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12 costumbres sexuales envidiables de los animales

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 1. Los bonobos o chimpancés pigmeos usan el sexo para todo: para saludarse, para solucionar conflictos y hasta para obtener comida de sus congéneres. Y no es algo monótono, puesto que practican desde la masturbación mutua hasta el sexo oral; incluso, en ocasiones, los machos practican una especie de esgrima con sus penes, lo cual dice mucho sobre sus hobbies así como de la longitud de sus miembros. Para el bonobo, el sexo lo es todo.
Fotografía: cortesía Google
2. Hablando de esgrima, los platelmintos (una familia de animales que son básicamente una clase de babosas marinas) se disputan de esta manera quién embaraza a quién. Estos son animales hermafroditas y sus penes son largas agujas que utilizan en sus ratos libres para cazar. A la hora de reproducirse, dos platelmintos usarán estos como espadas en una batalla por saber quién es el hombre de la relación. El perdedor que sea pinchado por el otro recibirá la carga del esperma y tendrá que hacer el rol de madre.
                                         Fotografía: cortesía Google
3. Los pandas son criaturas de un aguante tenaz: las hembras solo ovulan una vez al año durante un periodo de entre 24 y 72 horas, la única oportunidad que tiene el macho de reproducirse. El resto del año, el macho solo come y almacena esperma, tanto que sus testículos se hinchan a lo largo del año. En verdad, esta característica no es nada envidiable, y hay que darle una medalla al panda por su paciencia…
Fotografía: cortesía Google
4. Los antequinos, un marsupial muy parecido físicamente a la rata, mueren casi inmediatamente después de reproducirse por una falla en su sistema inmune producto del estrés. Esto suena como un trato justo, cuando pensamos que viven en temporada de apareamiento continuo por dos semanas. Después de semejante orgía, es difícil pensar que no murieron felices.
Fotografía: cortesía Google
5. Existen ciertas especies de los lagartos de cola látigo que son en realidad hembras, sin excepción. No hay machos a la vista, y las hembras se reproducen de manera asexual por partenogénesis. Sin embargo, para estimular este proceso, es necesario que una hembra se pase al otro equipo, ubicándose encima de la otra y finja “montarla”, tal y como lo haría un macho.
Fotografía: cortesía Google
6. Los moluscos conocidos como argonautas tienen una habilidad única, pero quizá no del todo envidiable: cuando el macho encuentra a una hembra para aparearse, recoge el esperma en un tentáculo conocido como el hectocótilo. Luego, el brazo se suelta de su cuerpo y nada hasta la hembra para fecundarla.
Fotografía: cortesía Google
7. Las hembras de una especie de los peces cíclidos, que se puede encontrar en los mares de África, tiene la costumbre de poner los huevos sin fecundar en su boca apenas los ponen. Hasta aquí nada raro, porque son varias las especies que hacen esto. Pero el macho tiene tres manchas en su aleta anal que se asemejan a los huevos de su especie; cuando la hembra se acerca a ellos, con la boca abierta y desprevenida, ¡BOOM! El macho suelta toda su carga para fecundar esos huevos, lo más parecido a un cumshot que la naturaleza tiene para ofrecer. Y, en este caso, la mujer si puede quedar embarazada por eso.
Fotografía: cortesía Google
8. Los lophiformes son unos peces horrendos, y por eso no sorprende que cuando un macho encuentra a una hembra se pega a ella de por vida… literalmente. Un lophiforme macho nace con los sentidos desarrollados para detectar a las hembras más próximas, pero con un sistema digestivo que se atrofia lentamente, lo que le hace imposible vivir de manera independiente. Así que en cuanto encuentra a una posible pareja, este pez la muerde y suelta una enzima que une sus tejidos, convirtiéndose así en un parásito cuya función principal es tener sus gónadas funcionando y, cada vez que la hembra esté lista para poner huevos, él esté listo para soltar semen. Este es el equivalente para los peces a vivir del sueldo de la mujer, tirado en el sofá, y solo levantarse para llevarla a la cama: un parásito.
Fotografía: cortesía Google
9. La gente llama el ritual reproductivo de la culebra rayada una “orgía”, cuando en realidad parece más un gang-bang: cientos de machos responden al llamado de una sola hembra cuando sale de su guarida en primavera, después de la hibernación. Forman entonces lo que se conoce como “bolas de apareamiento”, un festival de sexo en los que el macho intenta fecundar a la hembra.
Fotografía: cortesía Google
10. Los cirrípedos, conocidos como percebes o esas cosas que se pegan a los cascos de los barcos, una vez encuentran el lugar ideal para estar se quedan ahí por el resto de su vida. Pero tienen que reproducirse, y es aquí cuando entra en acción el pene más largo en la naturaleza –en relación al cuerpo–: alcanza hasta cincuenta veces el largo de su cuerpo, y es con esta “herramienta” que transfieren el esperma a alguna de sus compañeras.
Fotografía: cortesía Google
11. El pene de los patos es también una cosa tremenda: el pato zambullidor argentino tiene un pene de medio metro de largo, con la forma de lo que parece ser el sacacorchos más sensible del mundo. No solo eso, sino que científicos de la Universidad de Alaska creen que el pato zambullidor usa la longitud de su miembro no solo para atraer a las hembras, sino para retenerlas: puede usarlo como una especie de laso que impide que la hembra escape durante el apareamiento.
Fotografía: cortesía Google
12. Los delfines, magníficas creaturas, son también los violadores del océano. Tienen un impulso sexual bastante grande, que les permite aparearse tantas veces en un día que creo que hasta Nacho Vidal se sentiría avergonzado a su lado –aunque les ganaría en lo que respecta a duración, porque el tiempo promedio de eyaculación de un delfín es doce segundos–. Este es el mismo impulso que lleva a los delfines a intentar forzar a las hembras a aparearse, e incluso a intentar aparearse con objetos inanimados y con otros animales como tortugas.
Fotografía: cortesía Google
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