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Historias

Los cariñositos, una comunidad por fuera del estereotipo gay

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Los osos rompen el estereotipo gay; no son delgados ni víctimas de la moda, prefieren el cuero y las barrigas peludas. Tienen reinados y bares propios. Su comunidad es de miles de personas en Colombia y son los machos del mundo gay, como dice uno de ellos: "acostarse con un hombre demasiado flaco y sin pelos es lo mismo que hacerlo con una mujer". Los osos son testosterona pura.
Por Daniel Vivas Barandica
Fotografía: Sebastián Jaramillo
"Osos, gorditos mayores, cazadores y sus admiradores", dice la libreta que me entrega Norberto Jiménez. Fijo mi mirada en ella por unos segundos. Tiene una bandera con franjas de color café, naranja, amarillo, habano, blanco, gris y negro. Sobre la bandera está pintada una garra de oso de color negro, y el nombre de su club: Colombia Bear.
Norberto es un hombre de un metro con ochenta, gordo, de 115 kilos, que bordea los treinta años. Tiene el pelo negro corto, barba perfilada y su piel hace rato que no recibe el sol. Luego me presenta a su socio y amigo Andrés Ortega. Lo saludo. Andrés también bordea los treinta, mide 1,70, tiene el pelo negro -cortado bien bajito- y su cara refleja las secuelas de un acné crónico, y aunque no es gordo, ostenta con orgullo una barriguita mediana. Diría que pesa más de 80 kilos.
Nos encontramos en un apartamento modesto del centro de Bogotá. Me siento en un sillón y me dispongo a oír la increíble y divertida historia del movimiento de los osos en Colombia, una subcultura de la comunidad gay que, entre otras cosas, los tiene como fundadores.
"Los osos", me cuenta Norberto, son todos los homosexuales hombres que se encuentran fuera del estereotipo del afeminado o metrosexual; no están preocupados por tener un cuerpo tonificado y estilizado. "Los osos", me recalca Norberto, "somos hombres que nos sentimos cómodos como somos, con barriga, gorditos o fornidos y que nos pueden gustar los hombres velludos y mayores". Agrega que se apoyan en un estilo de vida en el que destacan ciertas características físicas como el vello facial (barba y/o bigote) en todas sus formas (completa, candado, herradura), con el peso, el volumen y el vello corporal desarrollan una actitud de "oso".
Le pregunto que a qué se refiere con actitud de "oso". Me responde que sea un hombre confiado en sí mismo, fuerte, liberal, abierto, que resalta su masculinidad, que demuestre cierta rudeza, actitud de someter a otro hombre, pero que en el fondo sea muy amable y cordial.
El movimiento de los osos nació en los años sesenta en los Estados Unidos. Específicamente en San Francisco, California, cuna de las revoluciones de la comunidad LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y personas transgéneros). Curiosamente tienen su origen en excombatientes homosexuales de la segunda guerra mundial, amantes del cuero, las motocicletas, los tatuajes y los estereotipos del hombre rudo erótico.
Surgieron como una contracultura en respuesta al modelo estilizado de belleza masculino, estandarizado dentro del  mundo gay. En los años ochenta "el movimiento ursino" -como también se le conoce- empezó a tomar fuerza con la creación de bares, fiestas privadas y el lanzamiento en 1987 de Bear Magazine, una publicación que en su primera edición fue una especie de flyer fotocopiado y tuvo gran aceptación en hombres gais que, por primera vez, encontraron un referente cultural que los identificaba públicamente y sin tabúes.
Existen varias páginas web donde los osos se pueden contactar y enterar de todo lo que pasa dentro del movimiento. Entre esas se destacan bearwww.com, donde crean un perfil, suben fotos, acuerdan encuentros sexuales o consiguen pareja. Dentro de los principales exponentes del estereotipo ursino se encuentran el modelo y actor porno Frank Martini, conocido como Jack Radcliffe.
Varios actores -sin ser homosexuales- se han convertido en referentes del ideal de oso, como Ron Jeremy, Sean Connery, Kevin James o el colombiano Andrés Parra, el actor que interpreta a Pablo Escobar en El patrón del mal. El diseñador y profesor norteamericano Raymond Kampf escribió The Bear handbook, un manual con ilustraciones y fotos en el que se explica todo sobre la comunidad bear, sus orígenes, historia y muestra lo que se necesita para ser oso. También existe un tratado antropológico sobre este movimiento: The bear book II, escrito por Les Wright y que explora el desarrollo social de los osos en toda la historia del hombre.
Norberto y Andrés crearon en 2005 el club Colombia Bear con la intención de fomentar esta subcultura en el país. Montaron la página colombiabear.com como un canal de comunicación con los demás "osos", que podían sentirse identificados. Comenzaron a difundir material promocional (camisetas, relojes, pulseras) y a publicar videos de las fiestas y reuniones de los osos en todo el mundo.
A exponer la filosofía y mostrar que el movimiento viene desde hace muchos años atrás y está masificado en otros países -aparte de EE. UU. e Inglaterra- como Argentina, Alemania, México y España. El primer evento que hicieron para agrupar a los hombres colombianos que se sentían osos, fue "el cinema bear" en el Ópera Plaza, en Bogotá. Proyectaron una película con temática oso: Cachorro. El filme español es un drama con tintes cómicos, en el que un dentista, perteneciente al movimiento, debe afrontar la visita de su sobrino y mostrarle su estilo de vida.
Después realizaron "el primer encuentro nacional de osos" al que asistieron casi 2.000 hombres de Bogotá, Cali, Bucaramanga, Medellín, Cartagena y Barranquilla. Crearon el concurso de elección de Mr. Oso, celebrado una vez al año, en el que en medio de una fiesta crossover "se escoge al oso con mayor actitud". Me mira y me dice que necesitaré "escolta" para que no se me lancen los osos. Se ríe al ver mi cara de susto, me dice que me relaje, pero me advierte que en esta clase de eventos los osos son muy abiertos.
Andrés me confiesa que los dos siempre se sintieron atraídos por los hombres mayores. Desde muy pequeño se dio cuenta de que en vez de gustarle las niñas del colegio, o su primas, prefería a los amigos de su papá. Su primer contacto con el movimiento fue al buscar imágenes de osos para su trabajo -es publicista- y le aparecieron unos hombres gordos, peludos, ligeros de ropa y tomando cerveza. Norberto, un santandereano ingeniero de telecomunicaciones, nunca quiso estar con ninguna mujer.
Conoció a la comunidad bear en España. Asistió a varios eventos, se relacionó con otros "osos", y cuando volvió a Colombia comenzó a mostrarles a sus amigos este estilo de vida. Lo que los acercó a esta subcultura fue la tranquilidad de poder ser ellos mismos, porque en algunos bares de la ciudad no se sentían a gusto cuando no encajaban con el estereotipo atlético gay. "A mí no me gustan los hombres jóvenes, en nuestros eventos ya no somos los bichos raros, sabemos que no vamos  a ser juzgados por gordos". 
Empezaron a realizar fiestas una vez al mes en diferentes lugares de Bogotá, salidas a fuera de la ciudad, talleres y otras actividades que los reunieran como club. En su página web están inscritos más de 6.000 hombres, 1.000 viven en Bogotá, y a sus eventos asisten con regularidad entre 200 y 300 personas. "Nos encanta el 'chucuchucu'", y lo que más les llama la atención a los extranjeros que nos visitan, es que pueden bailar abrazados con otros hombres, salsa, merengue y vallenato".
Sus fiestas las hacen temáticas, en ocasiones con tópicos como "vaquera o leather (cuero)". No aceptan a menores de edad, disfrutan bailar sin camisa -aunque en algunos bares se los prohíben- y no dejan entrar mujeres ni a transexuales. "No es que discriminemos. Es más por la tranquilidad de algunos de los asistentes que se cohíben porque no han salido del clóset o porque les da pena besarse delante de una mujer", agrega Andrés, pero de vez en cuando se les "cuela" la hermana de un oso o una "admiradora".
Dentro del mundo bear hay varias clasificaciones de acuerdo con el físico de los hombres. La de oso polar, por ejemplo, agrupa a hombres que pasan los 50 años, son canosos, y tienen vello en todo el cuerpo de color blanco. Cachorro (cub) son aquellos jóvenes, gordos, con vello facial pero no corporal.
Oso mayor se refiere a los hombres grandes, gordos, muy velludos. Existen también los cazadores, "admiradores", hombres que no están dentro del estereotipo de los osos, pero les gusta que su pareja sí lo esté. Y los osos fornidos: velludos y musculosos. Norberto es cachorro y Andrés, cazador.  Me miran y me dicen que si yo fuera gay,  y me uniera a su club, sería una nutria. Aprieto los dientes y asiento. Se ríen y me dicen que, por mi barba y porque no soy tan gordito, encajaría perfecto en la definición.
Luego agregan que esas son las categorías que manejan ellos, pero que en el resto del mundo hay muchas más, como el oso marrón, oso panda, oso de anteojos y el perezoso. En Bogotá existen varios lugares en torno a la temática bear. Los más conocidos son el bar Colosos, ubicado en el barrio Chapinero; Dark Club, otro bar de esta zona que maneja sadomasoquismo y sexo explícito; y el sauna Ulises, en Teusaquillo, donde se llevan a cabo encuentros sexuales entre miembros de la comunidad. Me despido de ellos con un apretón de manos y me dicen que nos veremos pronto.
La cita es a las diez de la noche en La Trampa Vallenata. Un lugar ubicado en la calle 47 con carrera Séptima, en Bogotá. Afuera del sitio hay varios hombres gordos y barbudos. Sobre la fachada se ven afiches que muestran a un hombre que pasa los treinta años, con barba negra, tupida, camisa a cuadros rojos y negros, y ostenta una banda de reinado que dice Mr. Oso 2011. En la puerta de la entrada saludo a Norberto, me dice que a las doce es la coronación, que no pague los $22.000 del cover y aproveche que hay barra libre hasta las once. Atravieso las puertas del lugar. Hay cerca de 200 hombres, la mayoría entre 30 y 60 años.
Por los parlantes se escucha algo de Lady Gaga. Luego suena la canción Bomba, del grupo Azul, Azul. La mayoría de los osos gritan, se ríen, otros bailan entre ellos abrazados, algunos menean sus culos sobre las entrepiernas de otros, toman shots de whiskey, de aguardiente Néctar, y se dan besos. Es un poco aterrador ver tantas barrigas chocar entre sí. Tantas barbas rozándose y bocas restregarse. Tantos pelos. Algunos se quitan la camisa y ondean sus gigantescas panzas.
Tiro la mirada hacia las pantallas del lugar. Me encuentro un video de Shakira. El aire está lleno de sudor, desodorante y olor a machos en celo. Camino entre la multitud y llego hasta la cabina del Dj, donde está Andrés con los audífonos, cuadrando el sonido, esperando para poner la siguiente canción. Me da la mano de manera eufórica y me señala a Phillip Welch, uno de los jueces de esta noche.
Lo saludo, es un hombre de 30 años, casi 1,80 y 110 kilos. Barba poblada y vellos en los brazos y el pecho. Lleva un sombrero de cuero negro, como de motociclista, un chaleco del mismo color, camisa verde y una bermuda habana. Tiene botas de cuero negro. Phillip es bogotano, de padres españoles. Ha vivido en Estados Unidos y varios países de Europa y Asia. Estudió publicidad y diseño industrial. En medio de la rumba me cuenta que siempre le han gustado los hombres, salió con una mujer pero nunca hubo algo sexual. Conoció la cultura bear a los 13 años en su "despertar sexual".
Un amigo le prestó varias revistas gais pero no le llamaron la atención los hombres delgados y sin vellos que aparecían en esas páginas. Le parecía lo mismo que acostarse con una mujer. Con el pasar de los años empezó a buscar gente con sus mismos intereses, en Buenos Aires lo invitaron a una fiesta de osos. En Barcelona se empapó del tema y se unió a la comunidad catalana de osos. Participó en diversos concursos de osos en Los Ángeles, Bristol y Madrid.
"En estos certámenes no es necesario ser increíblemente velludo o grande, tan solo hay que ser consciente de que ser oso es la exaltación máxima de la masculinidad". Observo a mi alrededor. Hay hombres calvos con candado. Uno de ellos tiene una camiseta negra que dice "Osos Costa Rica". Hay hombres delgados con barba y camisas de leñador. Hay otros hombres más viejos bailando atrevidamente.
"Es la hora es la hora, es la hora de jugar, brinca brinca, palma a palma y danzando sin parar...". Es el estribillo que se escucha por los parlantes, Phillip aplaude, se ríe y se pierde en un mar de osos que saltan y bailan con la conocida canción infantil interpretada por la animadora Xiomi. Los observo de lejos y empiezo a buscar alguna mujer. Solo hay dos meseras que están en la barra al lado de un hombre que lleva una trusa negra, tacones, alas de mariposa y un antifaz blanco con plumas.
Cada vez que este hombre pasa tragos, varios osos le coquetean en broma. Me voy a una esquina del lugar. Un hombre de 30 años, de tez oscura, musculoso, con camiseta esqueleto blanca y jeans, se me acerca y me pregunta a qué horas es la coronación. Le respondo secamente "a las doce" y miro para otro lado. Tengo que confesar que estoy nervioso. El hombre se queda unos segundos mirándome, va a decirme algo, se abstiene y se va.
En el lugar se escuchan canciones de reguetón, música electrónica y salsa. Observo a los osos bailando como quinceañeras alborotadas. Se nota que están felices: pueden comportarse como siempre han querido. Algunos, los que pasan los sesenta años, permanecen sentados, bebiendo sus tragos en las mesas de madera. En algún momento se me acerca otro hombre y me dice que quiere tomarme una foto. El olor a sudor y desodorante es intenso.
A las doce la música se detiene, Norberto se sube a la tarima con un micrófono y grita que ha llegado la hora esperada. Presenta al Mr. Oso del año pasado, el hombre que salía en los afiches de la entrada. El público grita y comienzan a rotar por el aire condones inflados. Se alza la bandera de colores tierra. Un buen número de flashes iluminan el lugar. Algunos de los osos encuentran en estos eventos un escape a su rutina diaria o a su vida falsa.
Muchos tienen esposas, hijos. No han revelado su verdadera condición sexual. Phillip se me acerca y me presenta al novio de Norberto, un hombre gordo, grande, de candado, con el pelo corto y blanco. Norberto invita a los candidatos  a que se suban a la tarima. Seis hombres de diferentes ciudades del país aparecen en el escenario y el público los aplaude, se escucha que alguien grita "no hay pena de mostrar los gorditos". Los hombres se han quitado la camiseta, son velludos, tienen barba y un médico les diría que tienen sobrepeso.
Tetillas y barrigas caídas sobre el escenario. Norberto los va presentando y les dice que esta es su casa y que pueden hacer lo que se les dé la gana. Los hombres sonríen y bailan mientras se escucha una canción de dance. Luego Norberto agrega que se desabrochen el pantalón. El público grita. Norberto pide un poco de silencio y le hace preguntas a cada concursante.
¿Cuál es la imagen que quieren proyectar de la comunidad bear antes la comunidad LGBT?, ¿qué los hace opcionados para convertirse en Mr. Oso 2012? El aire se siente caliente, me corre una gota de sudor por la espalda, las respuestas que se escuchan son "somos machos y nos gustan los machos", "me acepto como soy y se lo demuestro a otros hombres", "los verdaderos machos debemos unirnos y querernos".
Por aplausos y gritos se va descalificando a los candidatos. A un hombre grande, gordo, canoso, le gritan constantemente  "¡ese es!, ¡ese es!". Al final quedan este hombre y otro más joven, no tan gordo y con poco vello corporal. Phillip y el otro juez deben decidir y escogen al canoso, un barranquillero. Los osos en el bar gritan y aplauden. Le colocan la banda de Mr. Oso 2012 en su torso desnudo y le entregan un oso de peluche blanco y un sobre.
Recién coronado gana $150.000, un estudio fotográfico -hecho por Colombia Bear-, se convierte en la imagen de todos los eventos del año y tiene entradas y consumo ilimitado durante doce meses. Además, la marca Wet le da dotación de lubricantes, otros patrocinadores le entregan calzoncillos, pases para el sauna Ulises y ManHunt (una red social gay) le da 50% de una membresía anual.
Es la una de la mañana. Andrés, Phillip y Norberto están muy ocupados celebrando. El evento fue todo un éxito. A las dos y media se acabará la rumba y muchos osos irán a sus casas, a un rematadero o a moteles con otros osos. Algunos volverán donde sus esposas e hijos. Otros se irán con sus "maridos". Yo me voy a mi casa. 
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