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Las historias detrás de los juguetes sexuales

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 MUÑECAS INFLABLES
Fotografía: cortesía Google
Las muñecas sexuales han sido registradas desde el siglo XVII, con marinos franceses que las llamaban dames de voyage –o damas de viaje para los españoles–. Eran básicamente muñecos gigantes de trapo que apenas se parecían a una mujer, y con un orificio que apenas y parecía higiénico. Al ser usadas en viajes demasiado largos en altamar, estos eran los mejores “puertos” en los que los marinos podían descargar.
No fue sino hasta el siglo XX que emergió el concepto de la muñeca inflable, difundido por el dermatólogo Iwa Bloch, que ofrecía en catálogos parisinos modelos que podían “imitar la eyaculación” e incluso obtener el parecido de “cualquier persona, viva o muerta”. Perturbador, pero al parecer hubo gente a la que le gusta esa clase de cosas –porque siempre está esa novia muerta con la que alguien se quiere echar un último polvo, ¿cierto?–, porque desde entonces las muñecas crecieron en popularidad.
EL VIBRADOR
Fotografía: cortesía Google
Dice una historia que Cleopatra fue la inventora del vibrador, al proponer un cilindro hueco lleno de abejas furiosas. Pero si hemos de confiar solo en los libros de historia, entonces resulta que esa película que a todos nos dio vergüenza ver con nuestras mamás decía la verdad: el vibrador empezó realmente como una técnica de tratamiento para la “histeria femenina” (lo pongo entre comillas porque no es catalogada hoy día como una enfermedad, pero no por eso no existe entre las más locas). La estimulación del clítoris hasta alcanzar el orgasmo era la cura para esta enfermedad, y los médicos profesionales tenían que hacer esto manualmente.
Cuando ya muchos doctores empezaron a quejarse de aburrimiento y de dolor en sus muñecas, porque al parecer ningún doctor del siglo XIX entendía que tenía el trabajo que muchos hombres pagarían por tener en este siglo, el médico de origen estadounidense creó el primer vibrador propulsado por vapor en 1869.
Esta era una máquina algo torpe y bastante incómoda, pero no fue difícil para el doctor Joseph Granville superarlo con un dispositivo electromecánico más sencillo en 1880. Esta invención, a su vez, daría pie a que la compañía Hamilton Beach patentara el primer vibrador para uso doméstico y no uso médico. El vibrador es, de hecho, el quinto aparato doméstico en ser electrificado, antes que la aspiradora o incluso la plancha.
LUBRICANTE
Fotografía: cortesía Google
El lubricante o los aceites pueden ser en ocasiones no más que un juguete para avivar las cosas en la cama, pero también existen casos en los que es una necesidad. Por lo menos, así también pensaban los griegos antiguos: hay registros del uso del aceite de oliva como lubricante para dildos de cuero (ya llegaremos a eso más tarde) para el año 350 A. C. Además, el mismo Aristóteles referencia en sus textos la idea de que tener sexo con lubricante reduce las posibilidades de embarazo. Una tontería, claro, que fue quizá para evitar responder por algún hijo suyo. Y aún así, el lubricante pasó con la ayuda de Aristóteles y la antigua Grecia a los libros de historia.
DILDO O CONSOLADOR
Fotografía: cortesía Google
 
Es cierto que la naturaleza los provee en ciertas ocasiones, como en el caso del banano o el pepino, pero eso no frenó a ciertas detallistas de crear sus propias simulaciones con lo que llegase a sus manos. Y así nació el dildo.
El dildo es un clásico, literalmente: hay registros de su existencia en tiempos paleolíticos, cuando apenas habíamos inventado algunas armas y algunas piezas de ropa. El dildo más antiguo que los arqueólogos han encontrado tiene 28.000 años de antigüedad… y 20 centímetros de largo, lo cual prueba que las mujeres tenían estándares altos incluso en aquel entonces. Así, ya desde los tiempos de la antigua Grecia o en la lejana China, las mujeres disfrutaban con dildos recubiertos en cuero o hechos de madera.
Desde la antigüedad, pasando por la edad media y el Renacimiento, llegando al siglo XX en el que alguien tuvo la brillante idea de ponerles un motor dentro, el dildo ha sobrevivido la prueba del tiempo. Quizá no es tan importante como la rueda, pero sin duda hemos probado que las mujeres no están dispuestas a dejarlo ir.
TAPÓN ANAL
Fotografía: cortesía Google
Fue inventado durante la era victoriana, bautizado como el “dilator rectal” y comercializado de muchas maneras por los médicos de la época. Se dice que algunos lo recomendaban para curar los hemorroides, mientras otros impulsaban a los hombres a usarlos –o al menos una versión más rudimentaria– para evitar “secreciones no deseadas”.
Hoy día ya sus pretensiones médicas han quedado en el pasado. En lugar de eso son un juguete que puede incluso ayudar a las parejas a prepararse para el sexo anal, o asustarlas con sus extraños diseños –basta con ver el tapón con la forma del niño Jesús para creer mis palabras–.
SONDA URETRAL
Fotografía: cortesía Google
Tripas es un cuento de Chuck Palahniuk que no recomiendo a quienes se impresionen con facilidad. Consiste en tres historias sobre la masturbación, una de ellas la de un joven que tenía un hermano que le muestra una delgada vara de metal que trajo de medio oriente. Su hermano le cuenta cómo los árabes, cuando tienen su erección a más no poder, introducen la vara por la uretra y se masturban para alcanzar un goce inimaginable. El chico, un día de aburrimiento y algo de marihuana, decide intentarlo él mismo pero no tiene ninguna vara de metal. Pero sí tiene un pedazo de cera de vela, y funciona hasta que la punta se rompe y el chico termina en el hospital con cera metida en el pene y un problema en la vejiga –y si pensaron que esa historia no es lo suficientemente divertida o perturbadora, lean las otras–.
“Incluso ahora, [el chico] dice que esos árabes son muy listos. Reinventaron la masturbación”, dice el cuento y varios hombres que han probado la “sonda uretral”. Este es uno de los juguetes sexuales más raros que hay, y es desconocido para la mayoría de personas. Su historia tampoco es del todo segura: ya desde la antigua China y la antigua Roma existían sondas que se insertaban en la uretra por motivos místicos o médicos; se dice también que las sondas, como se conocen ahora, fueron creadas como una manera para abrir la uretra en los hombres que sufrían de gonorrea. De cualquier modo, no fue sino hasta el siglo XX que el uso de esta técnica se disparó, y así mismo el uso de este artefacto –aunque se han reportado casos, acorde a la Universidad de California, de hombres muy tacaños o muy estúpidos que usan agujas de coser, alambre de cobre y hasta pitillos–.
ANILLOS PARA EL PENE
Fotografía: cortesía Google
Durante las dinastías Jin y Song en China, más de 800 años atrás, se popularizó entre la aristocracia de la época el anillo para el pene, un artefacto hecho para mantener la erección fuerte y duradera en el hombre. Los documentos de aquel entonces indican que estos se hacían con los párpados de una cabra, que tenían las pestañas aún intactas y estimulaban también a la mujer. Sí, bastante asqueroso, pero ese es el precio de la moda.
La ingeniería de estos anillos es sencilla, nada complicada: un artefacto que se pone alrededor de la base del pene para ralentizar el flujo de sangre y mantener por más tiempo la erección. Podría testificar que lo único que ha cambiado son los materiales, porque la última vez que fui a un sex-shop fueron bastante claros en que ya no los vendían hechos de párpados de cabra. Se hicieron de acero y hasta de jade, y viajaron de la China hasta Colombia.
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