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74 mujeres hablan sobre cómo llegar al orgasmo

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Para llegar más fácil al orgasmo, Andrea cierra los ojos e imagina que entran a la cama todos los hombres con los que se ha acostado en su vida. Cuando Camila se masturba, se imagina que un perro la está lamiendo. Paula, en cambio, le gusta pensar que es un hombre, que tiene un pene y que ella es la que penetra a su pareja. “Creo que puede ser algo lésbico”, me dice. Juanita, Paola, Carolina, Claudia, Teresa y Viviana piensan en porno, “en penetraciones y cunnilingus”, en escenas del tipo profesor con alumna o en un gangbang. “A veces pienso que soy una estrella porno y me está viendo mucha gente”, me dice Teresa, mientras Silvia me confiesa que piensa en una imagen: “una mano de un hombre muy masculina en el sexo de una mujer”.
No contento con estas confesiones, les pregunté a 74 mujeres por Facebook qué imagen mental proyectaban en su cabeza para desencadenar el orgasmo cuando tiraban con su novio. Y mientras más preguntaba, más encontraba. Lina me dijo que se imaginaba teniendo sexo con dos o tres hombres más, o teniendo “sexo obligado”. Angélica me dijo que se imaginaba a ella y a su novio en un trío con una mujer. “Imagino el pene del hombre muy duro y su cara de satisfacción”, dice Ana Milena. “Si requiero ayuda, me imagino a Charlize Theron”, cuenta Ximena, mientras que María dice: “Yo tengo un orgasmo cuando le toco la nalguita a mi pareja”.
Según 74 mujeres colombianas.
La gran conclusión que saco de todas estas respuestas es que el orgasmo consiste en un lugar que tiene tantos caminos como personas. En el Clinical Psychology Review existen 26 definiciones diferentes de orgasmo, y la medicina lo aborda desde la fisiología, la psicología, la endocrinología y la neurología. Se habla de la contracción de los músculos vaginales e, incluso, de la ubicación exacta del órgano culpable del orgasmo. El ginecólogo Adam Ostrzenski publicó la supuesta ubicación exacta del punto G en el The Journal of Sexual Medicine: “una estructura anatómica diferenciada cerca de la membrana perineal dorsal, a 16,5 milímetros de la parte superior del orificio uretral, formando un ángulo de 35 grados con el borde lateral de la uretra”.
Sin embargo, científicos de todo el mundo se burlaron y las refutaciones no se hicieron esperar. Una de ellas, por ejemplo, afirma que el orgasmo no viene solo del punto G, ni del clítoris, sino de innumerables terminales nerviosas a lo largo y ancho del cuerpo.
Por mi lado recuerdo a una exnovia que le encantaba que le lamiera el huequito que queda detrás de la rodilla, un lugar que tiene nombre de accidente geográfico en el lecho del mar: fosa poplítea. Era tal su excitación que me pedía que me detuviera o, de lo contrario, se iba a orinar. Lo más extraño del caso era que en dos años de relación sólo pude darle un orgasmo convencional. “Lo importante no es llegar, sino ir”, me decía ella, que podía contar con los dedos de una mano los orgasmos que le habían dado sus tres parejas anteriores. Esa misma frase me la dijeron cerca de la mitad de mis 74 amigas, quienes además demuestran en sus respuestas no estar muy seguras sobre cómo alcanzar el orgasmo.
Según 74 mujeres colombianas.
Esas mujeres que no saben cómo funciona su cuerpo abundan, incluso, en el mundo de la prostitución y el porno. Andrea García y Cristian Cipriani, directores de porno colombianos, tienen graves problemas a la hora de grabar las escenas que se les venden a empresas de porno como Penthouse y Bangbros en Estados Unidos. Ellos aseguran que de las más de 500.000 relaciones sexuales que han realizado, nunca han grabado a una actriz teniendo un orgasmo real. Por eso, deben enseñarles a fingir el orgasmo: “Hay actrices que gritan como si estuvieran en el parto de un cerdo. Cuando les tomamos fotos, por ejemplo, las ponemos a decir las vocales. Orgasmos con la ‘a’, con la ‘e’, con la ‘o’, con la ‘u’, y ni así pueden”.
Sin embargo debo decir que quedé sorprendido con varias de mis amigas, que me hablaban sobre llegar al orgasmo de una manera tan específica y sencilla como si solo se tratara de hundir un botón. “Llego fácil cuando me ponen la mano en el culo y lo cogen con fuerza”, dijo Natalia. “Me encanta hacerlo ebria”, confesó Camila. “Que me aprieten la cadera”, dijo Pilar. La que más me sorprendió fue la de Andrea, que llega al orgasmo cuando su novio deja de tutearla y le habla de usted. Quizá le gusta sentir que la persona que la penetra no le tiene confianza o, quizá, acaba de conocerla. Andrea también me sorprendió porque nunca pensé que hubiera una mujer que le molestara que su pareja le dijera que la ama –aunque fuera verdad– durante el sexo. También me encontré con una amiga que le gusta que le venden los ojos y la amarren. Muchas otras llegan al orgasmo con nalgadas, insultos, sexo oral, que les aprieten con fuerza el cuerpo y que les muerdan los pezones.
Según 74 mujeres colombianas.
¿Y qué es eso que tienen los pezones que hace que las mujeres se exciten tanto cuando se los muerden, se los pellizcan o, simplemente, se los chupen? Oxitocina es la respuesta. El orgasmo llena el cerebro de esta sustancia, la misma que producen las mamás cuando amamantan a sus hijos o cuando se distensiona el cérvix uterino al momento del parto. Se dice que el efecto de la oxitocina es el agudizamiento de los sentidos, que se pueden captar más sabores, olores y sensaciones. Nunca he visto a una mamá gemir de placer mientras amamanta a su bebé, pero ya entiendo a ciertos hombres que le dicen “mamá” a su esposa y a ciertas mujeres que le dicen “bebé” a sus novios.
Y si 41 de mis 74 amigas no saben qué es un orgasmo, la ciencia parece estar más perdida que nunca sobre el tema. Hay estudios que hablan de ochenta regiones del cerebro que se activan durante el orgasmo, de 110 a 180 latidos cardiacos por minuto, de 27 calorías que pierde el cuerpo durante el orgasmo, de senos que se erectan, de cuerpos que se enrojecen de la cintura para arriba, de contracciones involuntarias, espasmos y de situaciones curiosas, como el de una mujer británica de 44 años que tiene más de cien orgasmos al día por cuenta de unos quistes espinales.
Por si fuera poco, las universidades del mundo sacan cada tanto estudios sobre el tema. La Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) dijo que las mujeres que caminan con gran rotación pélvica y vertebral y dan pasos largos tienen orgasmos vaginales –es decir, sin ayuda del clítoris–; la Universidad de California concluyó, nadie sabe cómo, que en el mundo hay 120 millones de orgasmos al día; la Universidad de L’Aquila (Italia) dijo que el orgasmo se puede producir no solo en el clítoris sino en muchas partes del cuerpo, como la vagina y el cuello uterino; la Universidad de Lancashire (Inglaterra) dice que cuatro de cada cinco mujeres fingen orgasmos, y la Universidad de Duke (Estados Unidos) comprobó que 80 % de las parejas mayores de cuarenta tienen más orgasmos gracias a que ya no tienen miedo de quedar en embarazo.
Según 74 mujeres colombianas.
¿Acaso en esas universidades hay salones repletos de camas donde las parejas tienen sexo rodeadas de científicos y estudiantes? Esta escena no es tan descabellada, como lo ha mostrado la serie de HBO Master of Sex, que cuenta la vida del doctor William H. Masters y su asistente, Virginia E. Johnson, que investigaron desde 1957 qué pasaba en el cuerpo humano durante la actividad sexual. El doctor Masters, incluso, llegó al punto de espiar parejas en prostíbulos para medir tiempos y ritmos de los clientes, porque las prostitutas le dijeron que nunca sentían orgasmos durante el trabajo.
Antes de eso, el orgasmo era una terapia usada en los laboratorios de Europa Oriental en el siglo XIX para curar la histeria. En el libro The Technology of Orgasm: “Hysteria”, the Vibrator, and Women’s Sexual Satisfaction, de Rachel P. Maines, se cuenta cómo las mujeres que “tenían tendencia a causar problemas”, se sentían débiles, nerviosas, sufrían de insomnio, sentían pesadez en el abdomen, tenían dificultad al respirar, estaban irritables, perdían el apetito, es decir, si a las mujeres les pasaba cualquier cosa, iban donde un médico que, con toda la seriedad del caso, las masturbaba con un dildo hasta que el orgasmo las liberara de su dolencia.
Pero si volvemos al asunto de las universidades y lo felices que son con los estudios del orgasmo, mi amiga Erika me contó cómo tuvo el mejor de su vida en un salón de clase en septiembre de 2000. Fue con su segundo novio, recién empezando, durante una sesión de sexo oral. Dos amigas más me contaron que llegaron al orgasmo con besos y roces en salones y baños en la época del colegio. “Cuando empecé a tener relaciones lo hacía mucho en los carros. Por el lugar, siempre me tocaba arriba, por eso descubrí que en esa posición llegaba más fácil”, me contó Andrea, y recordé a Horacio Calle, un excéntrico profesor de psicoanálisis de mi universidad, que decía que los lugares más excitantes para las mujeres eran los carros, “por su significado fálico”, y los cementerios, porque la muerte, el thanatos, hace que el Eros, el sexo y el amor, se equilibren.
Según 74 mujeres colombianas.
Y si hablamos de sitios, Camila tuvo su primer orgasmo en un ático, Pilar masturbándose en la ducha a los doce años y Andrea sentada en la cabecera de la cama mientras su novio estaba de rodillas. Johanna, en cambio, lo tuvo con un profesor de yoga en una cueva de las rocas de escalada de Suesca, mientras que Paola a los 16 años con un hombre de 36 y Valentina por accidente: “Estaba haciendo ejercicio y de repente, tras apretar mis piernas, sucedió”. Patricia lo tuvo en 2009. Fue con varios amigos de fiesta a un motel y allí un amigo la penetró alzándola. “En 1985 en un apartamento vacío con mi segundo novio”, cuenta Cristina.
Y después de hablar y leer tanto sobre el orgasmo, me doy cuenta de que la humanidad todavía no sabe qué es. La palabra viene del griego “escalera” o “subida”, aunque algunas personas hablan de “cólera”. Mis amigas dicen que es “como comerse un helado de tres bolas en un día de calor”, “un cosquilleo, desespero, tembladera, concentración, humedad”. “El placer que siento al comerme una breva con arequipe: dulce, y que quiero más y más y más...”. “Liberación. Placer total. Éxtasis. Olvido de todo”. “Taquicardia vaginal”. “Catarsis, explorar. Mejor que cagar”. “Es como cuando uno se come una delicia y se te llena la boca de saliva. Una descarga eléctrica y la mejor medicina contra el dolor de cabeza”. “Es como entrar al baño cuando uno tiene muchas ganas de ir”. “Es como una maluquera con adrenalina”.
En lo personal, yo siento que en todas estas respuestas hay algo de muerte, una sensación que se me viene a la cabeza por palabras como “maluquera”, “olvido”, “tembladera”, “descarga eléctrica”, “cólera”. Así, me queda imposible olvidar, de nuevo, las palabras de mi profesor de psicoanálisis en la universidad: “El mejor polvo de la vida es cuando uno siente que se muere”.
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