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Historias

El futuro del transporte

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Revista Don Juan
Édgar Andrés Sarmiento García, colombo-italiano, es diseñador industrial de la Universidad Nacional de Colombia, máster del Istituto D’arte applicata e Design en Transportation Design. Ha ganado varios premios, especialmente con su proyecto Olli, un autobús inteligente que ha empezado a usarse en EE. UU. 
En el 2010, el segundo año que cursaba mi universidad en la capital, podía ver desde la ventana de mi apartamento de la calle 147, inundada de autos, tráfico, espantosos sonidos resultado de motores ruidosos y bocinas de gente estresada y desesperada. Abajo, frente a la portería, había en el andén una línea amarilla relativamente nueva que indicaba un paradero de buses, un experimento interesante con un sistema organizado de buses que se proyectaba para “fecha cercana” que aún espero. Caminaba hasta la estación del TransMilenio de la 142, un poco lejos, pero siempre me gustó hacerlo. Trataba de pasar por lugares con más zonas verdes, alejadas de las caóticas vías principales de Bogotá, cruzando la avenida 19 por su vía para bicicletas, tan transitada como si fuera domingo de ciclovía. Desde el puente de la autopista Norte veía la capa de esmog de la ciudad, que fácilmente se confundía con la capa de neblina que caracteriza las mañanas de la capital. El TransMilenio funcionaba para mí: llegaba a tiempo a la universidad a cambio de sufrir la presión de la gente comprimida de cuando en cuando. Era mejor a pagar un monto exorbitante por un automóvil. Esa era mi excusa, porque en realidad ni plata tenía para eso.
Este tipo de experiencias se vivían hace diez años o las viven actualmente muchas de las ciudades más grandes del mundo. Son producto en gran parte del automóvil, una solución que a inicios del siglo pasado era el boom, pero su crecimiento desmedido ha instaurado todo un sistema hecho para los carros y no realmente para nosotros, las personas. Afortunadamente, hoy por hoy, eso está cambiando. El sector del transporte ha cambiado mucho en estos diez años: ya podemos ver vehículos eléctricos rentables en las calles, aplicaciones de móviles que nos ayudan a transportarnos en distintos espacios y compartir información (Uber, por ejemplo), sistemas de transportes públicos eficientes y flexibles. Todos estos avances están creando una base sólida para empezar a hablar de una segunda megaevolución en el sector, después de aquella de Henry Ford a inicios del siglo anterior.
En un futuro, el ser humano no va a necesitar transportarse tanto. Después de todo, el creciente desarrollo de los sistemas de comunicación conectará cada vez más a las organizaciones y personas. La industria automotriz cambiará drásticamente las formas de los automóviles, adaptándolos más a las necesidades específicas del usuario y disminuyendo la cantidad de modelos producidos. Tendrá que evolucionar o lidiar con la presión de los sistemas de transporte público, que serán mejores, más diversos y más eficientes.
El uso de sistemas de transporte de menor impacto ambiental como las bicicletas o vehículos unipersonales eléctricos tendrá un papel importante en las ciudades; se espera un crecimiento continuo en la población urbana en relación con la rural, y a su vez un incremento de herramientas tipo smart, donde se dispondrán aplicaciones e información en tiempo real que brindan un espacio ideal para empezar a ofrecer servicios de transporte, más que productos directamente, e interconexiones entre estos. Yo mismo he diseñado proyectos que se adecuan a estos contextos futuros, como lo es Olli, un bus eléctrico y autónomo que funciona por intermedio de una plataforma online. Es un servicio de transporte que puede solicitarse por intermedio de una aplicación. El software analiza la información recolectada por los usuarios en conjunto con otras aplicaciones como Google Maps, Moovit, entre otros, y busca rutas en común para ofrecer alternativas al recorrido de estos. Y como este, hay otros proyectos que aprovechan las nuevas tecnologías en pro del transporte.
Relacionado con ese día a día que describí al principio, esta es la forma como veo el futuro y los próximos diez años de la industria del trasporte:
1. Ya no más TransMilenio. Mientras más tipos de medios de transporte haya, menos congestionado va a estar cada uno. Si el metro está lejos, pero dispongo de un Olli cercano, puedo tomarlo hasta una estación mucho más lejana y ahí coger el metro. Esto facilita la comodidad y la eficiencia del transporte.
2. Antes tenía que caminar hasta la estación más cercana. En un futuro, bicicletas, motos y otros medios de transporte más pequeños estarán dispuestos para uso público y podrán cubrir fácilmente estos trayectos (por ejemplo, el modelo de Citibikes en Nueva York, bicicletas en alquiler para desplazarse por varios puntos de la ciudad). También, el mismo sistema de transporte será más compatible con estos medios, por lo que se podrá llevar la bicicleta a todos lados, o almacenarla en lugares cómodamente.
3. Caminar será la norma. En el futuro muchas vías se van a reducir, los puentes peatonales se van a tumbar y las calles tendrán más intersecciones. Estas mismas se van a peatonizar y a cubrir de árboles o zonas verdes. Si se reduce la necesidad de viajar y los medios de transporte público se vuelven más eficientes, el uso del auto particular se disminuye, y por ende la ciudad y las vías no tendrán un papel tan crucial como ahora. Así las personas dispondrán de un espacio más confortable para salir sin necesidad de un carro.
4. Habrá mayor accesibilidad de automóviles. Posiblemente todavía tenga que esperar a tener dieciocho años para poder conducir, pero sin necesariamente adquirirlo, ya que los sistemas de car sharing están tomando mucha fuerza y no hay necesidad de tener mucho dinero para usarlos o disfrutar de sus lujos.
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