de solidaridad hacia ese hombre que nos dio muchas alegrías, la gente se emociona al verlo y compra", dice Gómez. 
Miguel Gómez sufre de miopía. Usa lentes de contacto pero cuando quiere descansar su mirada utiliza gafas de 6.5 dioptrías. Al escribir lo hace tomando tinto y frente a un vetusto portátil de segunda mano y sin batería que compró en 300.000 pesos. Detrás de esos ojos miopes que le sirven para teclear de noche se pueden apreciar unas pupilas exaltadas cada vez que habla de su obra, perteneciente a un género que inventó, el realismo vivo: "La literatura es el único arte que no ha evolucionado; con mi cuarto libro, Eslabón de espinas, los grandes escritores como García Márquez, Vargas Llosa y Borges quedan como novatos al lado de mi propuesta. Estoy cerca del Nobel porque soy el primero en transformar la narrativa".
¿Pero en qué consiste ese estilo? Según sus palabras, en eliminar conectores, adjetivizar sustantivos, usar megametáforas e implementar 195 nuevas palabras (como "clepsidrazo", "pañueló" y "cedulé"). ¿Quién le ha hecho creer que está encaminado a convertirse en un bestseller? Su corrector de estilo, un literato de 50 años llamado Luciano Mejía que sufre de las mismas adicciones de Pambelé: "Él dice que los clásicos que me anteceden están aplaudiendo lo que hago porque la literatura estaba condenada a desaparecer".
Gómez es experto en mercadear su obra. Su libro Calvario, por ejemplo, tiene como portada el cuadro de un artista conocido como Maquiamelo. Bajo el título Cristo negro de Palenque, se ve el retrato de un Kid Pambelé crucificado. Está hecho al óleo, su halo es de pan de oro y la sangre que sale de su costado izquierdo es real: Antonio Cervantes se pinchó un dedo y donó un poco de sangre para que fuera untada en las heridas. En Eslabón de espinas, su obra inédita, Gómez narra la forma en que Antonio Cervantes pierde la virginidad. No cuenta muchos detalles, pero se enorgullece de su maestría: "Todo el mundo habla de Henry Miller como el hombre que describe perfectamente el sexo. Vea, en eso él se me queda en pañales. Yo hago que la primera experiencia sexual de Pambelé sea hermosa. Cuando se conozca esa escena hasta Kevin Costner querrá rodarla, porque nunca toco la parte vulgar como sí lo hace Miller en Sexus".
La última prueba de su ilimitada imaginación es cuando decidió que su género podía sintetizarlo visualmente al disfrazar a Cervantes con sombrero vueltiao, poncho y carriel: "El realismo vivo convierte a Kid Pambelé en el primer Juan Valdez negro", asegura.
Hace algunas semanas se supo que Colombiana de Televisión está produciendo una nueva serie sobre boxeo. La noticia detonó en los medios como si fuera dinamita, pero todavía hay más dudas que certezas. Se ignora, por ejemplo, si la serie contará la vida de varios ex pugilistas o el de uno solo, la del más emblemático de todos, Pambelé. Tampoco se sabe a ciencia cierta si ese papel lo interpretará Óscar Borda, a quien efectivamente le ofrecieron ese papel en algún momento, o si finalmente Graciela Torres, "La negra candela" acertará con un rumor que ella se encargó de anunciar: que el actor Ómar Murillo ya estaba ensayando su nuevo papel protagónico. También sigue siendo un misterio en qué versión documental se basarán ellos para mostrar la vida de Antonio Cervantes, si alguno de sus hijos ha sido contactado para gestionar los derechos de su papá. Miguel Gómez dice que la historia no sería contada a partir de sus libros. Pero no niega que le encantaría.
Actualmente Antonio Cervantes se encuentra internado en la Fundación Paso a Paso de Medellín. Allá llegó por pedido de su familia y con el apoyo de Coldeportes. Julia Escobar, una especialista que lo trató, da fe de sus progresos desde octubre hasta diciembre de 2009: "Él recibió un tratamiento grupal donde lo más importante no era tratarlo como el gran campeón que fue sino como un hombre común. Ahora está tranquilo porque lo tratan como Antonio y no como Pambelé". Ella está satisfecha porque Cervantes ya no se siente como un rey sino como el esposo, el padre y el abuelo que es. Al mismo tiempo, Miguel Gómez ve cómo las ventas de sus libros disminuyen: "En estos momentos los ingresos están muy bajos por la cosa que no está el viejo Pambe, pero igual tengo que darle gracias a Dios porque con su historia he comido todos estos años y muchas personas se han solventado a través de los libros".
Una de ellas es José Antonio, que solía decir que Gómez era un explotador que también agredía físicamente a su padre. Ahora lo ayuda a vender libros. Para Manuel Antonio Cervantes, el hijo mayor de Pambelé, su hermano menor y Gómez están confabulados: "Él llama a las empresas, se hace pasar por mi papá y cuadra las citas. Cuando llegan les dicen que Pambelé está enfermo y que no pudo ir". Para José Luis Cervantes, José Antonio es un delincuente: "La doctora Escobar me manifestó que mi hermano menor la llamaba para decirle que la iba a demandar si no dejaba libre a Pambelé". Las llamadas las hacía desde el celular personal de Miguel Gómez. Y ella lo reconoce implícitamente, cuidándose de no comprometerse demasiado: "A mí me llamaron para decirme que tenía que sacarlo".
En los últimos tres años Antonio Cervantes no ha terminado ninguno de los tratamientos que ha comenzado. Cuando muestra mejorías desaparece abruptamente con ayuda de Gómez, vende libros con él, después recae en el vicio y cuando toca fondo Gómez lo regresa desahuciado a otra fundación para que se recobre. Cada vez que su recuperación está bien encaminada el destino se encarga de provocarlo con las tentaciones de la calle, el infierno de Pambelé. Se trata de un cruel déjà vu que irremediablemente estuviera condenado a repetir.
Eduardo Gutiérrez, psiquiatra que atendió a Pambelé en la clínica La Inmaculada, describe su condición mental como no ideal para tener poder de decisión y por eso recomienda un tratamiento a largo plazo dentro de cualquier centro de rehabilitación que garantice un ambiente de abstinencia y cuidados mínimos para él. Si esto no sucede, su deterioro será peor.
Miguel Gómez cree que Kid Pambelé sabe qué es lo malo, lo bueno y lo que le conviene. También opina lo contrario: "Él siempre ha estado enfermo, desde 1980, y está totalmente demente". Se exime de cualquier responsabilidad por la condición de su "socio" en la venta de libros, y culpa a su familia por ser "muy apática y permitir que Pambe esté como esté", aunque también, una vez más, dice lo contrario: "Ellos están constantemente pendientes de él".
Cada vez que Kid Pambelé está con Miguel Gómez trabaja por la mañana y por la tarde se pone a leer sus periódicos favoritos, El Universal de Cartagena y El Heraldo de Barranquilla. También escucha las noticias deportivas por radio y televisión. La convivencia con Gómez la define así: "Es buena pero él a veces tiene errores también, porque se altera con toda esa vaina de la venta de los libros". Cada vez que es tentado por la calle fuma bazuco, desaparece, un escándalo lo pone en evidencia, fuma más bazuco, vuelve a desaparecer, es humillado, protagoniza una pelea callejera, algún periodista arma un escándalo mediático de ello y su familia lo recoge del mismísimo infierno para recuperarlo una vez más. A pesar de todo él tiene un corazón muy noble: "A todos los que han hablado mal de mí yo no les tengo rabia".
Cada vez que Antonio Cervantes Reyes está recluido su semblante cambia, recupera la confianza y disfruta las cosas sencillas de la vida, como dormir con tranquilidad, despertarse en un ambiente sano, hacer deporte y alimentarse con su comida favorita, el pescado. Entonces mira el futuro con esperanza: "Yo lo que tengo que hacer es seguir con el tratamiento y así ayudar a mi familia también". Pero ningún médico puede asegurar cuánto tiempo necesita estar recluido Antonio Cervantes Reyes para rehabilitarse por completo. Mucho menos si algún día su álter ego, el famoso Kid Pambelé, dejará de buscar las sobras de un mito que construyó con sudor y sangre.
Los flashes seguirán destellantes en busca de su rastro en las calles. Y al acecho, muy de cerca, estará Miguel Salvador Gómez Osorio -ese autor costeño que no le hace honor a su segundo nombre-, esperando poder finiquitar la próxima gira con el protagonista de sus libros o, de una vez por todas, vender la última foto del campeón de San Basilio de Palenque.
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