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Historias

El drama de ser hincha de Millonarios

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Foto:

Revista Don Juan
Millonarios quedó campeón de la Copa Postobón en octubre 27 de 2011. Este texto de Mauricio Silva fue publicado en la edición  48 de DONJUAN en noviembre de 2010.
De lejos, muy de lejos, el Club Deportivo Los Millonarios ha sido y es el equipo predominante del fútbol colombiano. Ejemplo de lo que se debe hacer y de lo que no, "el azul" de Bogotá ha sido blanco de toda clase de elogios, insultos, abusos, estafas, fanatismos y, obvio, chistes:
-¿Cómo le dicen a Millos?
-San Victorino.
-¿Por qué?
-Porque de la 12 a la 13 todo es robado.
(Esa es la burla más recurrente, pero hay muchas más).
Millos, tal cual lo llaman sus hinchas -conocido también como el equipo "Embajador", gracias a que los jugadores de los años cincuenta se hospedaban en el hotel Embajador de la calle 26 con carrera Séptima-, lo ha vivido todo: la gloria, la deshonra y la ruina.
Ha sido mucho más de lo que cualquier club en el mundo imaginaría: desde el "mejor equipo del mundo", entre 1949 y 1953, cuando esculpió a pulso el nombre artístico de "El Ballet Azul"; pasando por haber sido la fachada de una leyenda mundial del narcotráfico, entre 1982 y 1989, bajo el oscuro imperio de Gonzalo Rodríguez Gacha; hasta haber acabado en la quiebra tras una sucesión de desastrosas administraciones que cerraron con la nefasta presidencia de Juan Carlos López, la misma que acumuló 40 pleitos legales de todo tipo y una deuda superior a los 40.000 millones de pesos, la más grande en la historia del fútbol colombiano.
Eso es Millos: bipolaridad pura. El club con una de las hinchadas más grande del país y Latinoamérica, con las extralimitaciones más asombrosas de la dirigencia deportiva y con los récords más importantes del fútbol criollo:
- Es el equipo que más campeonatos ha ganado de la categoría Primera de la División Mayor del Fútbol Colombiano (13 del torneo local y dos de la Copa Colombia).
- Más subcampeonatos: 9.
- Primer lugar en la tabla histórica de puntos del fútbol profesional colombiano con 3.550 puntos, 46 puntos más que el segundo que es Deportivo Cali, que suma 3.504.
- Máximo invicto en la historia del balompié nacional: 29 partidos consecutivos en 1999.
- Récord de imbatibilidad de su arco: 1.024 minutos en 1971, en las manos de Otoniel Quintana.
Un equipo con lindo pasado que, muy a pesar de los errores del presente, puede estar viendo otra luz.
Así por lo menos lo deja ver el proyecto que ofrecen sus nuevos inversionistas, esa especie de borrón y cuenta nueva que habla de salir de los dueños dudosos para poner al equipo en el mercado de la bolsa. Una "nueva era" que, en línea con la relevancia histórica del club, podría generar el gran cambio del fútbol colombiano: la democratización.
Pero ¿qué pasó en el camino?, ¿en qué momento "El Ballet Azul" pasó a ser "el bailado azul"? Para entender su presente, marcado por el fantasma del descenso, vale la pena revisar qué ha sido de Los Millonarios desde que se fundó el 18 de junio de 1946 bajo ese nombre.
De todo se ha dicho del club más ganador del fútbol colombiano. Verdades a medias y mentiras rotundas, como esa fama de ser un club adinerado, todo gracias a su nombre que poco honor le hace a la verdad ya que en ninguna de sus épocas tuvo dinero de sobra, excepto en los mágicos años del narcotráfico cuando todo fue ilegal.
Vea también: El drama de ser hincha de Santa Fe
Antes que otra cosa, la verdadera historia del nombre del club está reseñada en el libro Colombia Gol: de Pedernera a Maturana, del académico Andrés Dávila: "La presencia de extranjeros y de los mejores jugadores del país en el Municipal de Bogotá hizo que Luis Camacho Montoya, redactor deportivo de El Tiempo, lo apodara 'Los Millonarios', nombre con el que lo empezaron a llamar en todas las ciudades desde entonces y al cual se cambiaría al establecerse como sociedad en 1946". Y ahí fue.
¿Pero acaudalado? Más bien poco. Millos no es ni ha sido un equipo millonario. De hecho, como idea, el club nació en 1937 gracias al entusiasmo de los estudiantes del colegio San Bartolomé -con el nombre de Juventud Bogotana-, lo cual habla de un origen más bien modesto.
Un club que, con las limosnas de la Alcaldía, en 1938 se convirtió en el Deportivo Municipal y que, en 1946, oficializó su nombre actual: Club Deportivo Los Millonarios. Su sede fue una oficina en la calle 14, entre carreras Quinta y Cuarta, donde, aparte de ser despacho administrativo, también funcionó una especie de restaurante-cafetería.
Así mismo se ha enfatizado que fue el mejor equipo del mundo, lo cual es la purita verdad. Los que tuvieron el placer de ver al equipo de El Dorado, aseguran que fue arte puro. Pero para no echar el mismo cuento de siempre -aquel que recita la legendaria alineación integrada por Cozzi, Zuluaga, Ramírez, Pini, Soria, Rossi, Reyes, Pedernera, Báez, Mourin y Di Stéfano-, la realidad es que Millos sí logró el título al mejor del mundo en 1953, o lo que parecía ser eso por entonces.
El cuento va así. Millos ganó la segunda Pequeña Copa del Mundo de Clubes de 1953, torneo organizado por empresarios deportivos europeos y suramericanos -que antecedió a la Copa Intercontinental- y que se celebró consecutivamente en Caracas, entre 1952 y 1957. El "azul" fue subcampeón en 1952, detrás de Real Madrid, y al año siguiente alzó la Copa por encima de River Plate de Buenos Aires, Español de Barcelona y Rapid de Viena.
Pero la chapa de "Mejor del mundo" se afianzó en marzo de 1952, cuando "El Ballet" fue invitado a participar en las Bodas de Oro del Real Madrid, un torneo amistoso realizado en la capital española, del cual Millos salió campeón al derrotar al equipo local con una goleada (4-2), odisea que precipitó la venta de Alfredo Di Stéfano al club "merengue", en lo que ha sido la transacción más importante del fútbol colombiano al exterior.
"La Saeta Rubia", como le decían al argentino, aún es considerado por la crítica española "El mejor jugador en la historia del fútbol mundial". Así las cosas, Millos sí fue el mejor equipo del mundo y tuvo al mejor jugador del planeta.
Pero de ahí a decir que Millos ha sido un río de oro, hay mucho trecho. Por eso vale la pena destacar un par de líneas del libro Di Stéfano cuenta su vida, de Rafael Lorente, publicado en España en 1954, en el cual el propio argentino destaca: "Rossi y yo nos fuimos con Pedernera a una pensión familiar, situada en el distrito de Teusaquillo, barrio residencial... Almorzábamos temprano en la pensión, comida colombiana, a base de arroz blanco, plátanos fritos, yuca y un plato típico, denominado 'piquete'... En la comida nunca faltaba la estupenda Bavaria o cerveza... Jugábamos a las cartas, hacíamos pequeñas excursiones e íbamos al cine y a bailar. Nada de lujos. Más bien en plan moderado". A ver, pensión, piquete, "pola", naipes y cine, eso no es propiamente opulencia.
Lo cierto es que el brillo de El Dorado, del que se ha dicho eran los años de las vacas gordas, duró poco y con el adiós de Di Stéfano comenzó la primera gran debacle de Millos y del fútbol profesional colombiano. Muy a pesar de haber creado una hinchada sólida y fervorosa, Millos empezó a presentar equipos muy flojos. El "pirataje" de jugadores, que fue regla en El Dorado, acabó con una nueva legalidad y, por ende, con la presencia de estrellas.
Vinieron las vacas flacas. Millos afrontó buena parte del campeonato colombiano del 54 con un equipo de reservas; en el 55 quedó integrado en su mayoría por jugadores colombianos; en el 56, con mucho sufrimiento, logró el subcampeonato; y en los años 57 y 58 volvió a ser golpeado por serios problemas económicos. De multimillonarios, pocón, pocón.
Todo cambió en 1959 cuando el equipo comenzó a abrazar de nuevo la gloria gracias a tres personajes históricos: Gabriel Ochoa Uribe -el suplente en el arco de El Dorado, quien entonces asumió como D. T.-, y la pareja de delanteros Marino Klinger y Delio "Maravilla" Gamboa, estrellas de la famosa Selección del Valle del Cauca de entonces. Ese año, el club consiguió su quinto título del campeonato colombiano. Y aun cuando en el 60 terminó en el sexto puesto, en los años 61, 62, 63 y 64 logró un tetracampeonato que lo catapultó como el equipo sensación del país. Con 18 años de vida, Millos ya tenía 8 estrellas en su camiseta.
Debido a la supremacía de otros equipos como el Deportivo Cali, Millos cayó de nuevo en desgracia deportiva y económica hasta 1972 cuando retomó su senda ganadora, esta vez, gracias a la electricidad de otra tripleta histórica que se conoció como el "boom" colombiano -en honor del famoso boom literario latinoamericano-: Alejandro Brand, Willington Ortiz y Jaime Morón.
Tanto fue el delirio que desató este equipo en los años setenta -campeón en el 72 y 78 y protagonista el resto de años de la década con otras figuras como Miguel Ángel Converti y Carlos Della Savia- que hasta tuvo canción de la Billo's Caracas Boys: Millonarios será campeón. Un conjunto que, en palabras del propio Morón, aplaudían sus propios rivales gracias a que "cuando ustedes nos visitan, nos pagan el sueldo". Sin embargo, los años ochenta iniciaron con otra quiebra económica, equipos muy flojos y ambiente enrarecido.
Así, una buena tarde de 1982 aterrizó en el club el ganadero vallecaucano Edmer Tamayo Marín quien trajo a un par de nuevos accionistas: Germán Gómez y Guillermo Gómez Melgarejo, que a punta de chequera, asumieron las riendas del Millos en 1985. El par de señores no eran otra cosa que los testaferros de Gonzalo Rodríguez Gacha, alias "El Mexicano", leyenda del narcotráfico colombiano, abatido por la policía en 1989.
De aquella época quedaron los dos más recientes títulos de Millos -de ahí el chiste de San Victorino, por sus títulos 12 y 13 supuestamente robados-, más la suspensión del campeonato de 1989 tras el asesinato del árbitro Álvaro Ortega, precisamente cuando el país entero hedía a mafia.
También sobrevivieron miles de anécdotas increíbles como la que contó un jugador de aquella época azul: "Alguna vez 'el Mexicano' nos llevó a diez jugadores a su finca Chihuahua en Pacho -la más querida de Rodríguez Gacha, famosa por sus grifos de oro-, con el fin de celebrar una serie de triunfos que habíamos alcanzado. Él llevó por lo menos veinte prostitutas del más conocido burdel de Bogotá, comida de los mejores restaurantes y trago a montón. Cuando llevábamos casi dos días enrumbados, y se dio cuenta de que la mayoría estábamos dormidos, agarró una ametralladora y, con ráfagas al aire, nos despertó a todos gritando: '¡Yo los invité a pichar, no a dormir!'".
Sin embargo, más allá del innegable "traquetismo" azul de la época, la historia de la pelota colombiana deberá reconocer que en 1987, 1988 y 1989, bajo la dirección técnica de Luis Augusto "el Chiqui" García -quien no es exactamente un santo-, Millos presentó un corajudo equipo entre quienes se destacaron: Sergio Goycochea, Eduardo Pimentel, Mario Vanemerak, Óscar "el Pájaro" Juárez, Mario Hernán Videla, Arnoldo Iguarán, Carlos Enrique "la Gambeta" Estrada y Rubén Darío Hernández.
No obstante, y desde entonces, el equipo azul de Bogotá comenzó a pagar con creces su tórrido romance con el narcotráfico. Tras la muerte de "el Mexicano", Millos terminó en manos de sus herederos, estirando así la más vergonzosa situación de su historia debido a que ingresaron oscuros personajes en las juntas directivas del club, mientras que el gobierno empezó a pisarles los talones.
Disminuidos económicamente, los años noventa arrancaron para Millos con equipos de media tabla para abajo hasta que, sin más remedio, se optó por la cantera que alcanzó dos subcampeonatos en 1994 y 1996. Entonces, en 1997, con la promulgación de una nueva ley, Millos recibió una demanda por extinción de dominio de las acciones de los herederos de Rodríguez Gacha, con lo cual, en 1999, el 27,9% de las acciones del club pasaron a la Dirección Nacional de Estupefacientes.
Pero ahí no terminó la tragicomedia. Cuando todo parecía indicar que el equipo estaba saneado, dos presidencias aciagas -la de José María León y la de Jorge Franco Pineda- acentuaron la desgracia cuando empujaron al club a la quiebra, asunto que terminó en la Ley 550 (o ley de quiebras), con el fin de recibir plazos a las deudas con sus acreedores. Para entonces, "El Azul" debía 4.000 millones de pesos, en ese momento un "impensable" para una organización deportiva que, exceptuando la etapa mafiosa, siempre había estado sanamente administrada.
De aquella época, sólo a manera de caricatura, quedó la famosa historia de que los jugadores solo podían comer arroz con huevo frito, simplemente porque no había para más. Y fue real.
Pero faltaba más fondo. En 2004, Juan Carlos López asumió como presidente y lo que parecía un proyecto atractivo para la inversión terminó siendo la hecatombe. Luego de seis años de raras acrobacias, teledirigidas desde la sombra por Luis Augusto "el Chiqui" García -quien logró ser accionista, empresario y director técnico al mismo tiempo-, la administración López cerró en 2010 con 40 pleitos judiciales de todo tipo, lamentables actuaciones deportivas, despilfarros, incumplimientos con la ley, al punto que los jugadores y sus familias no tuvieron acceso ni siquiera a la salud, y una deuda superior a los 40.000 millones de pesos.
Entonces, siempre sostenido por sus nobles y tercos seguidores, el Club Deportivo Los Millonarios presenció su propio funeral en vida. De aquella leyenda titulada "El Ballet Azul" no quedó nada, excepto saqueadores y oportunistas, incluido Samuel Moreno quien, en busca de la actual Alcaldía, se declaró hincha azul, cuando todos sus compañeros de colegio afirman que él es hincha del Deportivo Cali.
Por todo ello, el delgado hilo azul no aguantó el peso de tanta ignominia y en abril de 2010, la Dirección Nacional de Estupefacientes -ante el riesgo de una posible sanción tras sus diez años de pasiva participación-, votó en contra del nuevo balance financiero, exigió la renuncia de su presidente y apoyó el nombre de José Roberto Arango, funcionario del bolsillo del gobierno, conocido por haber salvado de la liquidación a empresas como Coltejer y Acerías Paz del Río.
Tan infortunada es la situación de Millos que el propio Arango expresó: "Este es el más grande 'chicharrón' empresarial que me ha tocado asumir. Millos está endeudado, literalmente, hasta la camisa ya que debe la publicidad de sus blusas y el recaudo de su taquilla hasta 2011. Así lo dejaron".
En junio pasado, este hábil negociador paisa anunció la consecución de 24.000 millones de pesos para iniciar el proceso de salvación del club, a través de 24 socios inversionistas de la Bolsa de Valores de Colombia que aportaron 1.000 millones de pesos cada uno. La última luz.
Entonces, muy a pesar del pírrico rendimiento deportivo en lo que va de 2010 -que incluso amenazó con caer en la categoría "B"-, en el corazón del hincha renació una pequeñísima ilusión. Así es y así será: la gran familia azul, muy a pesar de su equipo, nunca deja de soñar.
El volante bogotano Rafael Robayo, el más querido de los jugadores actuales, resume la actual situación muy dentro de la nueva onda que, para completar la pintura, desde hace un par de meses se tomó al club: el cristianismo. "Millos ya salió de lo peor porque es imposible tocar más fondo. Desde que le abrimos el camerino a Dios, todo va hacia arriba. Más temprano que tarde vendrá la máxima alegría". Amén.
Por Mauricio Silva Guzmán.
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