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Cultura

La mirada nazi de Tarantino (Entrevista)

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Revista Don Juan
Perdió la virginidad en la cama de su mamá con una prostituta que contrató por teléfono; dice que su principal formación cinematográfica la adquirió trabajando en una videotienda; tiene una sala de cine en su casa y ve al menos tres películas cada noche; tiene IQ de 160, pero su paso por el colegio fue un desastre; su musa es Uma Thurman; su penúltima película, Death Proof, ha sido la menos vista y más criticada, pero con Inglourious Basterds -que se estrena en Colombia el 30 de octubre- ha ganado decenas de cumplidos y demostró otra vez que es uno de los más grandes del cine.
Hacer una película de guerra con dosis de frivolidad, violencia extrema, humor y Spaghetti Western es un gran reto, pero girar en medio de tantos géneros para caer de pie con otra película más sobre la segunda guerra mundial -la guerra más manoseada en la historia del arte- requiere algo más que ingenio. Después de esto, es imposible llegar a imaginarse con qué sorprenderá Tarantino en cinco o diez años. Ha dicho que le encantaría dirigir una película de James Bond o del videojuego de computador Half-Life, pero por ahora no se ha revelado nada en absoluto sobre el futuro del genio que, en cuatro años, cumplirá su primer medio siglo de vida.
DONJUAN: ¿Es cierto que escribir Inglourious Basterds le llevó más de ocho años?
Quentin Tarantino: Sí y no. Al principio iba en contra de la historia original con las tropas estadounidenses que escapaban mientras las conducían a ser ejecutadas. Comencé a escribir el guión después de Jackie Brown (1997). Iba a ser mi primer guión original después de Pulp Fiction (1994), así que decidí ir con cuidado. Comencé a escribir y no podía parar, porque estaba empezando a convertirse en una novela o una miniserie. Las ideas no paraban de fluir en mi cerebro. Eso mismo me pasó con Kill Bill (2003, 2004) y por eso acabé haciendo dos películas. Se me pasó incluso por la cabeza realizar una miniserie que se vendiera en formato DVD en vez de estrenarse en la pantalla grande, pero decidí dejarlo macerar y ponerme con Kill Bill. Cuando regresé pensé en la posibilidad de hacer doce capítulos. Recuerdo que una noche fui a cenar con Luc Besson y su socio. Al socio le gustó la idea de hacer doce capítulos, pero Luc me dijo que yo era uno de los pocos directores que lo animaban a ir al cine. Una vez me dijo eso se me quitó la idea de los doce capítulos y puse en marcha la idea de incluir al Tercer Reich y a Goebbles.
DJ.: ¿Tuvo que hacer mucha investigación para escribir el guión?
Q. T.: Estoy bastante familiarizado con el tema. Así que escribir el guión en su totalidad me llevó unos seis meses. Al principio tenía la imagen de Shosanna como una mujer luchadora con un toque malote, tipo Juana de Arco, matando nazis a diestra y siniestra, tirando cocteles Molotov, pero al final me pareció que eso sería demasiado, así que decidí hacerla más real, una superviviente que se aprovecha de una situación particular para vengarse.
DJ.: ¿Cuál es su escena favorita?
Q. T.: En la que Shosanna y Fredick Zoller se disparan durante la proyección de la película.
DJ.: Christoph Waltz tiene una interpretación sublime, es casi lo mejor de la película.
Q. T.: Es un actor como pocos. Su personaje es uno de los más interesantes del filme y Christoph lo aborda perfecto.
DJ.: Usted es uno de esos directores que, por su estilo y carisma, llama más la atención que los propios actores. ¿Qué tipo de responsabilidad tiene eso? ¿Cree que el sexo y la violencia en las películas es una apuesta segura?
Q. T.: Ya me gustaría que lo fuera. Para mí las películas que hago son arriesgadas, al menos bajo mi punto de vista. Cuando hago una película no me planteo el éxito que va a tener en taquilla. La hago porque me gusta y espero que haya tipos como yo por ahí que vayan a verla.
DJ.: ¿Por qué cree que entiende tan bien a las mujeres?
Q. T.: Yo me considero sobre todo un escritor y me gusta escribir sobre algo que no sea sólo yo. Me gusta observar al resto de la humanidad, cómo hablan, las frases que usan. Creo que soy como una esponja y me voy empapando de todas las cosas que observo. Me gusta fijarme en la idiosincrasia de la gente. Suelo recordar casi todas las historias que me cuentan o me han contado a lo largo de mi vida, y si no la recuerdo, considero que no merecía la pena. El hecho de que usted diga que conozco bien a las mujeres es porque está basado en la observación. Tengo una antena puesta todo el tiempo.
DJ.: ¿Pero usted se siente cómodo entre mujeres?
Q. T.: Me siento cómodo en extremo entre mujeres y tiendo a pasar mucho rato con ellas. Tengo una relación con las mujeres muy diferente de la que tengo con los hombres. Con estos me gusta estar a solas, con un amigo. Sin embargo, con las mujeres me gusta salir en grupo. Mantengo muy buena amistad con mujeres y a lo largo de los años me he dado cuenta de que me interesa mucho todo lo que hablan y las cosas que las rodean.
DJ.: ¿De dónde viene esa fijación por los pies femeninos?
Q. T.: Me encantan y no lo niego, sino que lo muestro muy a menudo. Creo que los pies son muy sexys. Puedes pensar que es algo raro pero le ha pasado a muchos directores como Hitchcock o Sam Fuller, así que estoy en buena compañía en ese sentido. Por cierto, las piernas también son parte de mi debilidad en la pantalla.
DJ.: ¿Cree que el hecho de tener ahora 46 años le cambia la perspectiva a la hora de elegir la temática de sus películas?
Q. T.: Sin duda. Hay temas que solían interesarme y que ahora no.
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