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La verdadera empanada de Bogotá

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 Doña Ángela empezó su negocio de empanadas el 4 de febrero del 2005, a eso de las cuatro de la tarde, en la esquina de la carrera 43A con calle 5A, en Bogotá. Ella no sabía hacer empanadas, pero se lanzó a hacer unas pequeñas medias lunas rellenas de carne y papa. Cobraba mil pesos por seis unidades y ese primer día, se acuerda, hizo $25.000. Conforme pasaba el tiempo sus clientes le empezaron a dar ideas: algunos le ayudaron a mejorar la masa de sus empanadas (“échele esto para que no se le corte”) y otros le dieron ideas de sabores: “Una vez hice diez empanadas de pollo con champiñón y queso”, dice, recordando la primera vez que se aventuró a crear. “Se vendieron en diez minutos”. Todo siguió evolucionando y llegó incluso a agregarles maíz y chorizo. A los pocos años, y en los mejores días de su carrito de empanadas, podía tener hasta dieciséis sabores distintos y ganarse quinientos mil pesos en una sola noche.
Hoy, las empanadas de doña Ángela son una estampa del barrio Galán: hay gente que ha crecido comiéndolas, hay quienes paran al menos una vez a la semana a darse el antojo (“mis delicias”, como les dice Ángela, porque así le puso alguna vez al puesto hasta que se cansó de poner y quitar el letrero) e incluso hay personas que, aunque se han mudado a otros lugares, vuelven cada tanto por su dosis.“Estas empanadas han ido al Huila, a Ecuador y a Estados Unidos”, cuenta ella. En total, vende entre diez y doce sabores distintos, dependiendo del día, y afortunadamente ninguno de ellos tiene arroz, para pesar de los rolos, pero para alegría del resto del país.
Siendo así de buenas (y de populares), el sobrino de doña Ángela vio una oportunidad de negocio y decidió montar un local con su receta: Maka. Si le da pereza pasar por el barrio Galán para visitar personalmente a doña Ángela, puede pasarse por la avenida Caracas con calle 76 para probarlas en este local. “Quisimos hacer un punto donde la gente pudiese ir a relajarse y solo comer estas empanadas”, dice María Camila Cifuentes, gerente de Maka. Y no se preocupe: el sabor es el mismo, pues doña Ángela hace las empanadas por cientos, lo suficiente para nutrir el local y su carrito.
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