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Historias

Martin Scorsese habla sobre The Irishman

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Desde sus primeros acercamientos al cine, Martin Scorsese empezó a interesarse en la figura del crimen. En ese entonces, el legendario director tenía 22 años y era un estudiante de la Escuela de Artes de la Universidad de Nueva York que hacía cortometrajes con sus compañeros: su segundo experimento, titulado It’s Not Just You, Murray!, cuenta en 15 minutos la manera en que un productor clandestino de alcohol en la era de la prohibición encuentra el éxito en la vida cuando se convierte en un estafador profesional. “Lo que es placentero es la forma en que la narración contradice lo que ocurre en la pantalla”, dijo el New York Times. “Una voz calmada y animada acompaña las peleas, los encarcelamientos y las traiciones que aparecen como riesgos inevitables de esa profesión”.
Hoy, más de cincuenta años después, Martin Charles Scorsese es una leyenda. A sus 77 años, se puede afirmar que su filmografía como director es fascinante gracias a películas inmensas como Mean Streets, Taxi Driver, Raging Bull, Goodfellas, Gangs of New York, The Wolf of Wall Street y The Departed. Y, actualmente, aún es un director capaz de contar con una elegancia implacable la compleja relación del hombre con la naturaleza visceral de la violencia.
Dice mucho que una figura de esa magnitud se haya comprometido, para su nuevo proyecto, a trabajar con una plataforma digital. Sin importar si llegaba o no a las pantallas de cine, Scorsese se asoció con Netflix para lograr una de las obras más ambiciosas de su carrera. The Irishman –que se estrena por Netflix el 27 de noviembre– costó 125 millones de dólares, y Scorsese fue lo suficientemente práctico como para entender que el séptimo arte es más relevante que nunca en estos tiempos donde todo cambia rápidamente: “Creo que, con el advenimiento de lo digital, hay muchas esperanzas de que el impulso de contar historias se mantenga ahí”, le dijo Scorsese a DONJUAN durante una rueda de prensa en el hotel Four Seasons de Los Ángeles. Allí, además, habló sobre el futuro del cine. “No sé cuál será la técnica ni cuál será el formato, si será una pantalla de una pulgada en la muñeca… ¡No lo sé! Pero es un hecho que los jóvenes piensan de manera diferente a como pensábamos cuando veíamos películas en la pantalla grande y no puede haber excusas para no llevar tu pasión, si la tienes, a crear algo con una estética visual”.
The Irishman es, tal vez, el proyecto más ambicioso de su carrera: en tres horas y media, la película narra la historia del veterano de la Segunda Guerra Mundial Frank Sheeran, quien en la década de 1950 pasó de trabajar como camionero a involucrarse con Russell Bufalino y su familia criminal de Pensilvania. Mientras Sheeran sube de rango para convertirse en un asesino a sueldo, también trabaja para Jimmy Hoffa, un poderoso líder sindical vinculado al crimen organizado que existió en la vida real y que desapareció misteriosamente a finales de julio de 1975. Es una historia que resulta ideal para una mente como la de Scorsese, que domina la estética y la complejidad de los personajes que se involucraron en el mundo de la mafia estadounidense.
Scorsese entra a la sala de conferencias. No es muy alto, siempre sonríe, ignora la grabadora y empieza a responder cada pregunta con esa conversación rápida que es típica de los que, como él, crecieron en los barrios italianos de Nueva York a mediados del siglo XX.
The Irishman está basada en un libro. ¿Cómo llegó a él?
Robert De Niro y yo no habíamos hecho una película juntos desde Casino, en 1995. Un día, él me presentó una idea sobre el libro I Heard You Paint Houses, de Charles Brandt, y cuando me describió el personaje de Frank Sheeran vi algo muy poderoso en su descripción: supe que era veraz, genuino. En el 2009 comenzamos a lidiar con este proyecto y conseguimos a Steve Zaillian para escribir el guion, pero todo tomó bastante tiempo. Alrededor del 2010 o 2011 pensamos que podríamos hacer que Bob [De Niro], Joe Pesci y Al Pacino se vieran más jóvenes si se utilizaba maquillaje, pero como pasaba el tiempo y no se concretaba el proyecto, todos nos empezamos a envejecer, lo cual complicaba la filmación. Hace unos años, finalmente, me presentaron la tecnología experimental ILM, que permitía rejuvenecer o envejecer a los actores, entonces el problema se convirtió en una cuestión de financiamiento. No pudimos obtener financiamiento de Hollywood, hasta que llegó Netflix a decirme que estaban interesados en darme apoyo financiero.
Precisamente por esa razón la mayoría de la gente va a ver The Irishman en televisión, no en cine. ¿Esto lo obligó a hacer cambios en la película?
Es un buen punto, porque aunque parece que fuera una película para televisión, no lo es. La única condición fue que solo iba a tener distribución en salas de cine a nivel limitado, para que pudiera clasificar para los premios Óscar. Eso es interesante: en el pasado he tenido películas que han tenido una ventana muy corta en cine y luego desaparecen, ahora las plataformas digitales abren la opción para que la audiencia decida solo cómo verla y para que personas de todo el mundo, incluso gente que no puede ir a cine, tenga acceso a la película. Netflix nos dio la libertad total para hacer una película épica, tal como teníamos pensado realizarla.
Y la hizo muy extensa, por lo menos para los parámetros conocidos.
Precisamente, porque podíamos experimentar. ¿Era viable extender una escena por otros tres minutos? Empecé a sentir que no teníamos que estar sujetos al intervalo de dos o dos horas y media de una sala de cine. Tengo que dejar algo claro y es que, para mí, las películas deben verse en un teatro, pero al hacer una película de esta manera es que se podía ir en varias direcciones. Lo importante era la película.
¿Y haría películas para otros formatos?
¡No sé si puedo hacer una película para un teléfono! [risas]. Pero la gente lo ha estado haciendo. Esto es una gran revolución, parece que ahora hay muchas maneras de hacer películas, cine, narrativa visual. Los jóvenes perciben el mundo de manera diferente, presionan un botón y acceden a información de mil formas diferentes. Ellos también van a percibir la narración de historias de una manera distinta y pueden surgir cosas que nos pueden hacer decir: “Oh, eso no es cine, pero es una nueva forma de ver”. Eso me parece genial.
En esa línea, es innegable que muchos estudiantes de cine quieren seguir sus pasos. ¿Qué les aconsejaría?
Bueno, les diría que aunque al comienzo no se suele tener talento, eventualmente este se obtiene con práctica. Fue Orson Welles quien dijo, en cuanto a aprender sobre cine, que puedes aprender todo lo que necesitas saber sobre una cámara y un estudio en aproximadamente cuatro horas. Ahora, ¿qué haces con eso? Eso depende del estudiante, eso depende del cineasta. Pasas veinte años haciendo algunos éxitos, luego tres o cuatro haciendo películas que no se consideran éxitos, pero que años más tarde se consideran clásicos. Mientras tanto, todo es una lucha y no puedes perder el entusiasmo.
Volviendo a The Irishman. Para esta película trabajó con actores inmensos, como Al Pacino, De Niro y Pesci. ¿Cuánto permitió que fueran libres en su interpretación? Porque usted es el director, pero ellos son superactores y tienen mucha química.
El tipo de historia y la naturaleza del comportamiento de ellos exigían que todo fuera flexible. Cuando todos sabíamos de qué se trataba la escena y hacia dónde debía ir, esperaba que se abrieran un poco y que ellos fueran quienes hicieran que la escena cobrara vida. Yo los dirijo, es cierto, pero solo ellos les podían dar vida a los personajes.
Lleva años dirigiendo películas sobre la mafia. ¿Esta fue diferente por alguna razón?
Bueno, creo que yo veo The Irishman con una lente diferente: el de la edad, la acumulación de experiencia, los cambios en la vida, las personas que me rodean y el vacío que dejan los que se han ido. Descubrí que en The Irishman ese lente se tradujo en una forma de expresar una cierta contemplación y, en cierto modo, un reflejo de la vida. No digo que Frank [Sheenan, el personaje principal] deba ser perdonado por lo que sea que haya hecho, pero hay razones por las cuales las personas se comportan de la manera en que lo hacen. La historia me permitió pensar en eso. Si te tomas el tiempo para ver la película y para sentir a los personajes, creo que puede ser muy enriquecedora.
¿Considera usted que todo el cine es una forma de arte? ¿Incluso películas como las de superhéroes?
Bueno, eso creo. El cine fue creado al mismo tiempo aquí, en Estados Unidos, y en Francia. Pero el arte del cine, la edición, vino de Estados Unidos y, para mí, es una forma de arte extraordinaria. Por lo que he estado viendo en los últimos años, las películas que son de superhéroes son imágenes que proliferan y que, en cierto sentido, invaden la experiencia cinematográfica; sin embargo, eso no significa que sean malas películas. Lo que estoy diciendo, en mi opinión, es que cuando éramos jóvenes nos encantaba ir a un parque de diversiones en familia a pasar un buen rato y eso es lo que quieren hacer ahora con esa clase de películas. Si quieres superhéroes, adelante, bien, ahora puedes tener el parque de diversiones allí mismo en la sala de cine. Ahora, cuando la gente dice: “Oh, esta película de superhéroes fue el mayor estreno en la historia del cine” no estoy de acuerdo, tal vez hizo historia en la taquilla [risas], porque esto se trata de quién gana más dinero cada dos meses.
¿Pero acaso el cine no es también un negocio?
Lo es. Y eso está bien. Pero entonces, ¿qué pasa con hacer cine como arte? Tal vez la gente va a decir: “Ah, Scorsese es un hombre viejo”. Pero, ¿qué pasa con nuestros hijos? ¿Qué les estamos enseñando? Si me preguntas cuál es la diferencia entre las películas de Hitchcock y las películas de superhéroes te diría que, con las películas de Hitchcock sigues aprendiendo diez años después de verlas y que veinte años después todavía estás conectado. ¿Por qué? Porque tratan la humanidad, tratan nuestras debilidades, nuestros fracasos, nuestros conflictos morales y dilemas. Hitchcock no hace historias en las que entra un buen tipo y golpea al malo. Y no digo que no se deban hacer películas así, digo que para enriquecer la experiencia humana de nuestros jóvenes hay que aprender a respetar el cine como arte. Yo espero seguir haciendo este tipo de cine, pero por ahora estas películas están siendo marginadas de las salas de cine, e irónicamente el cine está encontrando espacios en otro tipo de plataformas.
MARIO AMAYA
REVISTA DONJUAN
EDICIÓN 153 - NOVIEMBRE 2019
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