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Historias

Nacho vidal: el macho del porno

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A Nacho Vidal la vida también le ha jugado malas pasadas. tuvo un accidente en moto que le dejó una herida en el brazo derecho sobre un tatuaje que tiene dedicado a su esposa, Franceska Jaimes. "Franceska, te amo pero no te merezco", dice.  Estuvo un par de días en el hospital, las enfermeras lo visitaban por grupos a tomarse fotos con él, pero una regresó sola y le preguntó cuánto cobraba por follar. Él le dijo que para ella era gratis y la empujó al baño. En otra ocasión, no recuerda hacia dónde iba, pero no se le olvida la conversación: cuando su compañera de silla lo reconoció en un tren de alta velocidad, le dijo que todos los hombres la decepcionaban. Nadie tenía el tamaño que ella merecía.
-Conmigo no tendrías ese problema -dijo él.
-Hoy sí, porque traje las bolas chinas -alcanzó a decir ella antes de ser empujada al baño. 
Nacho Vidal no recuerda cómo, cuándo ni con quién perdió la virginidad. Su memoria es tal que a sus dos hijos les dice el mismo nombre, en tres días perdió dos pares de llaves de su apartamento, y en dos semanas, tres teléfonos celulares. Es un hombre que tiene una vida de película porno: directo al grano, pocos detalles y decisiones rápidas. Su historia carece de nombres y fechas, pero tiene la puntualidad de un matón a sueldo y la responsabilidad de un banquero. Su gesto característico consiste en arrugar una de sus mejillas, como si su cara fuera un limón al que hay que apretar para sacarle los recuerdos. El periodista David Barba ya escribió su biografía y lo dejó sin nada más que contar.
Allí habla de su niñez, del amor obsesivo por su mamá y la relación distante con su papá, un hombre que cayó en depresión después de la quiebra de su negocio familiar y que nunca se recuperó; los años en que se escapaba del colegio para caminar por Las Ramblas, el consumo de drogas, su paso por el ejército y por una banda de punk, las épocas de los shows de sexo en vivo, sus depresiones en Estados Unidos cuando viajó a Los Ángeles sin saber inglés para convertirse en el actor porno más famoso del mundo; su felicidad, sus premios y el lujo que llegó cuando los consiguió; sus hazañas sexuales, como la grabación de una película durante cuatro días con 101 mujeres; sus aciertos comerciales, como la venta de diez mil unidades en tres meses de un consolador con la forma de su pene; el regreso a España para convertirse en un papá como el que no tuvo, criar caballos y montar un restaurante.
Pero Nacho Vidal está condenado a contar su vida una y otra vez. Cuando alguien lo conoce le hace las mismas preguntas de siempre. ¿Cómo llegó al porno?, ¿con cuántas mujeres ha estado?, y ¿cuánto mide su pene?, y se responden con facilidad: tuvo una novia que trabajaba en un stripclub de Barcelona, la Sala Bagdad, y entró a trabajar con ella porque se cansó de tener que esperarla a la salida del trabajo para poder tener sexo con ella; más de cuatro mil; no sabe, nunca lo ha medido y le parece la pregunta más estúpida del mundo. ¿Qué le dice su mamá?, ¿qué le dice su esposa?, ¿cuánto gana?, son las preguntas que siguen si se logra que Nacho se quede quieto.
Todo el tiempo se echa el pelo para atrás, se rasca la nariz y se mete la mano en el bolsillo del pantalón para ver si su "arma" sigue ahí. Su expresión en la cara es la de alguien que siempre está pensando qué tiene que hacer dentro de diez minutos, media hora, una hora, seis horas. Hace unos años lo invitaron al Festival de Cine de Málaga y pisó la alfombra roja vestido casi por completo con pieles de serpiente y una modelo en cada brazo. Al día siguiente salió en la portada de un periódico y no entendió muy bien por qué, si el festival estaba repleto de estrellas de cine, salía él en la primera página. Quizá la respuesta sea que es considerado el hombre más afortunado del mundo, porque no es normal que un hombre se gane la vida por hacer algo por lo que muchos otros tienen que pagar.
"La gente se cree la pornografía, las películas convencionales no. Uno ve Caracortada y sabe que él es Al Pacino y que en la vida real no es un cabrón", dice Nacho con una voz que da para pensar que en algún momento de su niñez, en Valencia, se tragó una radio y quedó hablando como una emisora mal sintonizada. Ronco, desafinado, lejano, irregular. "En cambio, creen que todas las cosas que hago en una película porno son reales, que en mi casa soy cruel, que cuelgo a mi esposa del techo, le doy cachetadas, la encierro en una jaula o le meto un bate de béisbol por el culo. La gente no entiende que eso es ficción, que no es real, pero me enorgullece que crean que es así".
Ese constituye el artilugio del porno, la razón de su funcionamiento. Mientras en una película convencional lo importante consiste en olvidarse de que el actor es Tom Cruise -eso resulta cada vez más difícil, lo sé, en una película porno nadie puede olvidarse de que el actor se llama Nacho Vidal: está desnudo, solo y desprotegido frente a la cámara. Sin embargo, tener un pene gigante y controlar la eyaculación no lo es todo en el porno. Un buen actor se conoce por su mirada, sea de porno o de cine convencional: "No me creo las escenas en que la gente no dice nada y mira para otro lado. Las miradas de complicidad son lo más importante", afirma.
Ignacio Jordá González se convirtió en Nacho Vidal a los 21 años. Catorce después, su nombre está en los créditos de más de trescientas películas y millones de videos suyos circulan por Internet. "Si recibiera un euro por cada video mío que se descarga, podría pagar la deuda externa de Colombia", dice Vidal. Sin embargo, las ventas han disminuido en los últimos años en 80% y la industria del porno en España está casi parada por los altos costos de producción.
Nacho recibió, por ejemplo, mil euros por un día de trabajo en la película Hot Rats (2003), una de las más importantes del género en España, dirigida por Narcis Bosch. Ahora nadie puede pagar ese dinero. La piratería está ahorcando el negocio: "Si nadie paga sus descargas, no hay dinero para producir. Yo soy DJ, y sé que ese es el mismo lío del mundo de la música. Internet va a estallar en algún momento", dice Nacho.
Además de la crisis del porno, a él ya no le interesa actuar tanto como antes. Su principal entrada de dinero se basa en la producción de videos de transexuales para su distribuidora, Evil Angel. Hacer estos videos no es costoso, se venden como pan y se cobran duro porque no hay muchos que los hagan. Nacho recorre Brasil y Colombia en busca de travestis, los lleva a una habitación de hotel, les pregunta qué le piden sus clientes, cómo les gusta que se muevan, qué es lo más extraño que han hecho y se lanzan a grabar treinta minutos en los que él dirige las masturbaciones del travesti con una voz de película de terror: "Los trans son un sexo aparte, son unos seres increíbles.
Conocí a una que se puso vagina y estuvo varios meses sin poder controlar la orina. Se meaba todo el tiempo, y me contaba llorando que después de la operación nunca más volvió a sentir un orgasmo. Ahora es mujer, pero no puede sentir placer". Sin embargo, Nacho quiere más, no le gusta repetir, odia la monotonía, la gran enemiga del porno y el sexo. Él es consciente de que nadie ha visto completa ninguna de sus películas. De hecho, no se considera un fan del género. Cuando quiere masturbarse busca videos de reguetón o escenas caseras de mujeres bailando y moviendo el culo en www.youtube.com.
La única película que ha visto completa y no se cansa de ver es su ópera prima como director, Back 2 Evil, una verdadera obra maestra del género por su puesta en escena y el poder de sus actuaciones -hay una escena genial en que un mico se masturba en su jaula-. Con ella fue galardonado en los premios AVN 2004, los Óscar del porno, en la categoría Best Couples Sex Scene con su novia de ese momento, Belladonna, la reina del sexo anal y quizá la actriz más descarnada de la historia. Desde Desireé Cousteau en Caged Heat (1974) y Georgina Spelvin en Locademia de Policías III (1983), los actores del porno han coqueteado con la industria de cine convencional.
Pero ni siquiera Ron Jeremy, el actor porno que más apariciones ha tenido en cine convencional -en películas como Ghostbusters (1984), Killing Zoe (1994) y Crank: High Voltaje (2009)-, ha podido pasar de pequeños papeles. Quizá Marilyn Chambers en Rabid (1977), de David Cronenberg, y Sasha Grey en The Girlfriend Experience (2009), de Steven Soderbergh, hayan llegado a ser protagonistas con buenas actuaciones. La desnudez y franqueza del porno dejan muy poco para la imaginación del mundo hipócrita de Hollywood. Por eso, Nacho Vidal corre el peligro de no poderse mover de los límites del porno. El karma del porno es muy pesado.
Ahora es el momento para que su cabeza, y no su pene, saque la cara por su nombre. En algunas películas porno, como Fashionistas Da Safado: Berlín (2007), dirigida por John Stagliano, ha demostrado tener buenas dotes de actuación. Sin embargo, antes ya había hecho algunas apariciones mainstream, como en El alquimista impaciente (2002), un thriller policiaco dirigido por Patricia Ferreira, que se encontró a Nacho en un ascensor vestido por completo de blanco y una mujer en cada brazo y decidió darle el papel de un mafioso ruso amante de las putas. La película fue vapuleada por la crítica, pero la actuación de Nacho fue ovacionada y le abrió el camino a apariciones en otras películas y series.
"Mi diferencia frente a otros actores porno que han pasado al mainstream es que yo quiero estar detrás de cámaras, dirigir y producir", dice Nacho, y tiene un as bajo la manga: en 2006 iba en un tren de Madrid a Valencia y se le vinieron a la cabeza una serie de historias de narcotraficantes que le había contado un amigo colombiano. Le pidió a su esposa que tomara nota, y al llegar a la estación llamó a un periodista amigo, Paco Gisbert, y lo invitó a comer. Él es colaborador habitual de las revistas Interviú, Cartelera Turia y el diario El País, y escribió el guión de la película The Game (2008), de Narcis Bosch.
Desde ese entonces empezó una correspondencia de e-mail continua. Nacho cocinaba ideas en su cabeza, Paco las servía al escribirlas en un guión y los dos corregían. En España algunas productoras negociaron los derechos, pero la crisis frenó el proyecto. "Yo he tenido varias obsesiones en mi vida y no he descansado hasta haberlas realizado: ser un gran actor porno, ser un excelente papá y ahora es dirigir esta película. Se llamará Amor de madre", dice mientras carga a uno de sus hijos en la palma de su mano como si fuera una granada. El bebé llora, Nacho le pregunta que si quiere hacer popó y el pequeño se ahoga de la risa.
Al rato volverá a llorar, pero Nacho le hablará con su voz áspera como papel de lija, le rascara la espalda y el bebé se volverá a calmar. Si Nacho puede calmar a un bebé con esa facilidad, es posible que se convierta en el primer actor porno que pisa como director la alfombra roja de Cannes. O como un actor de cine convencional, "pero para eso, es necesario que la gente no sepa tanto sobre mí, que se olviden de quién soy yo".
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