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Cristina Hurtado sin Photoshop

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Foto:

Una mujer real a quien le encanta leer, escribir, cocinar frijoles, hacer buñuelos. Todavía le escribe cartas al niño Jesús. Una mujer que es amante del fútbol, empresaria y una de las presentadoras de televisión más queridas. Una mujer que acepta su cuerpo, con las imperfecciones que pueda tener, que huye de los estereotipos y las imposiciones, que dijo que no quería retoques ni Photoshop en estas fotos. Así es Cristina Hurtado.
>>Siempre quise hacer unas fotos como estas, pero que no tuvieran retoques ni nada de Photoshop. Quiero mostrar que el cuerpo hay que aceptarlo como es, que una estría puede ser hermosa, que no es porque eres bonita que te aceptas, o que por mostrar la cola tienes likes.
>>Hay que olvidarse de ese estereotipo que todas las mujeres tenemos que ser perfectas. Yo trabajo mucho para estar en forma, pero igual está bien tener defectos.
>>Muchas mujeres no se ponen un vestido de baño o no les gusta que les tomen fotos porque no creen que su cuerpo sea bonito. Y eso está mal. Eso es por el consumismo que nos impone muchas cosas. Todas tenemos las cicatrices de la vida y debemos estar orgullosas de ellas.
>>Quiero despojarme de tantos tabús, de tantos estereotipos, de tanta perfección mentirosa que nos venden. Si hacemos algo como ir al gimnasio o cuidarnos con la alimentación, que sea por nosotras, para sentirnos bien, no para los otros.
>>De pequeña no me gustaba el color de mis ojos. Me daba rabia que siempre que conocía a alguien lo único que decía era: “Ay, qué ojos tan lindos”. No miraban que era buena deportista o que me iba bien en el colegio.
>>Un recuerdo de mi infancia es estar jugando fútbol con mi papá, mi hermano y todos los amigos de la cuadra. Yo era la única niña, y desde ahí me encanta.
>>Con mi hermano éramos tremendos. Siempre jugábamos muy brusco y una vez estábamos corriendo por la casa cuando me tiró contra un mueble y me caí al piso. Me puse a llorar durísimo, me hacía la que no podía caminar. Gritaba: “¡Mi columna, mi columna!”, hasta que lo vi tan preocupado que estallé de la risa.
>>Mi papá, que fue conductor, me enseñó a manejar en un carro gigante. Una vez hasta me dejó manejar una tractomula. Obvio en las piernas de él, pero era increíble para una niña manejar algo tan grande.
>>Soy una loca por el orden. Soy un poco intensa, la verdad, y ha ido increscendo por mis hijos. Viviendo con tres hombres toca volverse así, si no la casa se vuelve una locura.
>>Tan obsesiva me he vuelto con ese tema que hoy en día, cuando voy a un hotel, yo misma tiendo la cama [risas]. Mi esposo me regaña, pero es que no puedo salir del cuarto si veo desorden.
>>Mis papás luchaban conmigo porque de pequeña era muy mala para comer. Una vez cogieron cuatro tapas de gaseosa y en una me pusieron tres arroces, en otra un frijol, en otra un cuadrito de plátano maduro, en otra un poquito de jugo y me sentaron y me dijeron: “Bueno, Cristina, a comer”. Y todos muertos de la risa en la mesa.
>>Una de las imágenes más fuertes que tengo de mi mamá era ella declamando poesía. Le encantaba, iba a concursos y yo me quedaba boba mirándola.
>>En el barrio todo el mundo buscaba a mi mamá. Ella estudiaba enfermería y la gente iba para que les ayudara. Me acuerdo en un diciembre que un muchacho se quemó con pólvora. Yo la acompañaba a hacer curaciones y todo eso, pero esa vez me impresionó mucho.
>>Y entre todo eso, yo no sé por qué a ella le gustaba coger ranas y sapos. A nosotros nos parecía horrible.
>>En el colegio, lo que más me gustaba eran los deportes. Practiqué absolutamente todos los que pude: baloncesto, natación, patinaje, fútbol, bicicleta.
>>Odio los gimnasios, no me gusta hacer ejercicio en un lugar encerrado. Prefiero el choque, competir, sudar o hacer un gol, que estar en una máquina.
>>Por un novio que tuve hace rato, varias veces fui a la tribuna norte del Atanasio, de pura enamorada. Él era hincha del Medellín, pero en mi casa todos éramos del Nacional. Todo el partido era saltando, moviendo los brazos y cuando metían gol eso era un peligro por la avalancha. Esa estripada era horrible.
>>Siempre que había partido de Colombia o de Nacional, en mi casa sacaban el televisor a la acera y se armaban unas fiestas buenísimas. Llegaba mucha gente, las sillas que teníamos se ocupaban rapidísimo. Todo el barrio parecía que estuviera ahí.
>>Me encanta la cerveza, es deliciosa. Y también me gusta mucho el gin tonic.
>>El último libro que me conmovió mucho fue La luz difícil, de Tomás González. Y me devoro todo lo de Jorge Franco.
>>El mejor regalo de Navidad que me dieron de pequeña fueron unos patines blancos con llantas rosadas; eran semiprofesionales. Me gustaron tanto que hace poco busqué unos igualitos y me los compré.
>>En la cuadra donde yo vivía, en Navidad, siempre cerraban la calle y mataban un marrano en frente de todo el mundo. Pero una vez, cuando estaban poniendo el marrano en el fuego, este salió a correr. Y todo el mundo: “¡Está vivo, está vivo!”, y todos persiguiéndolo.
>>Una vez hice una revista para el día del padre. Escribí todo, busqué las fotos, es que hasta sumario tenía [risas]. Toda la vida me ha gustado escribir.
>>No puedo con los embutidos ni con los gordos en la carne y ahora en mi casa el azúcar está prohibido.
>>Siempre empiezo mi día con una canción: Mi día, de Jesús Adrián Romero.
>>Todos en la casa le hacemos carta al Niño Jesús para los regalos de Navidad. Este año le pedí una piscina inflable [risas], para llevarla a la casa que estamos haciendo por Sahagún, de donde es Jose, mi esposo. Es que el parche que uno puede hacer con una piscina es increíble.
>>Mis fríjoles y mi torta de banano son famosísimos. Y eso que yo fui buena para cocinar ya cuando llegué aquí, a Bogotá; en Medellín más bien poco [risas]. Pero los buñuelos que hago son de otro planeta, me quedan redondos, esponjosos, mejor dicho, increíbles.
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