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Historias

Yuzaku Maezawa: el creador de felicidad

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Yusaku Maezawa parece un tipo modesto. A simple vista, con un metro setenta de estatura, pendientes, bigote al estilo Cantinflas y camisetas, sandalias o tenis blancos, Maezawa no evoca la imagen arquetípica del multimillonario cuarentón que muchos tienen en mente. Él tiene otras maneras de llamar la atención: el japonés, amante declarado del arte contemporáneo, fundador de la marca de ropa Zozo, despidió el 2019 anunciando a través de su cuenta en Twitter y de un canal en YouTube que regalará 1.000 millones de yenes con el propósito de saber si el dinero hace más felices a las personas.
Maezawa es un artista. Como fundador y baterista de la agrupación Switch Style, con la que lanzó un EP en 1993, llegó a California ese mismo año buscando trabajar en la industria musical norteamericana. A pesar de no triunfar en la música, comenzó a coleccionar de manera compulsiva discos y vinilos de bandas de punk que le gustaban. Fue así como empezó a construir su fortuna desde el año 1995 cuando, al regresar a Japón, creó una empresa que importaba discos y vinilos que posteriormente entregaba utilizando correo postal. Siguiendo la idea de su primera compañía, tres años después fundó Start Today: el nombre de la nueva empresa tomó como referente el último álbum de la banda de hardcore punk neoyorquina Gorilla Biscuits, lanzado en 1989. Start Today es una plataforma al estilo Amazon que vende todo tipo de productos. Poco después, y gracias al éxito que tuvo con las prendas de vestir, nació Zozotown, el mayor catálogo electrónico de ropa de todo Japón y la razón por la que Maezawa se convirtió en multimillonario.
En el 2012, su empresa comenzó a cotizar en la Bolsa de Tokio. Desde ese momento, el modesto hijo de un contador y un ama de casa dejó la gira de su banda a un lado y pasó a trabajar a tiempo completo en su proyecto empresarial. Además, empezó a mostrarle al mundo su estilo de vida.
Aunque en Japón su nombre era ampliamente conocido, el mundo se enteró de su existencia en el 2017, cuando vendió algunas acciones que tenía de su empresa para pagar 110,5 millones de dólares por la obra Untitled, del artista estadounidense Jean-Michel Basquiat, en una subasta de Sotheby’s. Con esa compra superó un récord que él mismo había conseguido un año antes, cuando pagó 57 millones de dólares por otra obra del mismo artista. La noticia no pasó desapercibida y Maezawa aprovechó para crear el Museo de Arte Contemporáneo de Chiba, una ciudad en el oriente de Japón. Después empezó a protagonizar varios actos excéntricos que lo convirtieron en un personaje famoso: el más reciente fue comprar los primeros tiquetes para ir a la Luna en el cohete Falcon, de SpaceX, el programa espacial de Elon Musk. La motivación de Maezawa, sin embargo, parece genuina. Maezawa anunció en septiembre del 2018 que viajará con seis u ocho artistas de varias disciplinas con tal de ver cómo será su experiencia: “Elegí ir a la Luna con los artistas”, dijo en una rueda de prensa que dio en SpaceX. “Amo el arte, quiero ver cómo esos artistas trabajan juntos, quiero verlo con mis propios ojos”. Poco después, cuando terminó su relación con la actriz japonesa Ayame Goriki, hizo otro polémico anuncio en su página web: “A medida que los sentimientos de soledad y vacío comienzan a surgir lentamente sobre mí, hay una cosa en la que pienso: quiero seguir amando a una mujer”, escribió. Al lado había una imagen de él mirando a la Luna con el mensaje. “¿Vienes a la Luna conmigo?”. Así dejó claro que busca una pareja para el viaje, que está agendado para el 2023.
Pero Maezawa quiere más. Fue Salvador Dalí quien dijo: “¡Si voy a ser algo más que el promedio, si alguien se va a acordar de mí, entonces tengo que ir más lejos; en el arte, en la vida, en todo!”. Esa frase parece ser el leitmotiv de Maezawa, y en el siglo XXI eso parece traducirse en un manejo masivo de las redes sociales: en esos espacios, el comportamiento del multimillonario de 44 años, que tiene una fortuna estimada en 1.800 millones de dólares, según Forbes, se asemeja más al de un centennial que comparte toda su vida cotidiana: tiene 7,2 millones de seguidores en Twitter, 530.000 en Instagram y 441.000 en YouTube, en un canal en el que empezó a crear contenido hace apenas un mes. Por eso para los japoneses no resultó extraño cuando el 31 de diciembre anunció un experimento social llamado Otoshidama Giveaway, que proviene de la tradición japonesa Otoshidama, un ritual en el que las personas ofrecen kagami mochi –tortas de arroz– al dios del año nuevo, Toushi-Kamisama. Actualmente la tradición evolucionó en que los tíos y padres les regalan a niños y jóvenes hasta los veinte años entre 500 y 10.000 yenes –máximo 90 dólares– en sobres sellados para que los gasten en lo que más les guste.
La pequeña diferencia es que en su Otoshidama Giveaway, Maezawa anunció que repartiría 1.000 millones de yenes –casi nueve millones de dólares– entre 1.000 de sus seguidores de Twitter. ¿Los requisitos? Sencillos: solo había que seguir su cuenta @yousuck2020, hacerle retuit al trino en cuestión antes del 7 de enero, ser residente de Japón y ser mayor de 13 años. Después, en una serie de trinos, Maezawa explicó que su propósito era experimentar con el concepto del basic income para saber si una renta básica podía realmente hacer felices a las personas. Su promesa fue mantener el contacto con los mil ganadores para saber cómo los 9.000 dólares que cada uno de ellos recibirá pueden cambiar sus vidas. Además, en su video de YouTube, que ya acumula más de tres millones de visitas, extendió la invitación a economistas y sociólogos que quieran acompañarlo en este experimento que, desde el inicio, tuvo un resultado contundente: el tuit consiguió el récord de interacciones de esta red social con más de cuatro millones de retuits.
¿Pero la felicidad está realmente ligada al dinero? Desde 1998, el genetista David T. Lykken comprobó que la felicidad es una condición, al menos, 50 por ciento genética. Este científico estudió la percepción de felicidad de 1.380 gemelos y mellizos durante un par de décadas y sus resultados demostraron que el 80 por ciento de aquellos que compartían completamente el código genético, a pesar de tener diferentes estilos de vida, ingresos y vivir en distintas ciudades o condiciones sociales, tenían una percepción de la felicidad muy similar. En contraste, los que no compartían código genético, por más que se encontraran en condiciones similares, no tenían la misma noción de felicidad. Esta relación entre genética y felicidad luego fue corroborada por personajes como el búlgaro Michael Minkov y el belga Jan-Emmanuel de Neve, quienes acompañados por sus equipos de trabajo descubrieron genes y neurotransmisores que influyen en la noción de felicidad de las personas.
En síntesis, la razón por la que Colombia suele figurar entre las famosas listas de los países más felices es simplemente una cuestión de cromosomas.
Pero el paradigma ha cambiado mucho en los últimos años. La felicidad se ha convertido en una bestia quimérica que abarca desde el código genético hasta el clima, la ergonomía, la dieta, las pausas activas y el salario emocional de una persona. Hay estudios que sugieren que una menor cantidad de horas de trabajo aumenta la productividad de un ser humano y, de esta manera, su felicidad. Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los seres humanos pasamos aproximadamente 90.000 horas de nuestra vida trabajando. Si contrastamos esa cifra con las obtenidas en uno de los últimos estudios de Gallup, en el que se afirma que el 85 por ciento de las personas no son felices en su entorno laboral, ¿son 9.000 dólares suficientes para hacernos más felices?
Son demasiadas las variables que se deben tener en cuenta a la hora de saber si mil millones de yenes hacen la diferencia en una sociedad como la de Japón. ¿No sería más fácil que le diera todo el dinero a una sola persona? La respuesta es nimia. En un país con una de las tasas de suicidio más altas del mundo, el hecho de que un millonario quiera ayudar donando dinero seguramente tendrá un impacto positivo. Pero, ¿es ese un impacto real?
Lo que hace Maezawa genera polémica. La naturaleza altruista y desinteresada del multimillonario contrasta con la misma vanidad y el ego que proyecta en redes sociales, algo que podría socavar sus buenas intenciones. Por ahora, muchos se preguntan si el acto de Maezawa se puede equiparar con los de otros millonarios, como cuando Michael Bloomberg donó 1.800 millones de dólares a la Universidad John Hopkins, o a la donación de 1.200 millones de dólares de Anil Agarwal a una universidad de Oshida, India. ¿Donar el 0,001 por ciento de su fortuna a mil tuiteros es un acto altruista de un millonario? Por ahora, Maezawa mantiene el silencio: los ganadores del Otoshidama Giveaway fueron notificados en privado por mensaje directo y solo el próximo año se sabrá el resultado de este experimento social.
Lo que sí se sabe, por ahora, es que el deseo de Maezawa de convertirse en un mecenas posmoderno está funcionando a la perfección.
NICOLÁS ROCHA CORTÉS
REVISTA DONJUAN
EDICIÓN 155 - ENERO 2020
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