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Historias

Los herederos colombianos de Hitler

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Hitler, probablemente, se revolcaría en su tumba. El saludo nazi y la cruz gamada ahora se encuentran en poder de jóvenes que no tienen sangre aria o un apellido tan sonoro como Goebbels. Se hacen llamar Tercera fuerza nación, usan botas Dr. Martens, oyen "música anticomunista" y su cabeza brilla como una bola de billar. Son colombianos y creen que el Holocausto fue una gran mentira. Esta es su asombrosa historia.
Por Daniel Vivas Barandica
Fotografía Juan Pablo Gutierrez
-Al nacionalsocialismo no le falta ni una coma ni un punto. Ya está hecho, nosotros nos adaptamos a él -me dice Alfredo Devia, mientras en el fondo suena una canción con pesados riffs de guitarra, fuertes golpes de batería y voces guturales en un idioma que es una mezcla improbable de español, inglés y alemán-.
Asiento y le doy un sorbo a mi cerveza. Luego le pregunto qué tipo de música estamos escuchando y me dice que es R.A.C. Como la palabra me suena extraña, abro un poco los ojos y trato de adivinar diciéndole que si es un género que mezcla metal, punk y hardcore. Me mira por un momento, y me explica qué es R.A.C.: Rock Anti Comunista. Una corriente musical de ideología fascista, sus letras hablan de un renacer de los antiguos valores de ultraderecha, el movimiento skinhead, el rechazo a los inmigrantes y una fuerza nazista en contra del capitalismo.
"Vieja Europa despierta -dice un estribillo del grupo División 250- te tienes que levantar. Vieja Europa despierta, Tus hijos están listos, tienes que luchar. Luchar hasta que muera. Luchar hasta el fin. Unamos nuestros esfuerzos. Todos juntos buscando el mismo fin. Nuestra raza está siendo amenazada. Vieja Europa, ¿qué ha sido de ti?".  Miro a mi alrededor. Estoy dentro de un bar en el centro de Bogotá, un bar que no tiene letrero, ubicado en la calle 22 con carrera 5ta. Un bar en el que cerca de sesenta personas vestidas casi todas de negro, se han congregado para sentir que vale la pena pertenecer a un grupo especial.
Que vale la pena seguir unas ideas que en algunos países del mundo llevan a la cárcel. Unas ideas que, según lo que me han enseñado desde que tengo uso de razón, produjeron la muerte de más de seis millones de judíos y desencadenaron una de las guerras más sangrientas de la humanidad. Me dan ganas de preguntarle a Alfredo si está consciente de lo que significa para el mundo que él sea uno de los líderes del grupo más grande de ideología nazi en Colombia: Tercera Fuerza Nación.
En el bar hay sillas de madera y se ven viejas. Sobre ellas reposan hombres y mujeres mestizos que ríen, toman cerveza y esperan ansiosos que pase algo en la tarima. Algunos hombres llevan la cabeza rapada, otros el pelo corto, uno que otro lo lleva más abajo de los hombros. Tienen zapatos Adidas clásicos, botas Dr. Martens o sus imitaciones, y jeans negros entubados. Casi todos usan chaqueta de aviador. Las pocas mujeres que hay, van también de negro, poco maquillaje y pantalón entubado.
En el centro del bar cuelga una gran bandera roja con una cruz negra y una esvástica. Es increíble lo intimidante que puede ser un pedazo de tela. Alfredo me dice algo, no lo escucho, lo volteo a mirar y caigo en la cuenta que se parece al flaco Solórzano, el actor de televisión. Solo que rapado (yo no puedo decir pelo a ras), y con menos acento caleño.
Le sigo haciendo preguntas sobre el movimiento nazi en Colombia, sobre los skinheads, sobre su vida. Permanece más serio y me cuenta que es técnico en sistemas y tiene un local en el centro de la ciudad, donde arregla y revisa computadores. Lleva casi dos décadas de militancia en el movimiento, y agrega que comenzó como skinhead de orden fascista, y por eso aún conserva un poco la estética de los "cabezas rapadas", aunque la Asociación Cultural Tercera Fuerza Nación (TFN) no tiene nada que ver con los skinheads actuales que se dan duro en las calles. Comenta que aunque en un principio había skinheads nacionalsocialistas y otros de corte comunista, ahora el movimiento skin son un montón de drogadictos que albergan a cualquier tipo de personas: afrocolombianos, homosexuales, punks, rastas... y dicen ser comunistas, otros anarquistas y  no tienen prejuicios raciales.
Hace dos años yo iba caminando por Chapinero, exactamente por la calle 59 con carrera Séptima y varios jóvenes medio rapados estuvieron a punto de golpearme por llevar unos audífonos de colores Aerials y parecerles "fresita", frase que me repitieron varias veces.  Le cuento a Alfredo cómo salí corriendo para no terminar en un tumulto de puños y patadas y le confieso que yo siempre había creído que eran neonazis.
Agrego que para mí, y otros cientos de personas, ellos son igualitos. No me mira muy bien cuando pronuncio todas estas palabras, luego dice que esa es la zona de los SHARP y la RASH. SHARP, me dice, corresponde a Skinheads Against Racial Prejudice (skinheads contra los prejuicios raciales), y RASH, Red & Anarchist Skin Heads (cabezas rapadas rojos y anarquistas. Ambos hacen parte del movimiento skinhead original, de los jóvenes de la clase obrera inglesa que nacieron bajo la influencia del movimiento alternativo Mod y los jamaiquinos Rudeboys.
Me cuesta un poco entender que haya varios grupos de "cabezas rapadas" que no se muevan bajo los mismos preceptos, y que Alfredo me diga que no tienen nada que ver con ellos. Empiezo a hacerle más preguntas, mientras observo una mesa con un cuadro de Hitler, al lado unas imponentes botas negras, libros y propaganda nazi, botones y vasos con la famosa esvástica, entre otros elementos a la venta. Alfredo me sigue contando que TFN realmente son una minoría atacada.
Que los RASH, SHARP y "muchos comunistas, incluso personajes del Polo Democrático" se han encargado de crear una campaña de difamación contra ellos. Que, por ejemplo, el evento en el que me encuentro, es en honor de los "camaradas" Luis Felipe Toquica, "menor caído en combate", y Álex del Castillo, arrestado por "defender las ideas nacionalsocialistas" y por el que se están recogiendo fondos para su defensa.
En un momento se nos acerca Diego Cubillos, otro de los líderes de Tercera Fuerza. También va rapado, está vestido de negro y tiene bigote. Al igual que su compañero, está cerca de los treinta años. Me mira, yo lo saludo, me alza la ceja, luego le dice algo a Alfredo al oído. Ya me lo habían presentado minutos antes, cuando llegué a la puerta del bar con Harley, el joven comunicador de casi dos metros y cabeza rapada, que después de semanas de insistencia contestó mis correos electrónicos, para buscarme un acercamiento con sus líderes.
Diego se va hacia la tarima, Alfredo me dice que ahora seguimos hablando y entonces comienza otro de los miembros a leer el programa de la noche. Los asistentes guardan silencio y en la tarima se habla que "el nacionalsocialismo es igual en todo el mundo". Otros de los "comandantes", que nunca llego a conocer, da un discurso en el que resalta "que la esvástica no se debe tatuar en el cuerpo, sino que se tatúa  en el corazón". Luego se lleva la mano al pecho y la alza gritando "Sieg... Heil!". Los asistentes le responden haciendo el conocido saludo al Führer.
Minutos después, una de las bandas invitadas comienza a tocar, algunos de los jóvenes se levantan y se empujan y golpean levemente. Alfredo vuelve a sentarse a mi lado, en un muro cerca de la tarima. Me dice que su "camarada" andaba como borracho y que el grupo que está tocando es bueno. Le sonrío y le pregunto que aparte del comunismo, ellos en contra de qué están. Me responde que de la guerrilla, los homosexuales, a los que cada año, cuando hacen la marcha por el orgullo gay, les montan una contramarcha, para recordarles "que no son naturales".
También me dice que no apoyan la drogadicción, la prostitución ni la mendicidad. Que están hartos de la inseguridad y luchan por una revolución de carácter ético racial que reivindique sus raíces hispánicas. Tercera Fuerza, me dice, tiene su origen en un grupo de la madre patria. Y es ahí cuando le pregunto qué piensa sobre los europeos xenofóbicos. Esos españoles que persiguen a los inmigrantes colombianos. Me mira y me responde que esos grupos no aplican el verdadero nacionalsocialismo, y que se nota que yo no he leído, y que por eso no tengo nada de que hablar.
Luego le pregunto por la postura de la organización hacia los judíos. Me mira de arriba abajo y me responde que se han encargado de difundir otra realidad. Que el holocausto no ocurrió como lo cuenta la historia y que mejor lea los libros de "Revisionismo Histórico". "Los judíos son un pueblo encargado de engañar al mundo", dice. Me quedo callado. Luego le pregunto dónde compro esos textos. Me responde secamente que en el centro, en Editorial Solar.
Minutos después, Alfredo se sube a la tarima, junto con Diego y otros "camaradas" de su grupo Quinta Columna. Luego prueban los instrumentos  y  comienzan a tocar un poco más de su estridente RAC. Los asistentes enloquecen de nuevo, algunos siguen saltando, simulan darse puños, yo salgo del lugar, no sin antes haber concertado una cita para el 16 de abril, día en que Tercera Fuerza Nación celebra el natalicio de Hitler con una gran ceremonia.
Editorial Solar está ubicada en la carrera 9ª con calle 19 cerca de la conocida zona de las ópticas, en el cuarto piso de un edificio al que se le notan los años por las paredes amarillentas y raspadas. Cuando entro, me atienden dos mujeres y me preguntan qué necesito, les digo que tengo cita con su jefe, Héctor Cruz. Mientras le confirman al señor mi presencia, observo unos grandes anaqueles con libros de diversos temas esotéricos.
Hay títulos como La genialidad de la astrología, Refugio de los Ángeles, ¿Qué es el karma? y allí, en la sección que dice Revisionismo Histórico está el libro con el que todos los integrantes de Tercera Fuerza, y simpatizantes del III Reich deben empezar: Mi lucha, de Adolf Hitler.
Cuando lo voy a hojear, me llaman y me indican que puedo seguir a una oficina. Saludo a un hombre robusto, de traje azul, con canas y piel canela, que me espera tras un gran escritorio. Me siento y después de presentarme le digo que me hable sobre la editorial, su origen y los libros de ideología nazi. El hombre me mira un poco ofuscado, me pregunta si yo soy de esos "cabecirrapados" que andan por ahí haciendo daños. Le digo que no.
Luego comienza a contar que su empresa nace a finales de los años ochenta, debido a su cercanía con los temas esotéricos. Y que su propósito consiste en expandir este conocimiento por toda Latinoamérica. Luego es cortante, agrega que no tiene nada más que decir y que respecto a los temas de revisionismo histórico, se publican para contar la historia contada por los vencidos. La historia como realmente ocurrió. Y que en ellos podré darme cuenta de las artimañas del pueblo judío, la grandeza del Führer, como líder militar y espiritual, quien no murió sino que se escapó de Alemania y fue el gestor de los ovnis.
Al escuchar estas palabras, mi cara no puede ocultar la emoción y le digo al  señor Cruz que me cuente sobre los ovnis y la forma en que se escapó Hitler de su país. El hombre se pone más incómodo de lo que está, se niega a hablar y me dice que la reunión ha terminado. No sin antes regalarme un ejemplar de un libro que en sus palabras "explica la verdad sobre la conspiración judeosionista". Nunca lo leí.
16 de abril. Llego a un hotel cerca de la Biblioteca Nacional. Afuera hay personas de la Alcaldía con chalecos rojos y algunos agentes de la policía. Varios hombres rapados llevan trajes negros y se notan ansiosos. Llamo a Alfredo y no me contesta. Llamo a Diego y me dice que lo espere en la esquina, que ya manda a alguien a recogerme. Un joven de pantalón negro, camisa blanca y chaqueta negra, con la mínima presencia de pelo en su cabeza, se me acerca y me saluda. Tiene escasos veinte años y se llama Daniel, como yo. Puede ser tu primo, tu hermano, tu novio, tu amigo.
Cuando entro en el gran salón del hotel me siento en los años treinta. Como en uno de esos lugares donde los verdaderos nazis supuestamente se reunían. Resaltan los colores rojo, negro y dorado. Resaltan los brazaletes con esvásticas, las letras TF y las águilas imperiales alemanas. Resaltan los afiches de Hitler. Resalta gente normal que parece más bien disfrazada. Perfectamente podrías estar viendo a alguien que vive cerca de tu casa, te atiende en un restaurante o camina a tu lado mientras te montas en el Transmilenio. En la tarima está Alfredo con la cúpula, intento saludarlo de lejos pero no me ve.
Saludo a Diego que está cerca de la puerta. Lleva un traje negro y se  ve orgulloso de lo que ha logrado. En este momento la imagen del técnico judicial que se mantiene por las calles del centro, desaparece. La imagen del hombre que tiene una banda de rock, se esfuma. La imagen de un joven del occidente de la ciudad, al que puedes ver un domingo en el estadio o en un centro comercial, se pierde. En este momento él es la representación del símbolo de la crueldad, por el que más de cien personas se han congregado a rendir homenaje. 
Me pregunto si Hitler estaría de acuerdo con estas reuniones y sus simpatizantes colombianos. Mientras tanto, un proyector muestra sobre una tela blanca algunos videos en blanco y negro de las tropas de la Alemania nazi. Algunos de los miembros más jóvenes están con sus compañeras sentimentales. Me pregunto cuántos de aquí saben alemán, cuántos saben realmente qué quieren representar. Los meseros me pasan un vino dulce para el brindis. Suena "rock anti comunista", en la tela aparecen imágenes de Tercera Fuerza. No sé en qué idioma está, no sé nada, es más, no sé si soy un buen periodista. Varios miembros que han ido un poco más informales, llevan camisa de manga corta y tienen una telaraña tatuada en el codo.
Luego, cuando suena Al viento a las banderas, himno del Partido Nacionalsocialista, nadie lo canta. Nadie lo puede pronunciar. Observo a Diego, Alfredo y los demás líderes en la tarima, parados frente a todos, callados y muy serios. Se sienten grandes, se sienten imponentes, realmente se la creen. Me pregunto si cuando Alfredo leyó por primera vez Mi Lucha, y terminó de verse The Wall (libro y película que lo llevaron a indagar sobre el nacionalsocialismo), pensó que algún día tendría a un pequeño ejército a su disposición.
Un pequeño ejército que en un caso extremo afirma no dudar en tomar las armas. Un pequeño ejército con integrantes de diferentes clases sociales enmarcados en una ideología ultraderecha. Una ideología que en países como Alemania, Francia, Italia, Holanda, por nombrar tan solo algunos, su mera apología o hasta distribución literaria, puede significar un buen tiempo tras las rejas.
Como le ocurrió al español Pedro Varela, propietario de una librería en Barcelona, condenado a casi tres años de cárcel por comercializar libros de orden nacionalsocialista, que según la ley del país incitan a la discriminación, el odio y la violencia. Para Diego y Alfredo este hombre es un mártir.
Durante horas, la conmemoración del natalicio del Führer, son discursos sobre discursos. Los asistentes constantemente responden con un Heil Hitler! Unos con la mano izquierda, otros con la derecha, otros lo hacen torpemente. Las mujeres nacionalsocialistas reconocen que son abnegadas pero importantes para la organización. Algunos miembros hablan del orgullo de ser militantes de Tercera Fuerza. Diego, que interviene varias veces, señala un póster de Hitler y lo nombra "El genio más grande que ha generado la humanidad. Un humano demasiado humano y al mismo tiempo un dios".
Luego agrega que se cumplen 112 de la era hitleriana. Otro miembro dice: "No descansaremos hasta exterminar a los judíos, barbarie de un pueblo capitalista". Noto que toda la diplomacia que habían manejado antes desaparece. Noto que algunos proclaman la superioridad de una raza pura. Me pregunto cuál raza. Aunque Diego, previamente me ha dicho que no están dentro de la línea del White Power, o me mintió o algunos están confundidos.
Finalmente cuando la ceremonia termina y se disponen a servir los pasabocas, salgo de inmediato del lugar. En la recepción un hombre de piel morena sonríe y me dice hasta luego. Llueve, camino por la calle y una mujer que no tiene ojos azules y no mide 1,90 me ofrece cigarrillos y dulces. Paso por una vitrina y me veo reflejado.
-¡Viva España! -gritan adentro.
-Sieg... Heil! -repiten otros.
En el hotel se quedó la "raza caucásica". El resto -por suerte- estamos afuera.
MÁS:
- Galería de fotos: Herederos colombianos de Hitler
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