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Historias

¿Cómo son las mujeres que aman el fútbol?

Revista Don Juan
Ellas también hacen lo imposible por ver cada partido de la Selección y pueden recitar las nóminas de los principales equipos de las ligas más importantes. Una de ellas, la pereirana Alejandra Buitrago, es la presentadora del programa Fuera de lugar, del canal RCN. ¿A los hombres les gustan las mujeres que saben de fútbol? ¿Qué tan cómodos se sienten al compartir su pasión por el fútbol con una mujer? Ellas son las compañeras ideales para los hinchas que sudan como locos la camiseta.
Escribo esto un domingo en la mañana mientras tomo café. Cada dos segundos volteo a mirar el televisor que está en un canal deportivo. Hay fútbol italiano, veo de titular a Juan Guillermo Cuadrado en un equipo y a Andrea Pirlo en el otro. No sé si el cielo está nublado o despejado, pero con esos datos puedo asegurar que hace un bonito día. Comento el partido conmigo misma. Ver fútbol sola es una gran experiencia, no importa qué tenga puesto, si ya me he bañado y lo más importante: soy la dueña del control remoto. Paso como una loca entre canal y canal como si me estuvieran persiguiendo y escojo partidos que ningún otro vería, como un Sunderland vs. Crystal Palace o un Catania vs. Atalanta. Les hablo a los jugadores, jueces y técnicos indicándoles qué deben hacer y mando callar a los narradores cuando dicen pendejadas.
Sigo viendo el partido y, luego de un penal, el marcador va en 1-2, el resultado más peligroso que existe en el fútbol, porque el perdedor siente que tiene oportunidad de remontar y el ganador, aunque tiene una ventaja, sabe que debe aguantar y defenderse atacando. Cualquier cosa puede pasar, todo va a pasar, como al final del primer tiempo de la final del Mundial de 1930. Uruguay, el anfitrión, iba perdiendo con Argentina por este mismo marcador, y nadie creyó que Cea, Iriarte y Castro convertirían cada uno un gol en el segundo tiempo, coronando a su selección con un bello 4-2, ante miles de espectadores en el Centenario de Montevideo.
Nunca he tenido una relación estable con alguien que le guste el fútbol, los que dicen que una mujer habla del tema con el ánimo de llamar la atención del sexo opuesto están equivocados. Nunca he conquistado a alguien después de comentar un partido. De todas formas aprovecho, soy sincera y acepto que a veces pienso lo grandioso que sería despertar acompañada un sábado temprano, sintonizar la BPL, hacer café y que el cuarto se inunde con su olor, andar por la casa uniformada con la camiseta del Arsenal y unos calzones que combinen, calmar los antojos que tengamos reprimidos durante la semana, apostar nalgadas según los marcadores del día, tirar como enfermos cuando lleguen los quince minutos de intermedio, tirar en todos los intermedios de todas las ligas sin importar cómo vaya el marcador; hacerlo con rabia si vamos perdiendo y con emoción si vamos ganando. Que esa sea la verdadera pasión del fútbol. ¿Es mucho pedir?
Pero no, una dama que opine de deportes es ante los ojos de los hinchas masculinos una invasora de su espacio, territorio que han cultivado por años. Ellos saben de estadística, recuerdan partidos y jugadas con exactitud, además se sienten identificados porque tuvieron un balón entre sus piernas desde muy pequeños y entienden en carne propia qué pasa en la cancha. Son los mejores técnicos en sus juegos de video y han comprado las camisetas de sus equipos favoritos. Cualquier cosa que escuchen de una mujer no la sienten veraz de primera mano.
También existe la creencia de que las mujeres amantes del fútbol somos un grupo de machorras constipadas que no podemos mantener la compostura y mucho menos vernos femeninas. No logran imaginarnos arregladas, en unas mallas y tacones, como si fuéramos la red del campo de juego esperando el gol. Ellos se lo pierden. Encontrar un fan del fútbol al que se le pueda criticar a su Millonarios del alma sin que se ofenda, es casi tan difícil como contestarle a una mujer si se ve gorda con un vestido. O dígale un chistecito a un hincha del América de Cali en fechas de promoción, pregúntele a un hincha del Bucaramanga cuántas estrellas tiene en el escudo. Eso sí, a los hinchas de la Equidad no les pregunten nada, que su pasión por el equipo es institucional y parece venir como obligación en el contrato de trabajo. El amor por una camiseta es bonito, pero más bonito es el amor al fútbol, un amor que, pienso, trae consigo el sentido crítico. Entonces las posibilidades de encontrar a alguien con quien compartir este gusto se minimizan de manera considerable.
Pero otra historia es conectar con un hombre que no tenga planeado ir al estadio nunca o al que le parezca que ver partidos entre las cobijas y pidiendo domicilios es el plan más aburrido del mundo. Recuerdo a un tipo que me estaba cayendo y al que no le interesaba ni un poquito los deportes. Dijo un día “tú tan futbolera y yo tan novelero”, sugiriendo que él era el único que leía de los dos. Sentí como si tuviera una especie de letra escarlata en la frente, una gran “F” que señala a los hinchas del fútbol; todo el que la portara sería identificado como un completo ignorante. Hubiera querido tener la paciencia para explicarle todas las cosas que se aprenden del comportamiento humano con solo ver un partido; hubiera querido ponerle el Poema al fútbol, de Quique Wolf, para que se diera cuenta de que, sin el fútbol, no sabe a ciencia cierta qué es el amor, el dolor, el placer, el cariño, la solidaridad, la poesía, la humillación, la amistad, el pánico, la soledad, el egoísmo, el arte, la música, la injusticia, el odio y la vida misma. Como diría el arquero de Argelia, novelista, ensayista, dramaturgo, y premio nobel en literatura Albert Camus: “la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga”.
***
Comencé a ver fútbol por mi papá, porque no teníamos una conexión más allá de los genes y yo quería entenderlo. No hablábamos de nada y no sabíamos nada importante acerca del otro. Siempre ha sido un tipo serio, reservado y yo siempre respeté sus silencios, aunque la curiosidad me matara, si tuviera que pensar en una de las cosas que más le gusta de este mundo, ver deportes estaría en el top 3 sin dudarlo un instante.
Hace unos años, nos juntamos a ver muchos partidos. Recuerdo que disfrutamos la época de los galácticos, fue grandioso conocer junto a él a Figo, Ronaldo, Robinho y Owen. Sin él no hubiera podido enamorarme perdidamente de la magia de Zidane o de la potencia –y piernas– de Roberto Carlos. Parecían invencibles. Su simple presencia en la cancha intimidaba a cualquiera. Hacerle fuerza al seguro ganador emociona a cualquiera, no hay que montarse en ningún bus de la victoria porque uno compró tiquetes por adelantado. Sufrimos juntos el fin de esa era también. Encontramos entonces nuestro puente de comunicación, conocí más historias de él gracias al fútbol que a cualquier otra cosa. Sé que no puede ver en pintura al Manchester United ni a River, que siempre le ha hecho fuerza al Deportivo Cali pero que en silencio apoya a mi rojo, león, cardenal, Santa Fe.
Estoy sintiendo por estos días una especie de emancipación. Al principio los gustos de mi papá eran los míos, porque yo no tenía opinión alguna. Me dejaba guiar por sus caminos. Pero con el paso del tiempo veo que es posible amar el mismo género y diferentes especies sin que eso nos separe. De todas formas estamos juntos haciéndole fuerza a la selección. ¿Quién iba a pensar que ese equipo del Bolillo, que se paraba atrás asustado con un empate, se transformaría hoy en la Selección de Pékerman? El debut del técnico argentino estuvo lleno de presión. La selección, que estaba en el sexto lugar de la tabla, viajó a Lima y James Rodríguez, con todos los ojos encima, anotaría el gol que sería el inicio del recorrido hacia la clasificación. Confieso que nunca imaginé ver la sed de gol de los jugadores aun en el último partido contra Paraguay, sin importar que supieran que la participación en el mundial era segura. Fue increíble ver a Yepes madurito, catano, experimentado, casi cuarentón, con tanto empuje. Qué envidia no ser la que celebra con él este triunfo, tener un tercer tiempo. Yo sé que todas andan pendientes de Falcao y de James en ese aspecto, pero eso les pasa porque son muy jóvenes y aún no entienden que si un jugador de fútbol llega a determinada edad y sigue actuando a nivel competitivo, sabe mejor que cualquier vino tinto.
**3-2**
Gol. El marcador cambia a 3-2 y los ánimos se alteran. Angustia. Está cambiando la historia. Los dos más experimentados de la cancha mantienen su cara de póquer, pero la tensión se les nota en sus movimientos, cometen errores casi infantiles y pienso que uno nunca deja de tener lecciones. Hay noches en las que me siento a ver videos en Internet de jugadores, algunos que son los más populares de esta época y también de otros que quizá ya no están activos, pero que me ayudan a entender un poco más las posiciones de juego.
Por ejemplo, ha sido una clase casi imposible de digerir esa en la que hay que recordar todos los tipos de volantes que existen: de salida, de contención, de corte, por la banda, con llegada, de enlace, mixto, de creación, ¿me falta alguno? Seguro que me falta alguno y estoy en el lento proceso de reconocerlos sin que alguna ficha técnica me lo indique. Mi forma de clasificar a los jugadores es bien corta y escueta. Los futbolistas se dividen en “juega con las tripas”, “el humero”, “yo hago lo que él no puede en tacones” y “no vino al partido, aunque esté en la titular”.
Minuto 80, Juan Guillermo Cuadrado calla a los comentaristas que se atrevieron a decir al aire que no estaba teniendo un buen partido y hace un pase gol. 4-2. Emoción de un lado, rabia y desesperación del otro. En esos diez minutos que quedan del partido puede que no cambie el resultado, pero el comportamiento de cada grupo de jugadores es determinante para el futuro de los equipos en la temporada. En algunos años nos preguntaremos dónde estábamos cuando la Selección Colombia clasificó al Mundial de Brasil con treinta puntos y como cabeza de serie. En mi memoria no tengo registrado Italia 90, porque estaba muy pequeña. USA 94 tiene secuestrados mis recuerdos, toda mi cabeza está destinada a la tragedia de Andrés, no pienso en otra cosa cuando traen a colación el tema y Francia 98 no existió, todos sabíamos que no había esperanza ahí, el comportamiento del Tino fue el comienzo de la caída y las lágrimas de Faryd Mondragón luego de perder con Inglaterra, el sello del fin.
Evité encontrarme con noticias de esta eliminatoria. Todas las declaraciones motivadoras y esperanzadoras me parecían llenas de sal . Tenía pesadillas adaptadas de la famosa frase de Rubiel Quintana en el Pre-Olímpico sudamericano Sub-23 del 2000: “Ya estamos clasificados, tendríamos que perder 7-0 contra Brasil, pero eso es imposible”. Imaginaba a Falcao lesionado y siendo reemplazado por Doña Leopo –el primero en hacer parodias en televisión en Colombia–, Cristian Zapata metiendo un autogol, a Pablo Armero usando una camiseta con el letrero “Miñía” y corriendo a dos kilómetros por hora, a James Rodríguez jugando con la selección de Francia y a Stefan Medina siendo Stefan Medina. Todo muy trágico.
En 2014 estaré con mi papá en acuartelamiento de primer grado, con suficiente comida en la nevera, el control remoto con baterías nuevas, un itinerario impreso que tenga resaltados los partidos principales y con espacios para ir llenando a mano a medida que pasen las primeras rondas. Desde el 12 de junio y hasta el 13 de julio no me encuentran para otra cosa que no sea el mundial. No insistan.
Minuto 90 + 4. Pitazo final. Se acaba el partido pero sigue el fútbol y sigo esperando con quién jugar en el entretiempo.
Texto: Sandra Suárez – Fotografías: Hernán Puentes.
Dirección, cámara y edición de video: Seba Krapp - Música: 'Fire in my soul' por Carmin D
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