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¿Cómo cocinar humanos?

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Revista Don Juan
En esos escenarios de ficción, tal vez aparezcan con frecuencia los casos de canibalismo, pero en la vida real, nadie en su sano juicio anda por ahí –al menos de manera legal y socialmente aceptada– vendiendo los mejores cortes de nuestra anatomía.
¿A qué sabemos los seres humanos? ¿Cómo se cocinarían nuestras carnes alimentadas a punta de azúcar, arroz y fritos, nuestro principal alimento en el eslabón superior de la cadena alimentaria? No estamos solos ante esta pregunta. Lo bueno es que tenemos la compañía de una institución reputada, como el Smithsonian, que le ha dedicado varias líneas al tema en su revista. Lo malo es que también contamos con la compañía de lo peor de nuestra especie, para quienes siempre habrá muchas líneas en los diarios cada vez que la policía descubre sus hábitos alimentarios. La publicación del Smithsonian cita el libro Jungle Ways del periodista William Seabrook, que en los años veinte estuvo en el oeste de África, donde dio con grupos caníbales. Por qué Seabrook no formó parte del menú y si efectivamente su testimonio es totalmente confiable es algo que nunca sabremos. Según su relato, los humanos sabemos a “ternero desarrollado…, la carne era un poco más dura que la de un ternero, un poco fibrosa…”. Más tarde, el propio Seabrook dijo que las tribus no lo dejaron participar en los rituales, y que su experiencia corrió por cuenta propia mediante unas muestras de carne que obtuvo en un hospital de París. Lo cual no lo hace mucho mejor.
Según los testimonios ante las autoridades de asesinos en serie que han comido a sus víctimas, parece que nuestro sabor es más cercano al del cerdo. La manera de cocinar estas carnitas y estos huesitos no difiere mucho de la de cualquier cosa que uno pueda hallar en una carnicería. Para tal fin, hay que escoger bien el corte según la preparación. El antebrazo, por ser un poco duro, puede resultar más conveniente en un caldo, una sopa de larga cocción –la técnica moderna de cocina al vacío también puede ser muy efectiva–, al igual que el brazo. La zona inferior de la espalda puede funcionar mejor para asar, de la misma manera que el lomo de res, mientras que el hombro, aunque es más suave que los brazos, necesitaría un trabajo previo de ablandamiento.
Las piernas, por ser las que realizan más ejercicio físico, también pueden ser un poco duras y requerirían una cocción lenta. Deje de lado el hígado, porque los humanos abusamos mucho de él y pueden tener un exceso de vitamina A. También olvídese del cerebro, porque podría acabar con la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, la forma humana de la enfermedad de la vaca loca. Sin embargo, en este punto, no es difícil suponer que su salud mental ya está en un tercer plano, el mismo lugar que ocupan su más elemental respeto por la ley y los remilgos ante la comida exótica.
De vez en cuando, la vida presenta la oportunidad de comer humano de manera legal y preparado por un cocinero profesional. Tal cosa sucedió el 13 de abril de 2012 en Japón, donde Mao Sugiyama, un hombre que se había sometido a una operación para eliminar sus genitales, invitó a ciertas personas a una cena donde serviría su falo, testículos y escroto estofados, acompañados con champiñones y perejil. Todo ello preparado por él mismo. El puesto en la cena costaba 250 dólares, se vendieron seis lugares, pero solo aparecieron cinco comensales y un par de decenas de curiosos, cuyos hobbies no estamos interesados en conocer. Le pusieron cargos por exposición obscena, y como casi todas las noticias locas de internet, el tema desapareció y nadie le hizo más seguimiento.
Esperamos no haber despertado su curiosidad.
Revista Don Juan
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