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Cultura

Reebok Z-Pump, unos tenis hechos a la medida

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Foto:

 Los años noventa era imposible no soñar con convertirse en una estrella de basquetbol. La culpa la tenía una NBA repleta de estrellas, los saltos de Michael Jordan y de toda su corte y un tipo de zapatillas que revolucionaron el mercado: los Pump. Su tecnología era extremadamente seductora, en la lengua del zapato había una bola de básquet que se inflaba y creaba una cámara de aire que prometía la ayuda necesaria para elevarse del suelo, alcanzar el aro y clavar la pelota con la furia de los elegidos. El éxito de las zapatillas –invento original de Reebok– se extendió a la calle. Fue una moda urbana que marcó época, tanto que todavía hay urbanistas clásicos que van por la calles de medio mundo con sus Pumps, camisetas vintage y jeans de diseñador. Pero era hora de renovarse.
Los Z-Pump se inflan y envuelven el pie con la mejor exactitud. La válvula cerca del talón sirve para sacar el aire después.
El año pasado Reebok invitó a periodistas de todo el mundo a su sede en Boston para la presentación más importante de la marca de los últimos tiempos. Había que firmar papeles y comprometerse a guardar el secreto durante casi cuatro meses; firmar otro documento en el que se aseguraba que el invitado tenía buen estado físico y podía superar una prueba atlética de alto rendimiento que serviría de marco para hablar de lo que tenían que hablar. Firmé todo y no me arrepentí. Antes de salir no tuve tiempo de revisar videos y recopilar información sobre la Spartan Race que, entre otras cosas, se llevaría a cabo en el mítico estadio de los Red Socks. Pensé que se trataba solo de correr algunos kilómetros con obstáculos, cruzar la meta rodeado de deportistas aficionados y recibir una medalla.
No pensé que se convertiría en una cuestión de orgullo y honor; ni que hoy –frente a mi escritorio– todavía tuviera colgada la medalla.
–Hi!
La casa de Reebok es la clase de edificio en la que todo hombre sueña trabajar; tiene las oficinas que debe tener toda empresa, pero sus cubículos no están hechos para cultivar una barriga vergonzosa. Reebok está en las afueras de Boston y se respira naturaleza por todas partes. Todo el edificio es transparente. En los alrededores –o mejor: dentro de sus dominios– hay pistas y escenarios para probar todo tipo de zapatos deportivos. Los ejecutivos tienen físico de atletas. El presidente de Reebok, Matt O’Toole –un hombre de unos cincuenta años y que, supongo, debe trotar más de 10 km diarios–, tiene tatuado el logo de la marca en la espalda. “Look”, dice. Y se levanta la camiseta de la espalda para dejar al descubierto el triángulo que representa a la marca.
Hay más de 40 periodistas de todo el mundo. En un punto nos piden firmar otra cláusula de confidencialidad y nos dan las llaves de un locker para guardar cámaras y teléfonos celulares.
Y también para guardar la ropa que llevamos puesta. Es hora de hacer ejercicio. Y de probar los Z-Pump, el nuevo juguete de la marca.
Bill Mcinnis, director de la unidad de negocios de Running en Reebok
Tengo que decir que adoro los tenis. He tenido de todas las marcas. Me gustan para ir a la oficina, para el fin de semana, para practicar mis deportes favoritos (tenis y running). Me gustan como objetos de diseño. Y me gusta verlos como esculturas de tela y plástico y por esa razón algunos modelos con exceso de “ingeniería” me parecen el equivalente a un PC sin gracia (no sobra decir que soy adicto a la marca de la manzana). Y los Z-Pump son una pequeña obra maestra de diseño y tecnología. Y fue un placer ponérmelos. Sentir su contacto y llenarlos de aire y sentir cómo me envolvían el pie. Zapatos hechos a la medida. Los Z-Pump son el juguete ideal para un adolescente o para una persona de 50 años que no quiere dejar de ser joven.
Esa mañana nos presentaron a la campeona de American Ninja Warrior, una mujer pequeña, de 1,55 m, que no intimidaría a nadie, aparentemente. Tras ver el video de sus hazañas se convirtió en una gigante inalcanzable. Kacy Catanzaro podía escalar paredes con la habilidad de un chimpancé, subir corriendo una rampa de varios metros y otras hazañas como pasar de poste en poste con piernas y brazos una distancia de 10 metros. Ella nos mostró las pruebas que teníamos que pasar para probar los Z-Pump. Correr con una bola de varios kilos, subir y bajar escaleras en un circuito. Sudamos. Nos divertimos. Frenando en seco perfecto. Velocidad. Agarre.
–¿No podemos quedarnos con ellos?
–Todavía son un secreto.
–¿Qué esperan con estos zapatos?
–Reebok tiene varias intenciones con respecto al tema del Pump. Primero que todo, se trata de un gran producto. Está a muy buen precio y tiene la finalidad de hacerles saber a todos que Reebok está de vuelta –me dijo O’Toole, cuando todos, otra vez, teníamos jeans y chaquetas para el frío de la ciudad.
–¿Cuánto tardaron?, ¿cuántos fracasos tuvieron con estos zapatos?
–Tengo una bodega llena de zapatos que no funcionan –dice Paul Lichfield, director de conceptos avanzados–. Hemos pasado por unos 15 o 16 ciclos de creación. ¿Funciona el zapato? ¿Funciona la válvula? ¿Es muy apretado? ¿Queda muy suelto? Todo esto es muy cool, pero también fue un proceso donde hubo muchas cosas que no salieron bien y fueron fracasos.
–¿Y para qué son exactamente?
–Es un zapato de soporte neutral. No es un zapato de estabilidad especializada, ni un zapato controlado. Nuestro enfoque con respecto a correr es muy diferente y estamos enfocándonos en la variedad. Nuestro target no es el corredor que hace 5 km dos veces a la semana o 10 km tres veces a la semana, estamos pensando en un corredor que cambia su entrenamiento constantemente y tenemos un tipo de zapato para cada ocasión. No somos la marca más fuerte entre los corredores, pero vamos en camino, estamos encontrando el espacio. Es por esto que no estamos haciendo lo que hacen los demás, sino que estamos creando un producto innovador, un producto diferente. Por ahora, el Pump no es un zapato para largas distancias.
Y hubiera sido perfecto para el día siguiente: la Spartan Race. Seis de la mañana en el Fenway, el estadio de los Medias Rojas, todos saltábamos del frío y me empecé a preocupar: ¿En qué me metí? Recordé las hazañas de Catanzaro y me dije: Yo solo sé correr.
–Go!
Y lo primero que tuve que hacer fue saltar una pared. Y una vez superada había que subir con el pecho en el piso –como un soldado– o simplemente dando botes, la rampa del estadio. Uno o dos pisos y mis manos estaban llenas de piedritas. Y luego había que cargar bidones llenos de agua. Y ponerse una rueda en los pies y avanzar con las manos. Y cargar un bulto en el hombro. Y tirar una lanza contra un enemigo hecho de paja. Y levantar varios kilos con una polea. Y correr. Correr como un endemoniado y no desfallecer antes de llegar a un pasamanos eterno. Y desde la pista atlética subir por una malla hasta el tercer piso. Y renunciar ante una soga demasiado alta (había un castigo: 25 saltos que son entre abdominales y lagartijas). Y saltar más paredes. Y pasar entre bultos llenos de arena. Y llegar a la meta y recibir la medalla en poco más de una hora.
Equipo Reebok
Valió la pena, me dije. Y ahora: a esperar otra prueba. El deporte es el vicio de nuestros tiempos.
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