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Londres: al otro lado del charco

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Pregúntese: “¿Qué haría si fuera a Londres?”. Si su respuesta no pasa de visitar el Big Ben y montarse en el London Eye, entonces necesita leer esta guía para no desperdiciar ni un minuto en la capital del Viejo Mundo.
El lanzamiento mundial del Huawei P9 fue lo que me llevó a Londres. Después de un viaje de diez horas estaba en la tierra de reyes, escritores y casi que todas mis bandas favoritas de rock.
Sobra decir que el lanzamiento fue algo espectacular, porque no te llevan al otro lado del mundo para salir con algo mediocre. Quedé impresionado con el evento, luego impresionado con el teléfono, luego pasó Henry Cavill al escenario, Superman en persona recomendando el Huawei P9, y luego pusieron un celular en mi mano y me dijeron que me divirtiera por la ciudad probándolo.
Dos días para disfrutar al máximo de Londres, un celular con una cámara –¡tremenda cámara!– para registrarlo todo y poco dinero. ¿Qué hacer?
Escuche con atención y puede que se divierta.
El mercado callejero de Notting Hill.
Empezaré por suponer que ya visitó todas las paradas obligadas, como el Palacio de Westminster donde está el Parlamento y su torre del reloj, mejor conocida como el Big Ben –pero que en realidad se llama torre Isabel–; los cuartos de guerra de Churchill y la plaza de Trafalgar, la glorieta de Picadilly Circus y la catedral de San Pablo. Esta es la ciudad de arquitectura gótica y victoriana que se conoce de postales y películas, una ciudad donde, como me dijo una periodista, “hay una foto en cada esquina”.
Camden Town, la cuna del movimiento punk y donde residía Amy Winehouse.
Ya con todas esas paradas a un lado, que fácilmente puede despejar en una mañana, tiene dos opciones para la tarde: Camden Town, donde inició el punk y las camisetas de bandas de rock abundan, y Notting Hill, donde Hugh Grant y Julia Roberts se conocieron (Un lugar llamado Notting Hill) y el mercado de pasteles y frutas y vinilos y antigüedades en medio de la calle es tan grande que necesitará una tarde entera para disfrutarlo. Eso sí, más le vale tener una buena cantidad de efectivo en el bolsillo, porque nada es barato en esta ciudad y no es fácil encontrar un puesto callejero que acepte tarjeta.
La librería en la que se filmó la película Un lugar llamado Notting Hill, con Hugh Grant y Julia Roberts.
Escribir de moda me ha vuelto un poco fanático de la alta costura, pese a que no creo que la de mis trajes esté siquiera en el mapa. Pero si usted también es así, pase por los alrededores de Savile Row y Bond Street para conocer algunas de las casas a las que tiene que agradecerles el traje que lleva cada día al trabajo. Aunque hay muchas para ver (Henry Poole & Co. es mi segunda opción, y Locke & Co. mi tercera), la recomendación oficial que hago es pasarse por la zapatería John Lobb, famosos por hacer los zapatos de grandes figuras como la reina Victoria y Frank Sinatra; tienen un sótano lleno de hormas de madera guardadas como vinos en la pared al que usted puede ingresar, un laberinto por el que vale la pena perderse un rato.
Fish and chips, con un poco de puré de guisantes. Este es el plato obligatorio para probar en Londres.
En medio de estas idas y venidas hay que comer. Si tiene buen apetito puede pedir el desayuno completo inglés (full english breakfast) con huevos revueltos, salchicha, morcilla (black pudding), champiñones, baked beans, hash browns y medio tomate, pero para el almuerzo hay un plato que tiene que probar para no irse con arrepentimientos: fish & chips. Pescado apanado y papas. Siendo honestos, es un plato algo insípido y que no mejora con el puré de arvejas con el que lo sirven a veces –eso sí, las papas son fantásticas–. Para hacer que la experiencia valga la pena, vaya a The Anchor, una casa que recuerda a la posada de La isla del tesoro, a un costado del río Támesis. Acompañe todo con una buena Guinness para rematar.
El restaurante The Anchor.
Si quiere mi opinión –y parece que es así, porque ha leído hasta este punto–, dedique una mañana a un paseo por Shoreditch. Las paredes de este barrio vibran con el color de los grafiti, un arte que se toma en serio allá, al otro lado del charco: hay pinturas de erizos, de manos esqueléticas y pinturas que protestan contra el consumismo. Si se esfuerza lo suficiente puede incluso encontrar los stencils de Banksy, el famoso grafitero. Quizá un policía inhalando cocaína o un guarda de seguridad custodiando el área con un french poodle, todos salvaguardados tras un vidrio blindado (para protegerlos del vandalismo, si puede creer la ironía).
Casi todas las paredes de Shoreditch son el lienzo de los grafiteros.
Su último día tiene que terminar en el American Bar, del hotel The Savoy. No se preocupe mucho por el código de vestimenta (no se puede ir en ropa deportiva), pero tampoco vaya demasiado casual; cuando vea el piano y el ambiente inspirado en los años veinte, iluminado por luz de velas, se va a arrepentir de haber ido en tenis. Repase las caricaturas de personajes como Humphrey Bogart que cuelgan en la pared y las fotos de Chaplin y Fred Astaire que se exhiben en una pequeña vitrina al lado de la entrada. El American Bar es la meca de la coctelería, así que no hay vergüenza en preferir sentarse en la barra y ver cómo Erik Lorincz, uno de los más grandes bartenders del mundo, hace su magia con cocteles como el Abbey Road y el Sam Collins, combinaciones únicas inspiradas en la historia londinense.
El American Bar, en el hotel The Savoy, es la meca de la coctelería.
Aquí nuestro último consejo: pida un Martini, simple como Dios lo mandó al mundo, relájese con las canciones que el pianista toca en mitad del bar y disfrute, como yo lo hice, porque no sé cuándo voy a volver, pero estoy seguro de que quiero hacerlo. ¡Dios salve a la reina!
Agradecimientos a Huawei.
Si quiere saber más del autor, sígalo en Twitter como @ElPrincipote
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