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Historias

El pasado ilegal de John Leguizamo

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Foto:

Revista Don Juan
En el cuarto aniversario de DONJUAN recordamos esta exclusiva con John Leguizamo para la edición 5 publicada en diciembre de 2006
Leguizamo llega a la hora pactada para la entrevista. apenas lo veo recuerdo que es un actor con dos premios de Outer Critics Circle, dos premios de CableAce, un premio Emmy, una candidatura al Globo de Oro como mejor actor secundario, y más de treinta películas bajo la supervisión de directores de primera clase. Sé que es un hombre hiperactivo, intenso, vertiginoso, y por eso me sorprenden de entrada sus ademanes delicados y acompasados. Viene con unas bermudas, unas sandalias y una camiseta informal. Su humildad demuestra su grandeza.
-¿Qué significó para usted estar en el Actor's Studio, la famosa academia fundada por Lee Strasberg?
-Tuve clase con él sólo un día y a la mañana siguiente me enteré de que se había muerto en las horas de la noche. Lo supe en el colegio de actuación. Estar en su academia fue un cambio significativo en la conciencia de mi propia habilidad, en mi ser artístico, me abrió una serie de posibilidades que antes no había vislumbrado. Yo había estado en otras escuelas donde los procesos eran más intelectuales. Aquí se trataba de tener un método para ahondar en los personajes.
Recordemos que esta academia de Strasberg fue la academia de actores como Al Pacino o Marlon Brando. Yo sentí enseguida que había algo muy profundo en esa penetración psicológica de los personajes, y que, de alguna manera, me permitía a la vez ser más creativo. Un ejemplo en América Latina de este tipo de actor es el mexicano Damián Alcázar: se trata de investigar el personaje, de ahondar en él, en sus relaciones, en su entorno. Desafortunadamente hay muchos actores que creen que porque tienen éxito están listos para entrar al set y hacer cualquier cosa.
Eso sólo demuestra su ignorancia. También hay muchos directores y guionistas que llegan al set y creen que se trata de una fiesta para conquistar chicas. Eso lo pueden hacer en los días que no están trabajando o en los que están buscando trabajo. No hay que hacer esa basura. Estamos en el cine para hacer investigaciones, para transformarnos en otras personas. En el rodaje de El amor en los tiempos del cólera me di cuenta de que Javier Bardem es también un actor de método, que busca meterse en el personaje, comprenderlo desde adentro, que se involucra por completo en lo que está haciendo.
-Es un proceso de gran rigurosidad espiritual.
-Sí, exactamente, podríamos decir incluso que es un proceso religioso, místico, que sólo se logra estando aislado, y en el cual hay que respetar al personaje que se está creando. Durante ese periodo de tiempo yo suelo conversar con individuos que se parezcan a mi personaje, que hablen como él, que tengan sus mismos rasgos de personalidad, sus mismas líneas de carácter.
Aunque no hay que olvidar que cada personaje exige unos requisitos diferentes y que hay distintos tipos de actores. Gene Hackman, por ejemplo, es siempre la misma persona, y sin embargo logra hacer de su personaje un ser profundo. Es siempre el mismo y es otro. De Niro es otra clase de actor. En algunas películas logra transformaciones sorprendentes. Y es más fascinante cuando está lejos de sí mismo, cuando encarna a sujetos que no se parecen a él. Me encanta en Taxi Driver, en El toro salvaje o en El francotirador. Pero mi preferida es Mean Streets.
-En las obras de teatro Mambo Mouth y Freak usted encarna a siete personajes diferentes en una, y cuarenta en la otra. Por fuera del arte, eso se llama esquizofrenia o trastorno de personalidad múltiple. ¿De alguna manera, un actor experimenta ciertos estados psíquicos prohibidos, que sin embargo en el arte son apreciados como virtudes?
-Bueno, en las obras que usted cita intenté un matrimonio entre el teatro y la stand comedy, ése fue mi camino. Mezclé también elementos de la mímica. Y como se trataba de historias extraídas de mi propia experiencia, terminé construyendo una serie de monólogos de distintos personajes.
En ese proceso, por supuesto, suceden una cantidad de giros psicológicos inquietantes. Lo que pasa es que en el arte no hay nadie señalándolo a uno ni juzgándolo. Hay una total libertad. Recuerdo que durante los años de esos montajes mi personalidad se esfumó misteriosamente. Un dato curioso fue que a lo largo de dos años no pude hablar durante el día. Como el esfuerzo vocal de tantos personajes era enorme, tenía que reservar la potencia de la voz para el show en las horas de la noche. Una vez hablé y me lesioné las cuerdas vocales.
Entonces mi esposa y yo aprendimos lenguaje de signos y nos comunicábamos con las manos... Dos años sin hablar... [se queda pensativo, melancólico, luego vuelve en sí y continúa hablando]. Lo que sucede es que la cantidad de emociones conscientes e inconscientes con las que trabaja un actor, necesariamente tienen que afectarlo. Cuando estaba haciendo Summer of Sam yo vivía paranoico todo el tiempo, como el personaje. Se me ocurría que iban a entrar a mi casa a matarme a mí y a mi familia, y me la pasaba despierto en las horas de la noche. De tanto meterse uno en el personaje es imposible que él no le afecte su vida más íntima. Y eso sucede muchas veces sin saberlo uno, a sus espaldas, sin darse cuenta.
Leguizamo me pide unos minutos para tomar un poco de agua, y, mientras se acerca a la mesita donde están las bebidas, noto que está caminando ligeramente encorvado, con las piernas muy separadas y escorado hacia la izquierda, como un hombre al que de repente le hubieran caído veinte años encima. Siendo de constitución delgada y atlética, sin embargo, en esta ocasión, Leguizamo está con unos kilos de más, con barba, canoso, y se desplaza y agarra los objetos y bebe de ellos con lentitud, como un anciano reposado y dueño de sí, seguramente como el personaje que encarna en la película de García Márquez. Se ve que ha hecho un gran esfuerzo por calmar la energía desbordante que lo caracteriza. Por fin me hace un gesto para que continuemos.
-En alguna entrevista habla usted de la atmósfera de ilegalidad y marginalidad que lo rodeaba de joven. Esa atmósfera está, por ejemplo, en Carlito's Way, un cine sobre latinos hecho en Estados Unidos. Pero en Crónicas, de Sebastián Cordero, usted hace cine latinoamericano desde América Latina. ¿Siente usted alguna diferencia como actor?
-El ambiente que muestra Carlito's Way yo lo conocía muy bien. Yo había filmado antes con De Palma Corazones de hierro, así que ésta era mi segunda película con él y me sentí sumamente cómodo en el rodaje. La película de Sebastián Cordero pertenece a un fuerte movimiento de cine latinoamericano contemporáneo que está incluso influyendo y modificando el cine americano. Hoy por hoy el cine americano está influenciado por la emoción del cine latino.
Hay tanta pasión en el espíritu latino que Estados Unidos está intentando imitarlo en todas partes. Cuando yo veo Amores Perros, Y tu mamá también o Rodrigo D, no deja de asombrarme la fuerza que tiene el idioma español, su especificidad. Acepté trabajar en Crónicas porque era un guión impecable y porque, de alguna manera, quería formar parte de todo este movimiento. Y ahora voy a estar en una película colombiana... [lo interrumpo con delicadeza].
-¿Una película colombiana? ¿Cómo se llama? ¿Cuándo es el rodaje? -le pregunto con curiosidad.
-No puedo decir nada todavía porque no hemos ultimado cuestiones de contrato. Pero lo más seguro es que regrese pronto para este rodaje. Es un rol pequeño, pero para mí es una buena oportunidad para mejorar mi español, para perfeccionar mi manera de actuar en español.
-Bueno, regresemos al tema -digo respetuosamente-. Estábamos hablando de Crónicas...
-Sí, en el caso de Crónicas acepté el personaje también por su complejidad. No me gustan los personajes planos, fáciles de clasificar. En ese sentido, creo que el cine más fuerte es el cine americano de los años setenta, donde el protagonista era anti-protagonista al mismo tiempo. Eso siempre se ha quedado conmigo, es lo que yo busco. Me atraen los tipos arruinados o dañados, que cometen errores, pero que también son capaces de grandes acciones. Contradictorios, como somos todos en el fondo, llenos de dilemas. Nadie que yo conozca es perfecto.
-¿Recuerda alguna película en la que se haya sentido fuertemente implicado?
-Sí, Carlito's Way. En esa película yo improvisé casi todo lo que estaba diciendo. De Palma tenía mucha confianza en mí porque ya habíamos trabajado juntos. Yo iba a hacer una tercera con él, pero no pude por mis obligaciones contractuales. En Carlito's Way, De Palma me dejó trabajar con buena parte de mis amigos, con mi ex esposa, la mayoría del elenco era gente que yo conocía bien. Y el ambiente, por haberlo vivido de joven, también me era muy familiar. La pasé de maravilla durante todo el rodaje.
-En Estados Unidos usted es un actor latinoamericano, y en América Latina usted es un actor de Hollywood. ¿Qué se siente estar de este y del otro lado al mismo tiempo?
-Es cheverísimo estar dentro y fuera al mismo tiempo, porque así uno adquiere múltiples perspectivas que otros no tienen. Sin embargo, tengo claro que siempre he escrito en inglés y que éste es el idioma en el que pienso y vivo cotidianamente. Pero el tema de mis obras es sobre la vida de los latinoamericanos en Estados Unidos.
Recuerdo que cuando hice mi primera obra de teatro, a los 26 años, en la primera fila estaban Al Pacino, Raul Julia, Olympia Dukakis, Sam Shepard, John Malkovich, Neil Simon y una cantidad de escritores y personajes del mundo artístico. No lo podía creer. Eso me demostró desde un comienzo que yo era parte de Hollywood, que ése era mi mundo. Yo peleaba en inglés, discutía con mis padres en inglés, hacía el amor en inglés... A los 13 ó 14 años me arrestaron y mis padres me enviaron a Colombia un año, a Bogotá, y con ese viaje me salvaron. Me distancié de los amigos que frecuentaba entonces. Cuando volví me di cuenta de que algo había pasado, ya no era el mismo. Un año es mucho tiempo cuando se tienen 13 años. Traté de meterme con mis viejos amigos, pero no pude.
-Usted es la voz de Sid, el famoso oso que viaja con el mamut y con el tigre en la película animada La Era del Hielo. ¿Cómo encontrar un personaje, su carácter, sus debilidades, sólo a través de la voz?
-Yo he sido un amante de los dibujos animados desde que era niño. Uno de mis ídolos es Mel Blank, que hacía todas las voces para la Warner Brothers, la de Bugs Bunny, la del Pato Lucas, la de Silvestre. Algo increíble. Y yo quería crear una voz especial que sólo existiera para ese personaje animado y para nadie más. Fue muy difícil. Al principio le envié cuarenta o cincuenta voces en un minidisco al director, y al tipo no le gustó ninguna. Entonces le pedí que me enviara documentales de osos perezosos y, viéndolos, me di cuenta de que esos animales se la pasan mucho tiempo con comida en la boca. Empecé a practicar voces mientras masticaba, hablaba siempre con la boca llena, y así nació la voz de Sid, ese siseo especial que tiene, ese chasquido que parece mojar las palabras.
-La obra de García Márquez se caracteriza por su ritmo verbal, por la sonoridad, por esa música especial que va dando a la historia un suspenso que se toma el inconsciente del lector. Eso es imposible de llevar al cine. ¿Cómo ve usted la adaptación de El amor en los tiempos del cólera?
-Eso sucede con cualquier libro. Si usted le pregunta a un escritor o a un amante de un libro por la adaptación de esa obra al cine, siempre le dirán que el libro es superior. Ahora, hay que tener en cuenta que esta película es en inglés, luego ya, de hecho, cambia el juego. Y la historia es tan buena, tan perfecta, tan redonda, que funciona en cine o en cualquier idioma al que la traduzcan. Un joven, una joven, un amor como el de Romeo y Julieta que atraviesa los tiempos...
-Luego del 11 de septiembre el planeta entero sintió una profunda solidaridad con el pueblo norteamericano. Cinco años después, después de la intervención en Afganistán, de la guerra de Iraq, del apoyo a los ataques de Israel en el Líbano, hay un sentimiento antinorteamericano creciente en el mundo entero. ¿Cómo ha experimentado usted este proceso como artista que vive y trabaja en Estados Unidos?
-Hay muchos artistas como yo que apoyamos al partido opuesto. Yo participo en eventos para recoger fondos a favor de los demócratas y cambiar este gobierno que tenemos ahora. Lógicamente que no estoy de acuerdo con varias decisiones de la administración de Bush. No había una justificación clara para invadir Iraq. Para mí los demócratas siempre han hecho un mejor país que los republicanos. Las mejores ganancias para la nación han sido durante gobiernos demócratas. El Seguro Social, la educación pública, muchas buenas medidas han sido aplicadas por gobiernos demócratas.
-Intelectuales como Susan Sontag o Noam Chomsky han criticado con severidad los dobles discursos y el terrorismo de Estado del gobierno norteamericano. ¿Cuál es su posición al respecto?
-Bueno, yo soy fundamentalmente un actor y no me gusta meterme en temas que no son de mi especialidad. Pero entiendo lo que usted dice. ¿Cómo va uno a criticar ataques terroristas si después invade Iraq sin justificación alguna? Al Qaeda ni siquiera estaba allá, estaba en Afganistán. Tampoco pudieron capturar a Ben Laden.
-Se va a construir un muro de miles de kilómetros en la frontera de Estados Unidos con México. De alguna manera, ese muro será una separación entre Estados Unidos y toda la América Latina, es decir, una separación de las dos culturas a las cuales usted pertenece. ¿Qué piensa de ese muro?
-Lo encuentro ofensivo y grosero. ¿Por qué no se les ocurre construir un muro en la otra frontera, entre Canadá y Estados Unidos? No, tiene que ser un muro para aislar a los latinos. Pero es muy tarde. Nosotros ya estamos adentro y somos una fuerza muy significativa. Estamos metidos en la economía, en la política, en el deporte. Los inmigrantes no somos enemigos de nadie. Si los mexicanos cruzan la frontera es para contribuir, para trabajar, para hacer un mejor país.
En algunos barrios de ciudades sureñas hicieron el experimento de expulsar a la población latina y la economía se cayó, se fue a pique. Medidas de ese calibre demuestran una profunda ignorancia. Pero no todo Estados Unidos es así. Ciertos estados del sur aún guardan rezagos racistas, pero en el norte es diferente. En Nueva York, en Los Ángeles o en Chicago eso no sucede.
-Es un fenómeno creciente también en otros lugares. En Suiza los votantes decidieron hace poco endurecer las leyes contra los inmigrantes. En otros países europeos hay tendencias similares. ¿Cuál cree usted que es la raíz de esa xenofobia?
-Cuando la economía no está marchando como debe ser, entonces buscan un culpable, alguien a quien echarle la culpa. Siempre ha sido así.
-Hay un fuerte movimiento cinematográfico hoy en Colombia. ¿Conoce usted algunos de estos proyectos?
-Sí, claro, estoy enterado de las películas de Felipe Aljure, de Simón Brand y de Víctor Gaviria, el director de Sumas y Restas. Siempre recuerdo Rodrigo D No Futuro, una película increíble, de un hiperrealismo asombroso, que me impresionó mucho cuando la vi.
Le doy las gracias a Leguizamo por su tiempo. La diseñadora Lina Cantillo le muestra para las fotos una serie de camisas, guayaberas y atuendos caribeños que recuerdan al joven escritor García Márquez durante sus años de formación. Leguizamo no abandona esa parsimonia y esa lentitud que deben caracterizar a su personaje en este rodaje.
De pronto, en un intervalo, vestido con saco, corbata y sandalias, anuncia que va a cerrar un negocio en una notaría porque ha decidido comprar una casa en Cartagena, y se va así, sin cambiarse de ropa, como si fuera un joven escritor extraviado en un día rutinario de trabajo.
Todos nos miramos sin dar crédito a lo que está pasando. Entonces lo imagino con las prendas de Lina Cantillo, caminando por el centro de Cartagena, con las manos dentro de los bolsillos, sin afeitar, pensando, como lo haría el joven García Márquez, en un cuento de Hemingway, en un personaje de Faulkner o en su íntimo amigo Álvaro Cepeda Samudio.
-Por Mario Mendoza / Fotografías Salvatore Salamone-
Vestuario Lina Cantillo / Agradecimiento Hotel Santa Clara Cartagena
Revista Don Juan
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