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Historias

Félix de Bedout, la estrella de Univisión y la W Radio

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Foto:

¿Eso lo hace famoso? ¿Es más un presentador que un periodista? aquí hablan las personas que más lo conocen, Daniel Coronell, Isaac lee, Julio Sánchez Cristo y su esposa. Y todos coinciden en su timidez, en lo buen bailarín que es, y en lo mucho que odia los reflectores y la fama.
Fotografía: Juan Manuel García
– ¿Qué hacemos Daniel? –le preguntaron Javier Ayala y Gabriel Ortiz, directores del Noticiero Nacional.
–Pues pongamos a Félix –respondió Coronell, entonces jefe de redacción.
–Llámenlo –ordenaron los directores.
–Está en el eje cafetero haciendo una nota para El Viajero –explicó Coronell.
–Ubíquenlo. Que se vaya a la ciudad más cercana, que coja un avión y que llegue esta noche a presentar el noticiero.
José Fernández Gómez, el presentador del noticiero, había renunciado ese día por amenazas. Félix llegó a las tres de la tarde en camiseta, jeans y tenis.
–Mijito vaya cámbiese que tiene que presentar –le dijo Ayala.
–¿Cambiarme qué? –respondió.
–Pues vaya a ponerse un saco, una camisa y una corbata.
–No tengo nada de eso.
–Entonces camine vamos a comprar –respondió Ayala, y salió con él a comprar una camisa y un vestido para presentar, pero en los almacenes cercanos al noticiero no pudieron encontrar nada. Su cuerpo es raro. Félix es enorme, pero la talla XL en Colombia es para gordos, y Félix no es gordo. Simplemente es eso, enorme. Mide 1,92 metros. De manera que no tuvo más remedio que presentar el noticiero con una camisa de manga corta y un vestido prestado que le quedaba corto en las mangas.
Solo ahora encontró su talla perfecta de ropa en el mercado estadounidense, la talla ideal para los flacos y altos. No es talla L. Es esa talla con mangas extralargas para hombres como él. Desde 2011 vive en un décimo piso en Coral Gables, Florida, con un lobby en el que se pasean pavos reales, campo de golf, lago y, al fondo, el mar. Daniel Coronell e Isaac Lee, sus amigos de toda la vida, lo invitaron a trabajar con ellos en la conquista, por parte del periodismo colombiano, de Univisión, el canal de habla hispana más visto del mundo –y uno de los cinco más vistos de Estados Unidos, compitiendo con los de habla inglesa–. Isaac Lee, Gerardo Reyes, Daniel Coronell y Félix de Bedout –junto a varios más que se han ido llevando– conforman al grupo de colombianos en esa cadena hispana. Pero, según Félix, uno de los grandes encantos que tiene trabajar ahí es que hay gente de todos lados, estadounidenses, cubanos, mexicanos, puertorriqueños, argentinos, españoles. Y allí se ha hecho evidente una de sus grandes frustraciones: el inglés. “De las grandes equivocaciones que uno comete en la vida es no aprender inglés. Es un vacío enorme. Las posibilidades que se le abren a uno con ese idioma son enormes. Pero los míos eran otros tiempos, no eran habituales los colegios bilingües”, afirma.
Félix es presentador del Noticiero Univisión Fin de Semana, pero desde el 26 de enero pasado empezó a dirigir el programa Feliz Regreso en W Radio Colombia, en un horario que había estado prácticamente muerto por años y que desde su llegada, de lunes a viernes de 5 a 7 p. m., subió la audiencia un 17% entre las 2 y las 5 p. m., y un 36% entre las 5 y las 8 p. m., según la investigación más reciente del Estudio Continuo de Audiencia Radial (Ecar).
“Félix siempre ha gozado de gran prestigio, especialmente por su independencia y su voz crítica y el contraste con Alberto Casas y conmigo funcionó. Para entonces siempre estaba más informado que yo y hoy aún más”, dice Julio Sánchez Cristo al recordar la época en que compartían la mesa de trabajo en La W.
“Es sorprendente cómo un tipo tan tímido por fuera del micrófono, se convirtió en el entrevistador colosal que es, capaz de poner contra las cuerdas a cualquiera”, dice Daniel Coronell. Pero quizá el que lo define de manera más completa es, sin duda, Isaac Lee, presidente de noticias de Univisión: “Basta observarlo con un poco de atención para entender: es escéptico, lo disfruta y lo practica de manera consecuente. Es totalmente alérgico a los excesos de socialización, y por lo tanto al manoseo por parte del poder, en cualquiera de sus expresiones. Es duro, a veces en exceso. De acuerdo. Pero también es sensible. Disfruta tanto de un hallazgo investigativo, de una buena chiva, como de un poema o un gol de su equipo favorito. Por eso es versátil y difícil de definir, de encasillar. Eso es y será de gran valor en el periodismo. Para muchos es un tipo extraño, y pueden tener razón. De alguna manera, Félix es un enigma, y en este trabajo la pregunta es sinónimo de confianza”.
“Hace años pensé que era tímido”, continúa Julio Sánchez Cristo, “pero una noche en 2008 en Shanghái confirmé que yo estaba muy equivocado. La gente cree que lo suyo es la política y el fútbol, pero lo suyo es el baile”. Félix recuerda que todo ocurrió una noche que salieron de fiesta con el equipo de La W y con la familia de Julio Sánchez Cristo. El gusto por el baile le quedó de una época de rumba dura que tuvo. Yamid Amat Serna, que estaba en ese grupo aquella noche, hace todavía una buena imitación de Félix bailando al mejor estilo ochentero. John Travolta en Saturday Night Fever y en Pulp Fiction han sido sus mejores referentes. “Puedo decirte, sin modestia, que soy buen bailarín”, confiesa Félix.
Un enigma, dice Isaac Lee. Pero para Félix, muy por el contrario, su vida es, sobre todo, muy aburrida. “Mi vida es muy aburrida, a nadie le interesa, pero llámame la otra semana”, le respondió hace cerca de veinte años a Patricia Arango, su esposa, la primera vez que hablaron por teléfono. “La historia de nosotros empezó pidiéndole una entrevista que nunca me dio”, dice Patricia, que lleva casada con Félix 16 años, más tres años y medio de noviazgo. Ella estaba en segundo semestre y entró a Contacto Radio a hacer una práctica. Ahí estaban Néstor Morales, Diana Montoya y Félix. “Él era mi amor platónico y por eso entré: solo para conocerlo”, dice. Todas las mañanas la saludaba tocándole la cabeza, como a los niños, y le decía: “quiubo niña”. Ella le pidió una entrevista para un programa que tenía, pero la evadió con la respuesta de que su vida era muy aburrida por cuatro semanas. Y cuando ella le respondió “no te preocupes, ya no te molesto más”, y pensó en su interior “ni que fuera Brad Pitt para que yo le ruegue”, él le dijo “te doy la entrevista sin cámaras. Mejor dicho, te invito a salir”. Y fueron al Café de la montaña, en la carrera 11 con calle 106, y allí le dijo que le tocaba la cabeza con el “quiubo niña” para coquetearle.
Fotografía: Juan Manuel García
Fotografía: Juan Manuel García
Luego vinieron el matrimonio y los hijos, Martín y Andrea, por quienes superó el agobio que le producen las multitudes para poder llevarlos a los parques de Disney. “Le fascinan, se monta en todo. Vino a conocerlos de grande, ya cuando tuvimos a los niños. Ya perdí la cuenta de cuántas veces hemos ido. Eso sí, creo que el mayor sacrificio que ha hecho por sus hijos ha sido meterse a un crucero de Disney. Hace dos años fuimos y él decía que era como ir a un parque, pero sin poder salir”.
Félix de Bedout nació en Medellín en 1964. Lo bautizaron Félix, como su abuelo y como su padre. Es tímido, enigmático, agnóstico, introvertido, no mira a los ojos cuando responde las preguntas. O mira y luego desvía la mirada. No cree en Dios ni en ángeles ni en la carta astral ni en las brujas. No toma trago ni café ni le gustan los fríjoles. Le cuesta trabajo madrugar, porque en realidad es un tipo nocturno. Casi siempre se acuesta entre una y una y media de la mañana, a menos que tenga que levantarse temprano.
Le fascinan las series y se las ha visto casi todas: Breaking Bad, House of Cards, Game of Thrones. Empezó con 24. Es fanático y a veces puede ver toda una serie en cuatro días. Es un tipo trabajador, descansa poco y camina despacio como si le costara arrastrar los 1,92 metros de estatura que tiene. Cuando era un bebé de seis meses, lo montaron a un avión y se lo llevaron a Madrid en donde su papá estudió ciencias políticas y diplomacia. La familia regresó a Medellín cuando Félix tenía seis años. El niño entró al jardín Los ángeles custodios hablando con acento español. De España le quedó el recuerdo del zoológico y de María Luisa, una niña 12 años mayor que él de la que se había enamorado. Don Félix, su papá, venía de una familia industrial. Lo habían mandado a estudiar finanzas en Estados Unidos, pero acabó inscribiéndose en literatura griega, a contracorriente de su tradición familiar, aunque su papá, es decir, el abuelo de Félix, era dueño de la editorial De Bedout, que tuvo la representación de la RCA Records. De ahí que el viejo no estuviera tan satisfecho cuando su hijo se inclinó por las humanidades, despreciando el manejo de un gran negocio. Ya de vuelta en Medellín, su papá entró como profesor a la Universidad de Antioquia, en donde fue compañero de oficina de Carlos Gaviria. Por eso el afecto de Félix por el exmagistrado, los varios trinos que envió en su cuenta de Twitter y el homenaje que le hizo en su programa de radio con La W tras su fallecimiento.
Mientras su papá daba cátedra en la universidad, Félix estudiaba la primaria en el colegio alemán. Pero no era bueno para los idiomas y a pesar de haberse enamorado de su profesora, no pudo aprender y sus padres lo cambiaron de colegio, de manera que terminó su bachillerato en el Jorge Robledo. De esos tiempos aún conserva amigos. Alejandro Posada, que fue director de la Orquesta Sinfónica de Colombia y Sergio, su hermano. Con ellos iba a fincas y callejeaba. Porque a Félix le ha gustado la calle desde chiquito y entre sus recuerdos de infancia tiene aún vivos los diciembres cuando salía a perseguir globos por Medellín.
Sus amigos se cuentan con los dedos de una mano: Daniel Coronell, Ramiro Bejarano, Alejandro Posada e Isaac Lee. De hecho, cuando llegó a vivir a Miami junto a su familia, su esposa, Patricia, organizó una comida para inaugurar el apartamento a la que solo asistió ese grupo cerrado. “Hemos vivido muchos momentos juntos. Algunos muy gratos y otros que han sido pruebas para la amistad. Ambos tenemos personalidades bastante fuertes. Pero a pesar de eso en ningún momento, ni en las peores circunstancias, he dejado de sentir que soy amigo de Félix y que si por alguna razón de la vida lo necesitara, él siempre estaría a mi lado”, afirma Coronell.
Fotografía: Juan Manuel García
La familia De Bedout vivía cerca del estadio Atanasio Girardot, en Medellín, y allá, en esa casa, fue donde Félix aprendió a identificar los sonidos. Sabía cuándo era gol a favor, gol en contra, casi gol, penalti a favor, penalti en contra, fuera de lugar con gol anulado, fuera de lugar sin gol. Podía identificar el partido desde los sonidos. El barrio era un barrio popular y a los ocho o nueve años Félix salía con sus amigos a jugar en un potrero atrás de los talleres de Tejicóndor. Sus papás, que sabían que el hijo era callejero y amante del fútbol, le compraban guayos y balones. Ese olor, el del cuero de un balón recién comprado, es quizá el que más recuerda de su niñez. Junto a su pasión por la arepa al desayuno, el cine y el mar, porque pasaba sus vacaciones en la casa de su abuela paterna en Tolú. Allá vivía como un salvaje, pescaba y nadaba. Y los libros. Su papá hizo de su casa una biblioteca. Había libros en la sala, en el comedor, en los corredores, en las habitaciones y hasta en las escaleras. Un día Félix se topó con un ejemplar de Los tres mosqueteros y desde entonces no paró de leer. La biblioteca blanca de su apartamento en Miami ocupa un espacio de pared a pared. En ella está la colección de revistas El Gráfico encuadernadas, la gran enciclopedia del fútbol, todos los álbumes de los mundiales de fútbol desde 1966, la historia de la literatura universal, la historia del cine, el cine Salvat –una colección de once libros–, el cine erótico, los clásicos libros de Taschen: 1001 películas, 1001 libros, 1001 pinturas, libros de Mafalda, libros de gramática, ortografía, español correcto, manuales de redacción y novelas y cuentos de Tabucchi, Eco, Auster, Burroughs, Carver, McEwan, Norfolk, Fontanarrosa y los clásicos. También hay libros de arte: Van Gogh, Klimt, Dalí, Cezanne, Velázquez, arte y erotismo. Y música. Le fascina Queen y toda la onda británica de los ochenta: New Order, Pink Floyd, U2, Sex Pistols, The Clash. Y Soda Stereo. Sin embargo, Julio Sánchez Cristo una vez lo sorprendió con Un simple pato, de Tito Rodríguez.
“Traer los libros a Miami desde Colombia fue un lío”, recuerda su esposa, “solo él puede meter la mano en la biblioteca. Sabe exactamente dónde tiene cada cosa, y si le hace falta un libro, se da cuenta”.
“Me hubiera gustado tener más disciplina en la lectura. También me gusta el arte, pero es un mundo que me desconcierta porque es difícil saber qué es pose y qué es verdadero. Más allá de considerarme un experto o de tener un artista o un escritor favorito, tengo fascinación por la gente que crea: los artistas, los directores de cine, los pintores, los escritores. Esos son los personajes que a mí me generan una profunda admiración”.
Los criminales, en cambio, lo ponen de muy mal humor. En febrero de 2011, el exsenador Juan Carlos “el Negro” Martínez –uno de los políticos más investigados y señalados dentro del escándalo de la parapolítica– habló en su momento con La W sobre su traslado de la cárcel La Picota a la cárcel de Barranquilla. Martínez había armado una fiesta para celebrar su cumpleaños, en la que según el mismo Martínez, hubo “comida, happy birthday y tres canciones a capela que cantó mi amigo Alexis Lozano”. Félix tuvo que hacerle varias veces la pregunta “¿cuántas personas ingresaron a su fiesta señor Martínez?”, Martínez admitió que habían sido entre 20 y 25.
–¿25 personas le parece poquito para una fiesta en la cárcel?
–Demuéstreme que violé el reglamento –dice Martínez.
–¿A usted no le parece un exceso invitar a 25 personas a una fiesta en la cárcel? –dijo Félix, y Martínez se salió de casillas y acusó a Félix de tener una mente morbosa y perversa.
–Usted puede empuñar el micrófono, porque usted no lo usa, usted lo empuña. Yo no voy a ser un informante ni un sapo suyo. La única vez que lo he visto a usted fue en Taganga de la mano de un muchacho –remató Martínez.
Al respecto, Félix responde, años después, en su apartamento en Miami: “Cuando uno se mete con criminales, hay que esperar que los criminales se metan con uno. ¿Cuáles son las formas que tienen? O eliminarlo a uno físicamente o eliminarlo a uno moralmente. Estoy muy seguro de quién soy yo, no tengo problema con eso. No es un insulto, porque no considero que una condición de alguien sea un insulto, simplemente es tratar de descalificar a alguien y sacarlo de su rumbo para desviar la atención de una discusión sobre los antecedentes criminales de este señor, hoy comprobados. Obviamente genera molestia para la familia. Pero lo entiendo como parte del oficio”.
¿Félix de Bedout es un presentador o un periodista? Es una pregunta que hay que hacerles a las personas que lo conocen. Javier Ayala, su jefe en el Noticiero Nacional, destaca eso: “Félix es un reportero presentando noticias. Muy lejano de la vanidad. Contrario a los que presentan noticias un día y ya se creen estrellas”, dice. Y los hechos hablan por sí solos. Con Univisión ha cubierto huracanes, ha nadado con tiburones ballena, ha conocido el debate del tema de inmigración y viajó a cubrir el primer mundial de su vida el año pasado en Brasil. Pero Félix también cubrió la bomba que le pusieron al busto de Fidel Cano, la bomba en el edificio Mónaco de Pablo Escobar, el enfrentamiento de carteles, el terrorismo de Pablo Escobar y en el cubrimiento a la masacre de Segovia casi muere: “Casi nos matamos los periodistas que íbamos en el avión cuando salíamos, porque el avión entró en emergencia, se fue para arriba como un cohete y de pronto vemos que el piloto se sale de la cabina y le tiene que dar una patada al timón para destrabarlo. Le da la patada, lo destraba y el avión entra en picada y el piloto lo alcanza a levantar. Ahí estaba, entre otros, Nacho Gómez. Prácticamente el avión estaba lleno de periodistas. Llegamos en emergencia al aeropuerto de Rionegro”, recuerda.
Además, Félix vivió el surgimiento del paramilitarismo, y ganó el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar 2009 por haber encontrado la Directiva Ministerial 029 de 2005, que brindaba incentivos a los militares por sus operaciones “exitosas”, y habría creado un ambiente propicio para la serie de crímenes conocida como “los falsos positivos”. Además, en el Noticiero Nacional fue corresponsal en Medellín, reportero de la sección El Viajero, presentador de deportes –cuando Adolfo Pérez no estaba–, hasta llegar a ser el presentador oficial del noticiero, donde se podría decir que se hizo famoso. La gente lo para en la calle y le pide tomarse fotos con él. Y él sabe que pudo ser más famoso de lo que es. Más popular, para usar la expresión que a él le gusta. A los veinte años, Julio César Luna le ofreció hacer una novela que se llamaba La rosa de los vientos con Maria Cecilia Botero y Aura Cristina Geithner, porque lo había visto en un comercial de jeans para Caribú. Pero él se negó y aún hoy conserva la duda. ¿Qué habría pasado de haber aceptado?
Al preguntarle si se considera famoso, dice: “He estado mucho tiempo en una cabina o en un estudio de televisión, pero también mucho tiempo haciendo reportería y es de la época que me siento más orgulloso. Yo estaba en la universidad y tenía que salir de clase para hacer un reportaje, tomar una avioneta, un avión. Todo sin celular, a punta de beeper. A Pacheco le preguntaron por la fama y dijo que él no era famoso, que tenía cierto nivel de popularidad, pero que famoso para él era un Gabo, un Botero. Yo creo lo mismo. Trato de no comerme el cuento”.
Fotografías: Juan Manuel García
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