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Cultura

La máquina paisa de hacer reguetón

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Foto:

Revista Don Juan
Hacer “Ginza”, la canción que hizo famoso el reguetón “Hecho en Medellín”, fue parecido a jugar veintiuna. En diciembre del 2014, Sky (Alejandro Ramírez), Bull Nene (René Cano), Mosty (Alejandro Patiño) y Feid (Salomón Villada) estaban en el estudio de la casa de J Balvin (Jose Álvaro Osorio), en una especie de campamento musical que duró cuatro días. El primer golpe al balón lo dio el productor, Sky, con un beat que les gustó a todos. A partir de ese sonido empezaron a rotar la pelota. Eran las cuatro de la mañana según Feid, las diez de la mañana según Sky, y a medida que aparecían melodías iban dando ideas para las letras:
Si necesita reggaeton, ¡dale!
Bull Nene, uno de los compositores, quería hacer una canción tan potente como “Gasolina”, de Daddy Yankee, una síntesis con los temas y los ritmos del reguetón: para “Gasolina” fueron los autos, las chicas y los efectos estruendosos; para “Ginza”, los ritmos frescos, las frases pegajosas y los sonidos vibrantes. Feid, que para ese momento estaba haciendo sus primeros acercamientos al arte de componer, tocaba tímidamente el balón: “El uno tiraba una frase, el otro la completaba, yo sapiaba (decía) cualquier cosa”. En cuestión de media hora todos estaban contentos con la canción.
Cuando ya tenían lista la maqueta, Sky le puso play para mostrársela a J Balvin, pero la respuesta fue inesperada: “Quitame ese sonido de niño chiquito que no me gusta”, dijo. No podía creer que esa fuera su próxima canción. Pero después de la segunda y la tercera repetición le fue cogiendo gusto y al final decidió subir a su cuenta de Instagram un video en el que cantaba un pedacito de la canción.
Si necesita reggaeton, ¡dale!
Sigue bailando, mami, no pares
Acércate a mi pantalón, ¡dale!
Vamo’ a pegarnos como animales.
La canción fue un éxito antes de lanzarla. Como el texto del post decía #Ginza –para describir el filtro que llevaba– los seguidores de J Balvin la bautizaron así y estuvieron hablando de ella durante semanas. En 2015, cuando se presentó como el primer sencillo del álbum Energía, se convirtió en un hit imparable: llegó a la lista Billboard Hot 100 –una de las más importantes del mundo–, estuvo en el primer lugar de varios países de Latinoamérica, España e Italia y entró al Libro Guinness de los Récords como la canción de un solista que ha durado más tiempo en el primer lugar de la lista Billboard Hot Latin Songs con 22 semanas consecutivas. Ahora la canción cuenta con más de 700 millones de reproducciones en YouTube, suena en todos los conciertos y sigue siendo un himno del género.
Pero, sobre todo, “Ginza” dejó claro que Medellín era la nueva gran protagonista del reguetón. 
J Balvin
Ph: Santiago Marzola 
 En marzo de 2003, 53.000 personas llenaron el estadio Atanasio Girardot para ver a Don Omar, Tego Calderón, Ivy Queen, Héctor & Tito y Daddy Yankee. Medellín era apenas una parada más en el circuito de conciertos de los grandes artistas puertorriqueños y habían pasado solo algunos meses desde que los grandes éxitos del género se oían en las emisoras. Sin embargo, el concierto confirmó que la capital antioqueña estaba enamorada del reguetón. Los que fueron al estadio recuerdan que ese día llovió y que en medio de la presentación, Héctor el Bambino atravesó la tarima montado en una moto amarilla de alto cilindraje, como la que aparecía en el video “Amor de colegio”.
“Desde los primeros conciertos masivos que hubo en el estadio se mostró el poder que tenía Medellín como público”, dice José Álvaro Osorio, conocido en todo el mundo como J Balvin. Está en una pequeña sala de juntas en el Museo de Arte de Medellín, donde llegó rodeado de amigos que caminan a su lado y detrás de él. J Balvin lleva unos tenis Nike Jordan, un pantalón azul, una camiseta rosada y una chaqueta diseñada por Virgil Abloh para Louis Vuitton. El artista paisa es la imagen de los relojes suizos Tag Heuer, Jimmy Fallon lo invitó a su show, Beyoncé hizo un remix de su canción “Mi gente” y en el último año se han producido documentales que indagan cómo un reguetonero se convirtió en una estrella pop. No se quita en ningún momento sus gafas oscuras y todas sus respuestas son cortas. Está relajado y aunque se nota que tiene calor recibe con paciencia cada una de las preguntas de los periodistas durante casi dos horas.
Hoy, J Balvin es el artista más escuchado del mundo. En junio de 2018 tuvo más de 48 millones de oyentes mensuales en Spotify. Lo que llama la atención es que no se trata de un fenómeno aislado: aunque J Balvin abrió el camino, otros artistas de Medellín –como Maluma, Karol G, Reykon (Andrés Robledo) y Manuel Turizo– lo han acompañado: Maluma (Juan Luis Londoño) logró que artistas como Shakira, Ricky Martin y Thalía migraran desde los sonidos del pop para experimentar con el reguetón y su canción “Felices los cuatro” rompió el récord Vevo/Youtube del video en español más visto en 24 horas, con una cifra de 9,3 millones. Karol G (Carolina Giraldo), por su parte, es hoy una de las mujeres líderes del género: su álbum Unstoppable estuvo el año pasado de segundo en la lista Top Latin Albums de Billboard, por encima de El Dorado de Shakira y su canción “Mi cama” –en donde logró unirse con Nicky Jam y J Balvin– ha estado en los primeros lugares de YouTube en España, Perú y Chile.
Maluma 
PH: Hernan Puentes / Cortesía HOLA! Colombia 
¿Pero a qué se debe este boom del reguetón paisa?  En las tres cuadras que conectan el Parque del Poblado con el Parque Lleras por la calle 10, hay siete discotecas donde suena reguetón y otros cinco establecimientos entre bares y tiendas donde también suena el género. Sin embargo, hay que caminar un par de cuadras más hasta vía Provenza, para dar con Perro Negro, un lugar reconocido por no poner ninguna canción que no sea de reguetón. Unas escaleras negras en forma de caracol llevan a un sótano oscuro con un letrero de neón rojo que dice DALE DURO. La única iluminación proviene de las luces tenues de dos barras y pequeñas luces de color rojo. Allí, hombres con camisa y pantalón de traje, jóvenes con camisetas holgadas y jeans y mujeres con vestidos cortos, camisas anchas o camisetas ajustadas, pasan la noche alrededor de mesas negras al ritmo de artistas puertorriqueños como Ozuna y Jowell & Randy, y locales como Karol G y Manuel Turizo. Cuando suena “Te boté”, corean la parte de Bad Bunny y cuando suena “Obra de arte”, de J Balvin con Final & Shako, todos la cantan completa.
La voz de Natti Natasha suena mientras las parejas dan una muestra de cómo se baila reguetón. Sin embargo, todos bailan: los que no están en pareja, lo hacen solos o en grupo. Y si la canción lo pide, van hasta abajo:
La dura de las duras
Tengo sueltecita la cintura
pa’ bajarte toda esa calentura
Esta es la frase insignia de la discoteca Perro Negro en Medellín 
PH: Santiago Marzola 
Cerca de la barra, una mujer le baila de espaldas a un hombre que le agarra la cintura y la acerca hacia él. No se despegan nunca y mueven –ambos– la cadera en círculos e intentan pegarse cada vez más, como si eso fuera posible.
Perreo sin filtro
soy la dura me llaman peligro
La canción sigue y ella empieza a inclinar su torso hacia adelante, pero él solo le suelta la cintura cuando ella está a punto de poner las manos sobre el piso. Esas mismas escenas se viven en muchos otros sectores de la ciudad: hoy el ritmo suena por igual en todos los barrios, sin importar la clase social, y el baile sin pudor se da en todas las discotecas. Sin embargo, antes de que se popularizara, el reguetón fue un género exclusivo de los barrios populares. En el Poblado, por ejemplo, le decían despectivamente “mañetón”. Para que el reguetón se tomara Medellín y para que el reguetón paisa se tomara el mundo, hubo un trabajo de varios años en los que artistas locales se abrieron campo en discotecas de zonas centrales, como el barrio Colombia, y de la difusión en colegios de toda la ciudad.
Lo que no saben –o no se preguntan– quienes van hoy a las fiestas de reguetón de Medellín es que mucha de la música que escuchan se hace en estudios que quedan a pocas cuadras de donde están bailando. Los productores que trabajan en Medellín se han convertido en los responsables de mantener una fábrica precisa que saca en masa éxitos internacionales. “Los productores son el 50 % de cada canción”, afirma DJ Gangsta (Juan de la Ossa Medrano), el productor de Farina y de Wolfine. Este año, su éxito “Bella” –un remix de Wolfine y Maluma– logró 500 millones de reproducciones en YouTube y dejó a todo el mundo coreando las letras:
Mujer tan bella y yo con una botella
Me dejé enredar fácil,
caí en las garras de ella
DJ Gangsta 
PH: Santiago Marzola 
Aunque la voz es de Wolfine, gran parte del trabajo creativo de composición y de ritmo le pertenece a DJ Gangsta, que trabaja en un estudio ubicado en el barrio Lalinde. Y no es el único: la ciudad está repleta de estudios de producción que se dedican al reguetón y a otros géneros cercanos, como el trap.
“Borró cassette”, de Maluma, y “Déjame te explico”, de Reykon, por ejemplo, salieron de una casa en Envigado donde funciona The Rude Boys. Ellos son un dúo de productores –Chan El Genio (Bryan Lezcano) y Kevin ADG (Kevin Mauricio Jiménez)– que trabajan en el barrio San Marcos, de Envigado. Es una casa grande y blanca de dos pisos que por fuera parece ser la de una familia, pero que tiene en su interior un cuarto de 20 metros cuadrados que se cierra con una puerta pesada que impide la filtración de cualquier sonido.
“Medellín es más cantera de productores que de artistas”, dice Kevin ADG. Chan el Genio le quita la palabra y agrega: “Hay demasiados productores. Y buenos. Muchos ni siquiera han salido, pero están trabajando duro”. Ambos son altos, visten sudaderas y sacos anchos. Y dicen que admiran otros productores paisas, como Ily Wonder, Maiky, Jowan, You Andy y The Prodigiez.
Foto cortesía Mackie 
¿Cuántos productores hay en Medellín? Es difícil crear un mapa preciso. Muchos trabajan en espacios colaborativos como Wire Music, otros en estudios a las afueras de la ciudad o en municipios aledaños, pero hacen parte de la escena. Y hay quienes todavía producen desde sus casas, como hicieron los primeros. Existen estudios que se crean por una unión de productores, pero después cada uno toma proyectos distintos y los sellos cambian de nombre o quedan inactivos durante años. Todo es una muestra de una industria rápida y cambiante.
Cada una tiene una historia y una forma particular de trabajo. En 2015, cuando Mosty, Feid, Rolo (Andrés Restrepo), Jowan (Johan Espinosa) y Wain (Esteban Higuita) abrieron ICON Music, se inventaron un método muy particular para elaborar, a ritmo de máquina industrial, un flujo constante de canciones: “Para nosotros era muy difícil sentarnos con el artista porque a veces no sabe bien lo que quiere, entonces nosotros optamos por hacer repertorio: nos sentábamos una tarde en la casa y hacíamos dos o tres canciones, así se formaba una biblioteca de cuarenta canciones y el artista escogía de ahí”, dice Rolo, que lleva una gorra blanca y una camiseta de Whitney Houston, mientras descansa en una banca de madera en el jardín de la casa donde funciona el estudio. Rolo fue uno de los compositores de “Mi gente”, el clásico de J Balvin. ICON está en una unidad cerrada de casas campestres en una zona entre Envigado y Llanogrande, y las tres habitaciones fueron convertidas en estudios de grabación. Dos tienen amplios ventanales con vistas a la montaña.
Feid y el Rolo 
PH: Santiago Marzola 
“Era más ágil, no perdíamos tiempo y nos creaba la necesidad de hacer música todo el tiempo. Si nos quedaban doce canciones, nos preocupábamos y decíamos: ‘Hay que sacar diez, doce o quince más esta semana’”, añade Feid con algo de nostalgia. Ahora trabajan más en proyectos específicos, pero aún conservan en Dropbox una carpeta que cada tanto escuchan y con más de 150 canciones que compusieron en la época en que fundaron el estudio. También están Ovy On The Drums –que es versátil entre el trap y el reguetón– y Dayme & El High –que trabaja con artistas como Kevin Roldan, Andy Rivera, Alberto Style, y Ñengo Flow–, solo por nombrar algunos.
Por otro lado, las compañías audiovisuales aprovecharon el auge de este género y empezaron a hacer videoclips. 36 Grados, la más reconocida de la ciudad, comenzó en 2011 produciendo el video de “Cripy cripy”, de Yandar y Yostin, con un presupuesto de dos millones de pesos. “Esa historia la hemos contado tantas veces que a uno le parece raro que todavía le pregunten cómo hicimos ese video”, dice Lucas Spot, el director de arte. Es un rockero que viste completamente de negro, pero que le imprime el color y la creatividad a cada uno de los videos de reguetón que ha grabado. Un año después, con “Pajaritos en el aire”, de Yandar y Yostin con Andy Rivera, lograron 100 millones de reproducciones en YouTube. En el video, las cámaras siguen a una mujer vestida de novia que camina por un puente mientras personajes con máscaras de pájaros le ofrecen dinero y viajes. Era un momento en que ni siquiera Daddy Yankee, líder del género, registraba esos números. Desde entonces han trabajado con Karol G, Maluma, Plan B, Nicky Jam, J Álvarez, Alexis y Fido, pero su relación más fuerte es la que tienen con J Balvin: en poco más de un año, el video de “Mi gente”, producido por ellos, cuenta con casi dos mil millones de reproducciones en YouTube, un número que ni siquiera “Hotline Bling” –uno de los mayores éxitos de Drake– ha logrado en dos años al aire.
También hay otras compañías audiovisuales basadas en Medellín, como Visual 1, que están haciendo videos para Greeicy, Pasabordo y Kapla & Miky. Esos son los ingredientes de la industria.
PH: Santiago Mazola 
El primer reguetón que sonó en una emisora de Medellín fue reproducido desde un CD pirata. La frecuencia Rumba 106.3 FM era una emisora crossover famosa por su espontaneidad y porque sus oyentes podían escuchar todos los géneros sin mucha organización: sonaban Salserín, Vicente Fernández y hasta el álbum Abba Pater, de Juan Pablo II. Fernando Londoño, director de la emisora –conocido como El Gurú del Sabor– y Luis Fernando Henao –DJ Semáforo– tenían una especie de ritual: como trabajaban en el edificio Coltejer, en pleno centro de Medellín, caminaban por la calle Junín después de almorzar y revisaban los CD piratas para medir el impacto de las canciones que estaban sonando. Además, de paso, buscaban nuevos temas.
Una tarde de junio o julio de 2002 vieron una canción que se repetía en los CD de mp3 que tenían los vendedores: “El latigazo”, de Daddy Yankee. El CD les costó tres mil pesos y traía entre ochenta y cien canciones más. Emitir la composición desde un medio pirata no era algo legal, pero para ellos era imposible conseguir la canción de otra manera. Ese día los oyentes la pidieron varias veces y como la versión que habían conseguido no duraba ni dos minutos, la repitieron sin cesar.
El impacto del reguetón en el público paisa fue tan grande que para diciembre de 2002, El Gurú del Sabor y DJ Semáforo tomaron la decisión de mezclar los clásicos navideños y de fin de año con éxitos de reguetón. Los medellinenses escucharon “El ausente”, de Pastor López, después de “Felina”, de Héctor & Tito; luego seguía “Cariñito”, de Rodolfo Aicardi, y la tanda remataba con “Salgo filoteao”, donde se unían las voces de Divino y Wisin & Yandel. La emisora fue la más escuchada en esa temporada y para enero de 2003 decidieron convertir Rumba en una estación ciento por ciento de reguetón.
No pasó mucho tiempo antes de que los músicos paisas empezaran a interesarse en el género y abrieran los primeros estudios de grabación dedicados al reguetón. Uno de ellos fue La Palma, fundado en 2002 en el barrio Robledo. “Siga, es la casa con la palmera enorme afuera”, decía el portero que permanecía en la entrada de la unidad residencial donde estaba el estudio. Cuando aparecía la palma, había que subir los tres pisos de la casa hasta una mansarda donde –al principio– no había mucho: apenas una organeta y un equipo de sonido para grabar y regrabar casetes. “El estudio era del tamaño de un baño y allá nos metíamos todos los que parchábamos más los amigos de cada uno”, dice T1gre (Sebastián Aristizábal), uno de los primeros artistas que grabó allí. “Me acuerdo que estábamos sin camisa sudando horrible y que comprábamos pan y Coca-Cola para cuando nos daba hambre”.
La Palma nació porque el grupo Golpe a Golpe –conformado por Pequeño Juan (Juan Fernando Restrepo) y Mr. Deck (Daniel Calle)– necesitaba un lugar para hacer su música. Ambos se habían destacado como artistas de rap en los grupos La Casa Negra y Selecto Dialecto desde mediados de la década de 1990, pero en 2001 empezaron a mezclar ritmos que escuchaban en canales internacionales como Telemundo y en casetes que conseguían en las calles Junín y La Playa. Así fueron acercándose a artistas como Vico C, Baby Rasta, Gringo y Big Boy. Hasta que se encontraron con el reguetón.
Cuando nació La Palma, Pequeño Juan tenía 19 años y Mr. Deck, 16. Ellos recuerdan la historia en una sala de reuniones de la empresa que hoy les maneja la prensa. Pequeño Juan no es pequeño: mide casi dos metros, viste todo de negro –a excepción de una chaqueta vino tinto–, usa dos anillos en cada mano y del cuello le cuelgan dos collares: uno con un dije de búho y otro con la cara de Jesús. En los dientes lleva un grillz plateado que cambia levemente la forma en la que habla.
Escuche aquí el soundtrack de esta crónica. 
“Una vez que estábamos en el estudio recibimos una llamada y nos dijeron que nos iban a matar. Había mucho radicalismo contra el reguetón que empezamos a hacer los que veníamos de la escuela del rap”, recuerda Pequeño Juan. Los raperos más radicales sentían que el reguetón era una degradación del género y en algunos círculos los empezaron a tildar de traidores. Sin embargo, muchos de los jóvenes de Medellín que se estaban interesando en el reguetón venían del rap. Otros casos son los de Tres Pesos –una de las primeras agrupaciones de la ciudad– e incluso de J Balvin, que fue reconocido por su improvisación antes de ser una estrella del reguetón. “El reguetón tiene la misma idiosincrasia de los raperos americanos, la forma de vestir, la forma de motilarse, las expresiones, las joyas, el bling bling, todo”, continúa. “Simplemente cambiaba el ritmo”.
A La Palma empezaron a llegar artistas de todos los alrededores de Medellín. Venían de Donmatías, de Yarumal, de San Cristóbal, de Envigado, de Zamora. Los productores agendaban tres citas al día –por treinta mil pesos cada una– y todos los que iban salían con una canción completa. “En un cuaderno íbamos escribiendo el nombre de las personas y agrupaciones que pasaron por La Palma, pero cuando sobrepasamos las 500 dejamos de anotar”, recuerda Pequeño Juan. Por el estudio pasaron artistas como Maluma, Karol G, Reykon, J Balvin y Andy Rivera (Andrés Rivera).
Sin embargo, en las emisoras como Rumba seguía sonando reguetón boricua. Los DJ y productores locales hacían agrupaciones, como Colombian Flow o Universidad de la Calle, pero sus canciones no eran consideradas para la parrilla radial porque El Gurú del Sabor pensaba que la calidad era mala, que los jóvenes de Medellín no estaban listos, que el reguetón era un ritmo exclusivamente puertorriqueño. Sin embargo, en 2002, cuando El Gurú lanzó Pa’ las que sea –su propio álbum, que tenía cuatro canciones–, lo promocionó en su emisora. Los integrantes de Colombian Flow –DJ Pope, Golpe a Golpe, Gran Chester, J Tobone, Árabe & Tiam y Los Full– se enojaron tanto que sacaron la primera “tiraera” (una canción que sirve para buscarle pelea a otro artista) del reguetón colombiano, titulada “Tiraera al Gurú”:
Esto es para ti Gurú
Esto es tu velorio
En qué pensaste tú, en qué pensaste Gurú
Si te bajan con botellas, chécalo full
Te mando el ranking pero no obstante
Saco el tiempo pa’ aplastar al locutor que se cree cantante
En 2003, el reguetón local logró tener un programa en la radio que se llamaba Flow de mi tierra. “Me dieron un espacio los domingos a las ocho de la noche, la hora en que nadie escucha radio”, afirma Shako (Santiago Chacón), un estudiante de comunicación social de la Universidad de Medellín, que luego formó parte del grupo Final & Shako, quien hacía el programa con DJ HZ (Hildemir Zapata). “Hicimos una estrategia para que los artistas presentaran la música y así involucraban a sus comunidades y ganábamos audiencia”.
El estudio La Palma también hacía grandes labores de distribución. En cada trabajo empaquetaban a todos los artistas del estudio: “¿Usted terminó su canción? Listo, yo se la entregaba. Pero le entregaba también la última de Balvin, Golpe a Golpe, Reykon, El Cartel, Árabe y Tiam… Así esto se regaba también”, dice Mr. Deck. La escena del reguetón en Medellín se ha caracterizado por tener un marcado carácter colaborativo, los remix entre artistas paisas son comunes y constantemente se ve en redes sociales a los artistas apoyándose entre ellos cuando hay lanzamientos de canciones o videos.
La Universidad de la Calle –Mike Cortez (hoy conocido como Reykon), Musik Man (Daniel Taborda), Golpe a Golpe, J Balvin, DJ Pope (Jose David Rivera) y T1gre– también empezaron a trabajar en la difusión de sus canciones y organizaron presentaciones en pequeños bares y discotecas de Medellín los fines de semana. La calle 68 del barrio Castilla, en la zona noroccidental de la ciudad, se convirtió en el punto de partida. El Clan, por ejemplo, era un lugar pequeño, oscuro, con unas escalas de salida peligrosamente estrechas donde los artistas tenían que cantar subidos en la barra. “Siempre que íbamos a tocar, llevábamos a amigos para que repartieran CD quemados a los asistentes”, recuerda T1gre. Así, ellos mismos fueron creando una fanaticada que los seguía a otros barrios, como Manrique, Robledo y Buenos Aires, que también hacían parte de la ruta de estas fiestas de reguetón.
Hacia 2005, cuando el reguetón ya se había asentado en Medellín, los artistas empezaron a salir a otras ciudades para presentarse en conciertos organizados por emisoras radiales: “Una vez tuvimos un show en Pereira con los de la Universidad de la Calle, como Reykon, Golpe a Golpe y J Balvin”, recuerda El T1gre. “Alquilamos una van y nos fuimos muy contentos, hasta que llegando a La Pintada un derrumbe nos cerró la vía. ¡Era al menos una cuadra entera de tierra y lodo! Así que nos tocó pasar por encima a pie y terminamos con pantano hasta en la cara. Cuando pasamos, conseguimos otra van y con las medias nos tocó limpiarnos todo el pantano de los tenis y el cuerpo porque llegábamos derecho a cantar y a devolvernos esa misma noche”.
Golpe a Golpe 
PH: Juan Manuel Vargas
J Balvin empezó a salir de Medellín a este tipo de eventos con canciones como Obra de arte, que fue importante en el Eje Cafetero, Santander y la costa atlántica, y se volvió mucho más nacional cuando lanzó “Ella me cautivó”, en 2009. Sin embargo, desde antes, el reguetón paisa ya estaba rompiendo fronteras.
En 2008, Daniel Taborda, conocido como El Narko de la Red, cursaba octavo en el colegio John F. Kennedy en Itagüí y era un aficionado de los computadores. Su primer trabajo fue moderar la sección de música de una página de foros llamada foromedellin.com. Era casi un trabajo de piratería: “Yo montaba la música con permiso de los artistas, la divulgaba en diferentes foros e incluso creaba perfiles que se dedicaban exclusivamente a una agrupación o solista, como Reykon, Yandar & Yostin, Andy Rivera…”, dice Taborda en medio del estudio de Dayme y el High en el barrio Laureles, del que hoy hace parte encargándose del área de marketing digital. “En ese proceso llegué incluso a entablar fuertes relaciones con otras personas que hacían lo mismo que yo en Puerto Rico, Chile, Argentina”. De esa manera, el reguetón de Medellín empezó a sonar por fuera de las fronteras de Colombia.
Por esa misma época, Sky, el productor de J Balvin, tenía 16 años. Cuando no estaba en el colegio o haciendo música, estaba metido en los espacios digitales de Messenger y MySpace: “Yo no tenía un parche como los de Robledo y Envigado, entonces lo que hacía era identificar quiénes eran los que estaban haciendo cosas y uno se conseguía el Messenger y mandaba el material que tenía”, dice Sky mientras se prepara para Selvática en Medellín, el primer concierto donde en el line up aparece su nombre. Después de “Ginza” siguió produciendo canciones y hoy trabaja principalmente en Miami con artistas como Lee Brian, Ozuna, Karol G, Sebastián Yatra, entre otros.“Yo no tenía quién me escuchara entre mis amigos, entonces por ahí conocí gente. También con MySpace. Esas eran las herramientas número uno para conectar gente acá en Medellín”.
Las conexiones que ellos hicieron definieron sus carreras. En el jardín de ICON Music, Feid empieza a reírse cuando recuerda cómo conoció a Mosty, uno de sus socios actuales: “Mosty tenía una canción que había pegado que se llamaba ‘Me enamoro’, pero nadie sabía quién era él”, dice Feid. “Una amiga mía tenía su Messenger y me lo dio, entonces yo le mandé unas canciones. Me dijo que sonaban muy maluco, pero que yo cantaba bacano, que cayera a su casa”, dice. “Yo pensé que era un señor porque las canciones de él sonaban superbién, pero cuando llegué a la casa me hicieron pasar a una habitación y había un pelao con el uniforme del colegio de la Universidad Pontificia Bolivariana. Yo lo saludé y me quedé esperando. Al rato le dije: ‘Parce, ¿y Mosty qué? ¿Será que se demora mucho?’. Y él: ‘Ah parce, yo soy Mosty’. Desde eso hacemos música juntos. Éramos unos niños”.
DJ Pope es un tipo alto con la barba alta y pulida, que viste siempre tenis grandes y camisetas llamativas. En 2012, cuando tenía treinta años, creó el estudio Infinity Music con una sola visión: hacer éxitos internacionales y de mucha calidad. Canciones que –en sus palabras– no tuvieran un sonido “tan calle”.
“Queríamos aportar un sonido diferente, queríamos apuntarles a unos Grammy con un sonido mucho más internacional y también queríamos que las líricas tuvieran un consumo más global. Que el papá pusiera la canción y también la abuelita y la tía”, dice Pope, quien hoy es el DJ de J Balvin. Sky, Mosty y Feid fueron algunos de los que se sumaron al proyecto Infinity, que produjo canciones de J Balvin, Maluma, Nicky Jam, De la Ghetto, Arcángel, Kevin Roldán, Mike Bahía y Juanes, entre otros.
Infinity ya no existe, pero él tiene un estudio llamado 574 que busca conectar a Medellín con el mundo en varios aspectos culturales: música, moda y arte. El lugar queda en Llanogrande y está cubierto de arte popular: hay grafitis, un par de esculturas que parecen de Kaws y fotografías de conciertos, videos y viajes tomadas por Orli Arias –el fotógrafo oficial de J Balvin– y por Felipe Zapata.
En esas fotografías se puede rastrear cómo el reguetón paisa conquistó el mundo.
J Balvin
PH: Santiago Marzola 
Según DJ Pope el aporte que Medellín le hizo al reguetón fue neutralizar el lenguaje: “Lo puso más sutil, más digerible para todo el mundo. Incluso, muchos puertorriqueños entendieron eso y nos acoplamos todos. Todavía está el perreo, también hay canciones románticas, pero también se intenta neutralizar el género desde las letras, el ritmo y las melodías para volverlo más global. Hoy estamos viendo esos resultados”. Ese estilo depurado fue el que posicionó a Medellín como un nuevo centro del reguetón: allí estaban los productores, los mánager, los estilistas, los productores de video, las oficinas de prensa y los contactos para hacer grandes conciertos.
Artistas de todo el mundo empezaron a migrar a Medellín. Incluso algunos puertorriqueños, como Nicky Jam (Nick Rivera), Mackie (Luis Enrique Pizarro) y J Álvarez (Javid David Álvarez), se establecieron en la capital antioqueña.
Mackie se sienta en un muro cerca de la piscina del estudio Iluminado, en el barrio El Tesoro. Tiene una larga cabellera de dreadlocks que constantemente se tira hacia atrás y sonríe cada vez que habla de Puerto Rico. “Antes a lo mejor hacíamos una canción y lo demás lo dejábamos un poquito más para lo último”, dice con su característica voz ronca que se puede escuchar en canciones como “Asechándote”, “Maulla” y “La bellaquera”. Se refiere a cuando empezó a hacer reguetón en su isla, a finales de la década de 1990. “Yo creo que perdíamos mucho dinero porque no sabíamos qué hacer con la música que teníamos”. Ahora está creando música con un grupo con productores que ha conocido en Medellín. “Acá hay una industria como tal. Todo está tan estructurado que se trabaja más rápido, más eficiente. Acá van al grano y tienes todo a la mano”.
Con otras palabras, Jaime Monsalve, director musical de la Radio Nacional de Colombia, coincide con Pope y con Mackie: “La vocación que tiene Medellín como capital industrial de Colombia y el tema de la pujanza paisa no puede echarse a un lado cuando uno piensa en esta suerte de apropiación de músicas que no se originaron allí. La muerte de Gardel en Medellín hizo que el tango se convirtiera en música regional propia y lo mismo pasó con la música tropical y el vallenato guitarrero”.
Gracias a su difusión e industrialización los paisas asumieron al reguetón rápidamente como algo propio. La etiqueta “Hecho en Medellín” en un artista o una canción se convirtió en motivo de orgullo y generó una especie de histeria colectiva por ser parte de ese dembow que aún no ha parado.
El 26 de noviembre de 2016 la Plaza de Toros la Macarena de Medellín presenció un momento histórico. J Balvin se presentó en Bruuttal y durante el concierto hizo un repaso por su carrera musical al lado de todos sus amigos.
A las once de la noche las pantallas del escenario se volvieron rojas y la pista de la canción “Veneno” empezó a sonar. Las primeras líneas fueron cantadas por la voz de un J Balvin que aún no aparecía sobre el escenario, pero casi terminando el segundo verso y empezando el coro el artista fue elevado a través de una plataforma y apareció en medio de la tarima:
Yo sueño tan alto que los veo en el suelo
No me pueden parar, soy internacional
J Balvin cantaba mientras se dejaba ver luciendo completamente de negro y portando una chaqueta brillante, una cadena y el cabello castaño peinado hacia atrás. Después cantó “Tranquila”, “Yo te lo dije” y “Sigo extrañándote” y empezaron a aparecer un desfile de invitados que nadie se esperaba: Nicky Jam, Yandel, Zion & Lennox, Farruko, Reykon, Jutha y Small, BIA, Jowell y Randy, Feid, Fuego, y Final & Shako se le unieron en tarima y durante casi tres horas hicieron un repaso preciso de toda la carrera del artista paisa. J Balvin dijo que ese concierto fue un homenaje a Medellín y que era su manera de devolverle todo lo que le dio y le sigue dando.
Medellín es un epicentro del reguetón. Otros eventos como El Choli se Muda a Medellín –que reúne artistas clásicos puertorriqueños como Tego Calderón, J Álvarez, Don Omar, Arcángel, Divino y Trebol Clan, entre otros– se están volviendo cotidianos y este año la discoteca Bolívar, en el Poblado, fue el escenario del primer Boiler Room en el mundo ciento por ciento dedicado al reguetón. El Boiler Room es una fiesta principalmente de música electrónica que fue creada en Inglaterra en 2010 y que ha sido celebrada en más de cien países; su particularidad es que transmite vía streaming cada evento y a la fecha ha transmitido en vivo más de 4.000 millones de minutos de música. No es menor que la fiesta haya ocurrido en la capital antioqueña y que hayan participado productores locales como Feid, Kapla y Miky con The Rude Boys y Ovy On The Drums.
El reguetón de Medellín ahora despierta emociones en todo el mundo. El 20 de agosto, Maluma fue uno de los artistas invitados a los Video Music Awards en el Radio City Music Hall, en Nueva York, y con su canción “Felices los cuatro” puso a bailar a toda la industria musical norteamericana. El reguetonero paisa apareció con un traje plateado de Dolce & Gabbana rodeado de bailarinas con vestidos dorados, pero lo que causó más impacto fue el breve encuentro con Madonna que tuvo antes de su presentación: en su cuenta de Instagram Maluma dijo que la diva del pop le había dado la bendición y le había dicho que estaba preparado para el siguiente nivel.
Club de reguetón 
PH: Santiago Marzola 
Han pasado dos años desde el primer Bruuttal y ahora las mismas canciones que J Balvin cantó en Medellín son cantadas por franceses, israelíes y rumanos. En agosto de este año, por ejemplo, J Balvin se presentó en Tokio y su Instagram era un compendio de videos en los que los japoneses coreaban sus canciones sin dudar una sola palabra y en donde los fanáticos llegaban a la firma de autógrafos con copias de los tatuajes de J Balvin en todo su cuerpo.
Ellos son estrellas globales hechas en Medellín. El mejor ejemplo del negocio.
¿Cuál es el límite? Nadie lo sabe. El propio J Balvin dice que hasta ahora él está empezando
ANDREA URIBE YEPES
REVISTA DONJUAN
EDICIÓN 138
AGOSTO-SEPTIEMBRE 2018
Revista Don Juan
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