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Historias

JAIME MANRIQUE: EL HOMBRE DE LOS CORTOS

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Foto:

Revista Don Juan
Gracias a un cortometraje en el que todo salió mal, Jaime Manrique se obsesionó con los cortos. No había cumplido los veinte años, pero su afición por el cine era tan grande, que “embaló” a un grupo de amigos en la aventura de hacer una película, recogió veinte millones de pesos organizando conciertos de hardcore y recitales de poesía y cuando pensó que estaba listo, se puso a grabar. “Me pasó todo lo malo que le puede pasar a un principiante”, recuerda mientras prende un cigarrillo. “Volteamos un camión de luces, le quemé la cara a un actor con unos efectos mal hechos en una pistola, se me trozó la película y parte del material se nos vela… En fin, el hecho de que el corto fuera tan fracasado me puso en el plan de ver muchos más cortos y de investigar qué pasaba con los cortos después. Porque, si yo hubiera terminado ese corto, ¿qué hubiera hecho luego?”.
Manrique había crecido rodeado de cine. Todas las tardes, durante su bachillerato, iba al cineclub de su barrio para alquilar películas que se veía metódicamente –primero las de terror, luego las comedias, después las de ciencia ficción, luego las bélicas– hasta agotar con todas las que había en el lugar. Él calcula que pudo haberse visto unas 5.000 películas en esos años. Sin embargo, para cuando hizo el corto, en Colombia solo había dos festivales de cine que no tenían mucho interés en los cortos, y como tampoco existía internet, un experimento local, como el suyo, estaba prácticamente destinado a quedar en el olvido. Por eso fundó su empresa Black Velvet, que se ha dedicado a formar nuevos públicos para el cine en Colombia y a generar vínculos con espacios de proyección, nacionales e internacionales.
Sin embargo, el mayor logro puede ser Bogoshorts: un festival que comenzó hace 17 años en un bar bogotano bajo el nombre de InVitro Visual y que Manrique tomó un par de años después, para convertirlo en un festival internacional. Para esta edición, recibió 4.000 cortos en su convocatoria de competencia y va a exhibir 400 en 20 salas de cine de Bogotá. Este año, como siempre, Bogoshorts vuelve y el 4 de diciembre, en Cinema Paraíso, presentará junto a DONJUAN una noche de cortometrajes que han estado presentes en los premios Óscar, como Madre, de Rodrigo Sorogoyen y Bear Story, de Gabriel Osorio. Todos le hacen honor a Santa Lucía –la patrona del festival y la estatuilla que reciben los ganadores– un ícono que recuerda a la virgen ciega, que perdió los ojos en un acto de fe: “Para mí, es la virgen del cine”, dice Manrique. “Además me gusta mucho pensar en esa frase popular: ‘Después de un ojo afuera no hay Santa Lucía que valga’. Es como decirle a la gente que viene a Bogoshorts: ‘Cuide qué es lo que ve y cómo lo ve’”.
Empecemos desde lo más básico. ¿Qué es un corto? ¿Y qué es un corto colombiano?
Un corto es una película de corta duración. Si alguien le dice que no vio una película, sino un corto, hay que decirle que está equivocado porque los cortos son películas, igual que los largometrajes.Los cortos duran un poco menos, normalmente hasta treinta minutos, pero de resto es igual: una historia contada cinematográficamente que tiene valor como entretenimiento y también como obra artística. ¿Y el corto colombiano? Es la muestra de la diversidad del país: en este momento se producen 350 cortos al año en Colombia, que demuestran que en el país hay muchísimas cosas. ¡350 cortos son 350 miradas posibles! Algunas vienen desde los jóvenes, pero también hay cortos de realizadores experimentados que hacen un largo y luego se devuelven al corto.
¿Qué papel juegan los cortos en el cine?
La mayor potencia del corto es la libertad. Cuando usted está haciendo una película de largometraje usted tiene tanto, tantísimo dinero en juego, que tiene que sacar un producto que, sí o sí, tiene que funcionar en el mercado. El corto, en cambio, es un proceso en donde el realizador entiende cuál es su voz autoral, qué quiere contar, cuáles son sus miedos, sus facultades, sus capacidades. Los cortos son el lugar donde el cine evoluciona, en cambio los largos son donde el cine se estandariza. En el largo usted ve lo que está probado que funciona, pero en el corto usted ve a la gente experimentar. Es casi como si se estuviera descubriendo el lenguaje, porque en el lenguaje audiovisual todavía nos falta mucho por descubrir. Si usted lo ve de esa manera, el corto es el lugar donde uno encuentra el cine en su estado más puro.
Bogoshorts va por la 17 edición y usted lleva 15 dirigiendo el festival. ¿Qué ha aprendido en todos estos años?
Que uno nunca termina de aprenderlo todo. Los cortos tienen una cosa maravillosa como fuente del conocimiento y es que nadie puede decir que lo vio todo o que lo sabe todo. Los cortos son una mirada al universo, ni siquiera al planeta, porque en un corto uno puede nadar con ballenas en el océano Índico y en otro puede estar metido en una tiendita en Beijing viendo cómo se vende pato pekinés. Hace poco estuve de jurado en un festival de corto universitario en China y vi cincuenta cortometrajes de chicos que estudian en todo el país: ¿De qué otra forma se puede entender mejor ese mundo si no es desde los ojos de un joven de 19 años que quiere contarle al mundo cómo se vive en su aldea? Al final, un festival de cortos, como Bogoshorts, es una ventana para canalizar esa fuerza e implica una responsabilidad, porque no podemos dejar que ninguna fuerza sea excesiva: dentro de los 4.000 cortos que recibimos cada año en la convocatoria, que es exitosa y poderosa, cerca de 900 cortos son franceses; eso es un porcentaje gigante, pero no dejamos que pasen más de dos porque también necesitamos un corto somalí, un corto taiwanés, uno canadiense… Luego vienen los logros: la Academia nos seleccionó el año pasado como calificadores a los Óscar y uno de los cortos colombianos del año pasado, Coffee Break, ya está en la carrera real para la potencial nominación a mejor corto animado, y este año hicimos la gestión para que Colombia fuera el invitado oficial del Clermont Ferrand, el festival de cortos más importante del mundo. Lo que estamos haciendo es conectar muchos puntos del planeta, y cuando vemos que 1.600 personas van a la inauguración del festival nos damos cuenta de que el logro más importante es que, en Colombia, entendimos que los cortos son mucho más de lo que todos creemos.
JOSÉ AGUSTÍN JARAMILLO
FOTOS: NATALIA HOYOS
REVISTA DONJUAN
EDICIÓN 153 - NOVIEMBRE 2019
Revista Don Juan
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