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Historias

La naturaleza del beso

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La tentación de besar supera cualquier tipo de prohibición. En la India es un delito y hay turistas que han dejado sus huesos en la cárcel por juntar sus labios en público, pero no puede ser casualidad que los besos más celebrados de todos los tiempos sean los prohibidos. Este texto explora la naturaleza de un acto que involucra a 34 músculos y que, según los estudios más juiciosos, es tan estimulante como un gramo de cocaína.
Por Pilar Quintana // Fotografía Álex Mejía
Nos dimos un piquito no más. Pero no, eso no era lo que ellos querían. Ellos querían un beso con todas las de la ley. A nosotros nos empezó a parecer raro el asunto. Cuatro universitarios pidiéndole a una pareja de extranjeros, recién conocida en la calle, además, que se diera un beso en la boca. No llevábamos mucho tiempo en India, vaya usted a saber si esa era una de las costumbres del país, y, bueno, tampoco íbamos a ser tan rogados. Al fin y al cabo era un inocente besito no más.
Nos acercamos, las cabezas ligeramente ladeadas, lentamente y con los ojos cerrados. Entonces nuestros labios se entrelazaron y al cabo mi lengua ya estaba dentro de él. O tal vez fue al contrario. El caso es que el beso fue intenso, tal como lo habían pedido. Nos despegamos y ellos, los cuatro universitarios, seguían mirándonos. Boquiabiertos y con un brillo extraño en los ojos en el que me pareció advertir malicia.
Luego nos enteramos de que en India besarse en público es tabú. En las películas de Bollywood, como se conoce a la industria cinematográfica de ese país, se insinúa que los personajes tiran. Incluso los muestran en acción. En un bodrio patriótico que nos vimos allá, las batallas de la guerra con Pakistán devienen en coreografías de baile pop y los amantes retozan desnudos en la nieve. Las tomas son de la cintura para arriba y él, encima de ella, más parece estar sufriendo un ataque de epilepsia. ¿Pero besos? Eso jamás.
El tabú no es solo de orden filosófico. Besarse en público es un delito tipificado en el código penal indio y se castiga con cárcel, multas, o las dos. En 2005 una pareja de israelís fue multada porque se besó en un templo de Rajastán, ¡al final de la ceremonia de su matrimonio! En 2007 se desataron protestas porque Richard Gere besó castamente la mano y la mejilla de una actriz en un evento en Delhi y hasta se emitió una orden de captura en su contra. Y en 2008, también en Delhi y por culpa de un beso en la calle, una pareja terminó arrestada, y eso que habían demostrado que estaban casados.
Y nosotros felices, rumbeándonos delante de cuatro lujuriosos universitarios que si no nos quitaban la mirada de encima era porque les habíamos dado porno duro. En vivo y en directo. No quiero ni imaginarme lo que hicieron cuando nos fuimos. O por la noche en sus camas. El beso es siempre la antesala del sexo.
Lo que pasa es esto. Los labios se llenan de sangre y el cuerpo se calienta. El corazón se acelera, la saliva fluye de las glándulas, aumentan los niveles de testosterona en los hombres y de estrógenos en las mujeres y se liberan los mismos químicos que intervienen en el orgasmo.
Al fin y al cabo los labios y la lengua están llenos de terminaciones nerviosas, igual que el clítoris y el glande, y cuando son estimulados desatan una furia de sensaciones. Según un estudio lo que siente una persona mientras está besando es idéntico a lo que siente una persona cuando toma cocaína. Placer, puro y simple.
De lo que se pierden los indios.
Lo desconcertante es que fue en ese país donde empezó todo. Los besos, su historia o, por lo menos, sus representaciones. Algunos historiadores creen que la práctica de besarse fue aprendida por los griegos cuando Alejandro el Grande invadió India en el año 326 antes de Cristo. Lo que sí está comprobado es que las primeras referencias literarias a gente besándose en los labios de que se tiene noticia están en los Vedas, los textos sagrados del hinduismo, que fueron escritos alrededor del año 1000 antes de Cristo. Las primeras esculturas de besos se tallaron por la misma época y también en India, en los templos de Khajuraho.
Claro que en Khajuraho los besos son lo de menos. En esos muros se ve de todo. Vergas, culos, tetas y cucas. El misionero, el pollo asado, el 69, el perrito, de pie, patas arriba y por atrás. Homosexuales, swingers, tríos y orgías. Voyerismo, exhibicionismo, sadomasoquismo, pedofilia y zoofilia, ¡con elefantes y caballos! Se ven todas y cada una de las posturas eróticas y prácticas sexuales posibles e imaginables, entre ellas algunas que siguen siendo tabú hoy en día y no ya en India sino en Occidente. Al parecer no siempre los indios fueron tan aguafiestas.
Ni son los únicos. Las demostraciones públicas de afecto son castigadas criminalmente en lugares como Pakistán, Dubái, Singapur y Corea del Norte. En Sudáfrica están prohibidas para menores de dieciséis años. En otros países, como Corea del Sur, son mal vistas. Y existen culturas donde sencillamente no se besan en los labios nunca. Ni en público ni en privado. En el Pacífico Sur los besos eran desconocidos hasta la llegada de los colonizadores. Algunas tribus de África creen que la boca es el portal del alma y que a través del beso es posible robar el espíritu o invitar la muerte. Y según la gente del Himalaya la boca está llena de gérmenes y por eso juntar los labios e intercambiar saliva es una cochinada que no se hace.
No les falta razón. No del todo. En la boca hay cerca de 298 colonias de bacterias y es cierto que se pueden pasar enfermedades a través de la saliva. La mononucleosis, por ejemplo, se conoce como la enfermedad del beso. Por muchos siglos los europeos se besaron en la boca para saludarse. Entonces llegó la peste. Poblaciones enteras se contagiaban y morían de la noche a la mañana. Para el siglo XVI ya se había instaurado la costumbre, más distante e higiénica, del beso en la mejilla.
Sin embargo, con todo y gérmenes, noventa por ciento de la población del mundo se besa. Incluso se han dado verdaderas revoluciones en pro de la libertad del beso. En los años sesenta, los hippies empezaron a predicar el amor libre y desafiaban a la autoridad practicándolo en los parques. Las puritanas leyes que, desde la época de la revolución industrial, prohibían besarse en público tuvieron que ser revocadas. En los años noventa, en Japón, se puso de moda darse besos en la calle, lo que marcó un cambio profundo en una sociedad que censuraba la práctica. Y en la actual Sudáfrica los adolescentes organizan besatones masivas en lugares públicos para protestar en contra de las leyes prohibitivas.
Es que el placer y las gratificaciones superan con creces los riesgos que, por demás, son solo probabilidades inciertas. Los besos reducen el estrés y los niveles de colesterol, son benéficos para el sistema cardiovascular y hasta adelgazan. Una persona en plena acción quema de dos a tres calorías por minuto. Más o menos lo mismo que gastamos durante el ejercicio de caminar. Besarse es una actividad compleja que involucra 112 posturas y 34 músculos y requiere gran coordinación. Como quien dice que no cualquier hijo de vecino sabe besar. O bueno, besar bien, que es una cosa muy distinta.
Yo conocí a uno que besaba muy bien. Me gustaba desde el colegio pero nunca habíamos tenido la oportunidad. Estábamos a oscuras y dentro de un carro apagado. Nos habíamos escapado del bar -eran mis años universitarios- luego de mucho mirarnos disimuladamente. Hacía frío pero yo me estaba derritiendo. Este hombre besaba largo y profundo, con labios que más que acoplarse a los míos me los comían. Pero eventualmente uno tiene que zafarse, respirar, volver a vivir. Y nos zafamos. En la puerta del bar estaba el amigo de la novia del hombre. Mirándonos, dándose cuenta de todo. Con una especie de satisfacción maligna en la expresión que no dejaba ninguna duda. Lero, lero. Los voy a acusar. A mí me caía bien la novia del hombre.
Sin ninguna duda el beso más famoso de la historia occidental es el beso de Judas. Cuentan los evangelios que el apóstol se presentó en el huerto de Getsemaní con un grupo de hombres armados con palos y espadas, de parte de la gente poderosa del pueblo. La señal convenida para que pudieran identificar al hombre que debían arrestar era un beso. Judas besó a Jesús. Un beso traidor.
Otro que está inmortalizado es el beso que se dieron en la boca los dirigentes de la Unión Soviética y Alemania del Este, Brézhnev y Honecker, en 1979. Aunque escandalizó en Occidente, era una práctica de lo más común entre los políticos de Europa Oriental y este en particular sellaba los lazos de unión entre las repúblicas socialistas. Veinte años después, de esa unión ya solo quedaban las ruinas de un muro y el beso de la hermandad, satirizado en un mural por el artista ruso Dmitri Vrubel, pasó a significar todo lo contrario. El derrumbe del socialismo. Hoy en día, debajo de la escena, puede leerse: "Dios mío, ayúdame a sobrevivir este amor letal".
Traidor y letal es también el beso con el que se enamoran Romeo y Julieta solo para darse cuenta de que tendrían que odiarse porque sus familias son enemigas. En Lo que el viento se llevó Rhett Butler besa arrebatadamente a Scarlett O'Hara a sabiendas de que ella, como mínimo, va a devolverle la atención con una cachetada. Britney Spears se acercó a Madonna en plena función de los MTV Music Awards de 2003 para darle el que se ha convertido, según una encuesta británica, en el beso más sexy de la primera década del siglo XXI. Un beso homosexual, desafiante y provocador. Y cómo no incluir aquí a la inolvidable Rosario Tijeras, de Jorge Franco, que mataba besando.
La tentación de besar no solo supera riesgos improbables. Supera todos los riesgos. No puede ser casualidad que los besos más celebrados de todos los tiempos sean prohibidos. Infieles, fatales, enemigos. O cuando menos escandalosos. Y quizás mi amigo besara tan bien porque era el novio de otra.
El beso esquimal se da con la nariz, el beso mariposa con las pestañas, el beso robado sin consentimiento, el beso de la paz en la iglesia, el beso francés con lengua, el beso negro en el culo y el beso mágico no es el que convierte al sapo en príncipe sino el que se convierte en polvo. Y si el orgasmo es la pequeña muerte, como dicen, entonces el beso tendría que ser el pequeño orgasmo.
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Modelos: Natasha y David Cantor // Maquillaje: Eduardo Lindo // Producción: Carolina Baquero Farah // Asistente de producción: Isabel González
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