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El GARNISH DEL MARTINI

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El ilustrador americano Charles Gibson entraba a su bar favorito en Nueva York, el Players Club, y con solo un gesto el bartender sabía lo que quería: un dry martini. Un día Gibson desafió al bartender a realizar una variación de su trago. Lo único que él hizo fue remplazar la clásica aceituna por cebollitas. Se convirtió en un éxito. A esta bebida le dio el nombre de su cliente: Gibson Martini, lo más revolucionario que le habia pasado al dry martini desde la aceituna.
El garnish del martini es importante. La piel de limón, al igual que la de frutas como naranja o toronja, aportan aceites aromáticos cítricos que armonizan con los del vermú y la ginebra, y hacen que la copa se vea sofisticada. Con una aceituna verde o una cebollita blanca perlada la experiencia resulta diferente. Es táctil al paladar, se puede morder y los sabores, intensos, salados y avinagrados, se equilibran con la frescura de la bebida. Una sinfonía.
Del martini hay muchas historias sobre la forma de prepararlo, como la fascinación del agente 007 por pedirlo agitado, no revuelto; o como lo bebía Winston Churchill, a quien le gustaba tan seco que apenas si toleraba ver el vermú al otro lado de la habitación. Las proporciones de la mezcla determinan la diferencia. Cuanto menos vermú, más seco es.
Es habitual encontrar mezclas de dos partes de ginebra o vodka por una de vermú, o como el caso del coronel Richard Cantwell, personaje de A través del río y entre los árboles, de Ernest Hemingway, que en el Harry’s Bar de Venecia pedía su martini seco, muy seco, quince a uno. Para disfrutar de un martini perfecto siga la receta de Salvatore Calabrase, El maestro, que ha preparado cocteles por más de cuarenta años a príncipes, presidentes y celebridades: llene una copa recién sacada del congelador con ginebra o vodka congelado, agregue un par de dashes de vermú, un twist de piel de limón y añada una aceituna. –o para seguir con la tradición de Charles Gibson– conviértase en un revolucionario con un nuevo garnish.
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